Más de la mitad de las personas que se suicidaron en 2023 tomaban ansiolíticos

El Ministerio trabaja en un plan nacional contra el suicidio y en otro de desprescripción de benzodiacepinas, de las que España es uno de los mayores consumidores del mundo

Mónica García, ministra de Sanidad.Eduardo Parra (Europa Press)

Más de la mitad de las personas que se quitaron la vida en 2023 tenía restos de ansiolíticos en la sangre. Esto no quiere decir que se suicidaran por medio de estas sustancias (ni que esta fuera la causa; el suicidio es un fenómeno complejo y multifactorial), pero sí que las estaban tomando y que tenían acceso a ellos. Son datos provisionales que ha adelantado este lunes el secretario de estado de Justicia, Manuel Olmedo, del próximo informe Hallazgos toxicológicos en muertes por suicidio, que cada año elabora el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses.

Aunque el estudio se presentará en unos meses, tras analizar más de la mitad de los casos (lo que es ya una muestra suficientemente representativa, según el Ministerio de Justicia) se aprecia este marcado crecimiento del consumo de ansiolíticos entre las personas que se suicidan (en 2020 era del 40%), muy por encima de los antidepresivos (prácticamente la mitad).

No se pueden sacar conclusiones definitivas de esta estadística, pero sí que pone en alerta a las autoridades sobre la gran facilidad de acceso a estos fármacos y su ―ya conocida― proliferación y abuso. Según los datos de Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, España es el país donde más se consumen del mundo. La OCDE, con otras métricas, sitúa solo por encima a Portugal y a Croacia. En Alemania, por ejemplo, se venden 18 veces menos de estos fármacos por habitante que en España.

La ministra de Sanidad, Mónica García, ha asegurado que la sociedad “está dopando sufrimiento” a través de la medicalización. “Esto tiene sus orígenes en muchos otros factores, como una Atención Primaria debilitada, en la que médico o la enfermera no puede abarcar la dolencia individual o familiar y comunitaria. Debemos hacer un abordaje multifactorial, pero requiere de cooperación estrecha en todas instituciones, actores políticos y sociales”, ha dicho García en un acto en la víspera del Día Mundial de la Prevención del Suicidio.

La salud mental tiene una estrecha relación con el riesgo de suicidio, pero detrás de ella, de las angustias que llevan a tomar psicofármacos o a quitarse la vida, muy a menudo hay problemas sociales. “Cuando la vida duele, duele porque te duele la vivienda, porque no puedes mantener a tus hijos, porque no llegas a fin de mes, porque tienes trabajo indigno”, ha señalado García. “Es difícil que vaya alguien a primaria diciendo: ‘Tengo problemas económicos’. Va con ansiedad, angustia y aumento de otras patologías. Por eso ponemos el foco en estos determinantes sociales. Si queremos hacer un buen diagnóstico de las causas por las cuales la vida duele, y por qué somos el país que más psicofármacos receta, tenemos que abordarlo sabiendo que son determinantes cruciales en la salud en general, en la salud mental y en el suicidio. Por eso, la prevención la tenemos que hacer en todos los niveles, en personas que están sufriendo vitalmente”, ha dicho García.

Su departamento ya prepara un plan de salud mental que incluye la desprescripción de psicofármacos y un Plan Nacional de Prevención del Suicidio. La comisionada de Salud Mental del Ministerio de Sanidad, Belén González, ha presentado este lunes las líneas maestras de este último, que espera poder presentar el año que viene. Son: desarrollo de sistemas de información para conocer mejor la realidad de las autólisis; sensibilidad y lucha contra el estigma; prevención en las situaciones de mayor vulnerabilidad, como son las de las personas mayores de 80 años, los adolescentes o la comunidad LGTBI; cooperación entre instituciones públicas, así como policía, bomberos y servicios de emergencias; prevención en contexto sanitario para ofrecer una atención urgente a las personas con conductas suicidas; mejorar los recursos de las comunidades autónomas, que son las que tienen competencias asistenciales; y atender a los condicionantes sociales que aumentan el riesgo de suicidio.

Uno de los “buques insignia” de Sanidad contra el suicidio, además, es el refuerzo de la línea 024, que funciona 24 horas al día, todos los días del año. Atiende 12.000 llamadas cada mes, de las que aproximadamente un 5% (unas 600) son derivadas a los servicios de urgencias. Desde que está en marcha (mayo de 2022), ha prestado más de 300.000 atenciones, según datos aportados por González.

Bajada de los suicidios

Las cifras de suicidio venían creciendo en los últimos años en España, hasta alcanzar un récord de 4.018 casos en el año 2022. En 2023 se rompió esta senda y bajaron un 6,5%. Pero no está claro que se trate de un cambio real de tendencia o un simple diente de sierra en ese camino ascendente de las autólisis.

Uno de cada tres suicidas son hombres, sobre todo entre los 40 y los 70 años. Pero si se mira el riesgo de población (suicidios por habitante), se incrementa significativamente a partir de los 80 años y de forma muy acentuada a partir de los 90, cuando la tasa de suicidios aumentan en más de un 93%. Factores como la salud y la soledad tienen mucho que ver con este fenómeno.

La cifra de suicidios (3.952 en 2023) es “solo la punta del iceberg”, en palabras del el secretario de estado de Justicia. “Tiene una parte muy visible, que son las personas que lo comenten, pero debajo hay muchas otras que, por diversas razones, de carácter patológico, por un momento delicado, tienen ideaciones suicidas y en algunas ocasiones intentan cometerlo. Es un fenómeno mucho más amplio”, ha señalado.

La realidad sociológica cambia radicalmente entre los suicidios consumados y los intentos, son mucho más jóvenes (un tercio son menores de 20 años) y muy mayoritarios en mujeres. Las estadísticas del Servicio de Información Toxicológica ―un teléfono para atender ingestas voluntarias o accidentales de sustancias tóxicas (914 112 676)― revelan, por ejemplo, que entre las niñas de entre 11 y 15 años hay cinco veces más llamadas (735) que entre los varones de la misma edad (140) por toma de medicamentos.


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