Simplicidades camufladas de salud mental y neurociencia: la receta de la autoayuda millonaria

Muchas de las soluciones que proponen algunos libros obvian los problemas estructurales que están detrás de muchos padecimientos

Salud mental y neurocienciaSr. García

Rodéate de personas vitamina. Sé tu mejor versión cada día. Ser feliz es fácil. Elimina las emociones tóxicas. O, en el culmen de la simplicidad (y la falacia): si quieres, puedes. Estas consignas se venden a millones en libros ―algunas en sus propios títulos― de un tipo de autoayuda que mezcla conceptos científicos con eslóganes vacíos, obvia los problemas sociales, pone toda la responsabilidad en el individuo y, en el extremo má...

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Rodéate de personas vitamina. Sé tu mejor versión cada día. Ser feliz es fácil. Elimina las emociones tóxicas. O, en el culmen de la simplicidad (y la falacia): si quieres, puedes. Estas consignas se venden a millones en libros ―algunas en sus propios títulos― de un tipo de autoayuda que mezcla conceptos científicos con eslóganes vacíos, obvia los problemas sociales, pone toda la responsabilidad en el individuo y, en el extremo más peligroso, da supuestas soluciones sencillas a complejos problemas de salud mental que deberían ser tratados con terapia.

Son fórmulas viejas. Los primeros libros de autoayuda surgen a finales del siglo XIX y uno de los hitos en este campo, Tus zonas erróneas, fue publicado por Wayne Dyer en 1976. “Todo lo que se ha escrito a partir de ahí es lo mismo. Se puede decir de diferentes maneras, pero la autoayuda es un fenómeno que no aporta nada nuevo desde hace 50 años”, asegura el psicólogo Víctor Amat, autor de Psicología punk. Contra el pensamiento positivo y naif.

La polémica en torno a estos enfoques volvió a arreciar la semana pasada, tras una entrevista en El Hormiguero de la psiquiatra Marian Rojas Estapé, probablemente la autora de autoayuda más vendida en español, traducida a 40 idiomas y conductora de uno de los pódcast más escuchados en castellano.

Las críticas de psicólogos y psiquiatras a Rojas Estapé, que se pueden extender a la parte de la industria de la autoayuda que emplea fórmulas similares, tienen que ver con tres de los pilares que emplea para sustentar sus mensajes. Empiezan -dicen- con un enfoque excesivamente simplificador que se centra en la biología como causa y solución de los problemas (más en concreto, en hormonas como la oxitocina, la dopamina y las endorfinas). Como consecuencia de esto, obvian los problemas estructurales, que son casi siempre desencadenantes de esos mismos conflictos: precariedad laboral, falta de tiempo, dificultades para el acceso a la vivienda.

La tercera gran crítica que hacen es que mezclan lo que podrían pasar como opiniones o consejos con el abordaje de patologías. “Me parece maravilloso que hables de salud mental [...] y que me traigas a mí para hablar de esto”, le dijo la psiquiatra a Pablo Motos, presentador del programa. “Si cada vez que me pongo a pensar me voy al pasado, me convierto en un depresivo. Si me voy al futuro, me convierto en un ansioso [...], las dos grandes enfermedades del siglo XXI”, dijo en otro momento de la entrevista Rojas Estapé, con quien este periódico trató de contactar, sin éxito.

Amat explicaba en un directo que hizo en Instagram esta semana que, sin menospreciar el éxito de esta y otras divulgadoras, cree que “todo este discurso de la autoayuda puede ser peligroso” cuando se habla de salud mental. “El contenido que hacen muchas de estas personas, con todo el respeto, es entretenimiento. Si lo miramos como profesionales de la salud mental, las cosas que dicen son auténticas banalidades desde una perspectiva capitalista que [postula que] cualquier problema personal o social es problema del individuo y que si tiene voluntad suficiente lo puede resolver”, continuaba.

Amat pone el ejemplo de alguien que topa con un jefe que le trata injustamente: “Si me causa ansiedad o me deprime, estoy teniendo una reacción lógica, saludable desde el punto de vista emocional, que está siendo etiquetada como problema de salud mental”.

Son mensajes, que en opinión de algunos de los profesionales consultados, tienen una gran carga ideológica. El psicólogo Eparquio Delgado, autor de Los libros de autoayuda ¡vaya timo!, denuncia que este tipo de publicaciones trasladan que los problemas sociales se producen porque cada uno no está sabiendo hacer las cosas bien. “Para funcionar como negocio, la autoayuda se basa en que, sea cual sea la circunstancia, siempre puedes hacer algo, y lo puedes hacer tú solo por tu cuenta”, afirma. El éxito de estas ideas, sostiene, están creando una sociedad individualista, en la que el asociacionismo y las actividades colectivas son cada vez más escasas.

