Memorizar el trayecto en bus y salir con tiempo: la primera semana de universidad de una alumna con discapacidad visual
Este año, la ONCE acompaña a 715 alumnos para llegar con seguridad a los campus, sortear obstáculos en la calle y la mala iluminación
Candela Sainz monta a caballo en su tiempo libre. Le gusta cantar y toca el piano. Estos días ha comenzado su primera semana de universidad. Tiene 17 años y hace unos meses sacó una de las notas más altas de la EVAU. Su inicio de clases es diferente al del resto, aunque desde fuera no lo parezca. Este miércoles llega, como casi todos los días, al intercambiador de Moncloa, donde la deja su padre, y coge el bus 569 haci...
Candela Sainz monta a caballo en su tiempo libre. Le gusta cantar y toca el piano. Estos días ha comenzado su primera semana de universidad. Tiene 17 años y hace unos meses sacó una de las notas más altas de la EVAU. Su inicio de clases es diferente al del resto, aunque desde fuera no lo parezca. Este miércoles llega, como casi todos los días, al intercambiador de Moncloa, donde la deja su padre, y coge el bus 569 hacia la universidad Francisco de Vitoria, como la mayoría de sus compañeros. Al llegar, camina, a paso lento a su facultad. La diferencia con el resto es que Candela ha tenido que memorizar, en cierto sentido, el camino de la parada a su aula, ya que tiene una discapacidad visual que le afecta el 77% de la visión. Pese a ello, esta semana ha comenzado su doble grado en relaciones internacionales y filosofía política.
Por la mañana, va en el bus conversando con sus compañeros. Llega a Moncloa temprano porque sabe que entre las 8 y las 9 de la mañana los buses se llenan. Prefiere llegar con tiempo para evitar la fila, quiere llegar puntual a su primera clase del día: economía. Su padre la ha acompañado hasta la dársena. Tiene la suerte de que trabaja cerca y puede acompañarla, dice Candela. El trayecto en bus sí que lo hace sola. Pero al llegar al campus se encuentra con Lorena Lobato, técnica del Servicio de Atención a Personas con Necesidades Especiales, quien la acompaña hasta su clase. Durante los primeros días caminará con ella para conocer bien los caminos y la infraestructura del campus. Ya cuando se sienta cómoda, lo hará sola, menciona Lobato.
En España, el número de alumnos con discapacidad en las universidades representa un porcentaje pequeño, aunque a lo largo de los años ha ido en aumento. Según los últimos datos de la Fundación Universia, en el curso 2021-2022, había más de 22.000 estudiantes con discapacidad en las universidades españolas. Es decir, dos de cada 100 estudiantes. Los alumnos con discapacidad física son los que más se matricularon a la universidad, luego está el grupo de personas con discapacidad intelectual y visual, y, por último, discapacidad psicosocial. Este año, en el curso de Candela hay dos personas con discapacidad visual, incluyéndola a ella.
Beatriz Gener, técnica en rehabilitación de la ONCE, cuenta sobre el trabajo: “Nosotras tenemos en cuenta la accesibilidad del camino, qué medio de transporte público es mejor y cómo se maneja la persona en este”. Además, tienen en cuenta cómo es el espacio en la facultad en caso de que sea necesaria una adaptación en el centro, agrega. En este curso 2024/2025, la ONCE acompaña a 715 universitarios ciegos y con discapacidad visual y a 457 en otros grados de formación profesional en su inicio de clases en toda España.
Candela no usa bastón, pese a la afectación visual que tiene, y camina firme por el campus. Tiene restos visuales que la ayudan a moverse de manera independiente, pero siempre hay factores que se lo hacen más fácil o difícil. Por ejemplo, la luz. Siempre que esté iluminado ella puede ver mejor. Hasta el momento, todos los recorridos que ha hecho son de día, por lo que no ha tenido mayor problema, pero la llegada del invierno, con jornadas con menos horas de luz, puede dificultarlo todo. “Ahí se va a liar, pero todavía no pienso en eso”, dice mientras se ríe. Los contrastes de los colores también la ayudan a caminar segura, como las rayas blancas de los pasos peatonales sobre el cemento.
La adolescente tiene la enfermedad amaurosis congénita de Leber que produce una pérdida progresiva de la visión. Este desorden genético y heterogéneo se presenta en un 10% a 18% de los casos de ceguera congénita. La tiene desde que nació, así que durante toda su vida escolar se ha adaptado a las herramientas que la ayudan a estudiar. De hecho, hace unos meses obtuvo la mejor nota de su instituto en la EVAU, sacó 13,92 sobre 14. Al mediodía de este miércoles, en uno de sus únicos momentos libres del día, Candela busca un grupo universitario de debate para inscribirse. Le gusta retarse y aprender cosas nuevas. Con un poco de prisa lo encuentra y recolecta toda la data para comenzar a participar desde la semana siguiente.
A las 13.00, Candela vuelve rápido a su siguiente clase. No le gusta llegar tarde y debe buscar un sitio “estratégico” en el aula para sentarse cerca de un enchufe. El ordenador que usa no puede quedarse sin batería porque es gracias a este que puede seguir las clases y estudiar. Tiene un programa de lectura que aumenta el tamaño de las letras y cambia los colores. Todos los profesores deben entregar con un tiempo de antelación los materiales que van a usar para que ella los suba al programa. Por ejemplo, hay materiales que tienen el fondo blanco y las letras negras, pero a ella le sirve más leer letras blancas sobre una superficie oscura. Así que el programa lo adecúa a ella. La pizarra no la ve. Entonces, si proyectan algo, también se lo deben enviar. Y, si hacen algún ejercicio en la pizarra, los compañeros o docentes lo leen en voz alta.
Antes de ingresar a las clases de la tarde, Candela le pide a Lorena si la puede acompañar. No siempre es necesario, pero esta vez hay mucha gente en los pasillos y prefiere no ir sola. Además, aunque todo el edificio es bastante accesible, como dice la estudiante, los pasillos a veces son un poco oscuros y ahí se le hace más difícil caminar sola. Así que Lorena va con ella y la deja en la puerta de su aula. A escala nacional, la gran mayoría de universidades tiene en cuenta la accesibilidad en los edificios y casi todos están adaptados, según cifras la Fundación Universia.
La dinámica en el campus todavía es nueva para Candela, aunque esta no haya sido la primera vez que está en el edificio. En agosto, fue acompañada por una técnica de la ONCE quien le enseñó cómo desplazarse desde su casa hasta la universidad y dentro del campus. Candela dice que se siente mucho más cómoda moviéndose en metro que en bus, pero este es la única forma de llegar a la universidad.
Candela es amante de la política y quiere dedicarse a ello. Hace unos meses estaba segura de querer trabajar en la Unión Europea, ahora también valora quedarse en España. “Primero quería estudiar periodismo, cambié a relaciones internacionales, pero me di cuenta de que me gustaba más la política”, dice. De todas formas, por el momento quiere acomodarse a esta nueva vida universitaria, a los estudios y a sus compañeros. Hacia las tres de la tarde, terminan las clases del miércoles y se reúne con sus amigos para almorzar en el campus. Después, volverá a coger el bus que la lleva a Moncloa y de ahí a casa.