Tanto los dos psicólogos citados como su colega Ramón Nogueras, autor de Por qué creemos en mierdas, coinciden en que no se pueden aplicar soluciones universales a los problemas de las personas sin tener en cuenta sus circunstancias. “Pretender que tienes una metodología que va a ser universalmente un éxito automático es ridículo, porque nunca vas a tener en cuenta condicionantes de cada persona, capacidades, falta de ellas, todas las cosas que varían entre los individuos”, argumenta.

¿Por qué, entonces, tienen tanto éxito estos libros? En primer lugar, suscriben estos tres psicólogos, porque son mensajes que “suenan bien” y que a menudo apelan al sentido común. “Puede haber a quien le puede venir muy bien tu consejo concreto, mucha gente ha mejorado su vida con ellos, igual que hay gente que leyendo la Biblia ha mejorado la suya. Lo que no existe es una forma sistemática de alcanzar la felicidad, porque la de una persona es la miseria de otra”, sostiene Nogueras.

Varios estudios han indagado en los efectos de los libros de la autoayuda sobre sus lectores. Un análisis de estos estudios publicado en 2006 aseguraba que podía haber “mejoras moderadas” en personas con ansiedad. Otro, publicado en 2008 sobre una revisión de los títulos más vendidos en Países Bajos concluía que existe alguna evidencia de que estas publicaciones pueden ayudar a personas con problemas concretos, pero también pueden ocasionar frustración para otras que no consiguen alcanzar las metas que les proponen. Como escribe el psicólogo Fabián Maero en Psyciencia tras analizar estos y otros estudios, “para algunos problemas, las intervenciones de autoayuda son mejores que nada [...] el problema está en encontrar la aguja en el pajar. Los libros de autoayuda suelen enojar a los psicólogos, y con razón: en su gran mayoría son basura”.

En defensa de cierta autoayuda

Pero no toda la autoayuda es igual. Ni toda es mala, opina Marcos Vázquez, un respetado divulgador sobre asuntos de salud que lleva a gala basarse en la mejor evidencia científica para sus publicaciones, y autor del libro Invicto, que tiene como lema “logra más, sufre menos”. No se siente incómodo con la etiqueta, “siempre que se entienda autoayuda como desarrollar habilidades sociales, cognitivas, mejorarte a ti mismo para navegar este mundo complejo en el que te ha tocado vivir”. Vázquez entiende y comparte algunas de las críticas expuestas: “Cuando divulgas, si quieres llegar a mucha gente, tiendes a simplificar, no puedes entrar en los miles de factores que influyen. Pero si simplificas demasiado, empiezas a dejar de ser riguroso. Cuando reduces los problemas a lo que pasa en el cerebro o, más allá, a una hormona, faltas al rigor”.

También cree que es falaz no tener en cuenta los condicionantes sociales que causan los problemas, y hace una analogía: “Si tienes un pez enfermo en una pecera con el agua marrón, puedes medicarlo para curarlo, pero la verdadera solución es limpiar el agua”. Y aquí viene un pero a todas estas críticas en torno a la autoayuda: “Llevadas al extremo, son igual o más problemáticas. Está bien no culparte por tu situación, pero es distinto a no hacerte responsable. Es tu vida, a nadie le importa como a ti. Si culpas de todos tus males al sistema, al neoliberalismo, al contexto, a los traumas de la infancia, a tus padres, te quitas responsabilidad, por lo que te quitas poder”.

Reconoce que él mismo enfoca muchos de sus consejos hacia acciones individuales. “Las patologías concretas requieren terapia, no se puede resolver un brote psicótico con un libro. Pero para otras cosas sí pueden ser útiles, igual que para la mayoría de la población son recomendables ciertas pautas de alimentación o ejercicio, porque somos más iguales que diferentes”, añade.

Su postura está en un término medio porque, si bien mucha de la angustia y la infelicidad humana tiene un sustrato estructural, “es más fácil cambiar a uno mismo que a la sociedad”. Y, para defender su tesis, hace otra analogía aludiendo a una historia oriental que habla de un monje que se quejaba por las piedras y zarzas del camino, y pedía que se enmoquetase para no dañarse los pies. A esto, otro monje, le dice: “¿Por qué no usas sandalias?“. Vázquez cree que una cosa no quita la otra: ”Tenemos que intentar que el mundo sea menos hostil, que haya más moqueta, pero podemos empezar por ponernos sandalias, que es más fácil”.

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