Una de cada cuatro chicas de 14 a 17 años ha sido víctima de violencia sexual el último año en España

Un estudio de la Universidad de Barcelona basado en 4.024 encuestas revela que el 11% de los chicos también ha sufrido este tipo de violencia, que engloba desde conversaciones sexuales por internet hasta tocamientos o penetraciones

Manifestación del pasado 8 de marzo en Sevilla.PACO PUENTES

Una de cada cuatro chicas de 14 a 17 años ha reconocido haber sido víctima de violencia sexual el último año. En el caso de ellos, la cifra se sitúa en el 11,2%. Es decir, que el 17,8% de los adolescentes en este tramo de edad, chicos o chicas, han experimentado desde conversaciones o peticiones indeseadas de carácter sexual a través de internet, pasando por tocamientos, penetración, sexo oral y llegando incluso a la explotación sexual. Son cifras de un informe elaborado por la Universidad de Barcelona, tras haber encu...

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Una de cada cuatro chicas de 14 a 17 años ha reconocido haber sido víctima de violencia sexual el último año. En el caso de ellos, la cifra se sitúa en el 11,2%. Es decir, que el 17,8% de los adolescentes en este tramo de edad, chicos o chicas, han experimentado desde conversaciones o peticiones indeseadas de carácter sexual a través de internet, pasando por tocamientos, penetración, sexo oral y llegando incluso a la explotación sexual. Son cifras de un informe elaborado por la Universidad de Barcelona, tras haber encuestado a 4.024 menores. “Es el primer estudio realizado en el país con una muestra representativa [sobre esta materia]. La violencia electrónica es la más prevalente (un 12,1%), la violencia con contacto físico le toca los talones (9,9%)”, expone Noemí Pereda, directora del equipo que lo ha llevado a cabo. Ellas sufren más violencia que los varones en casi todas las categorías estudiadas. Pero Pereda advierte que los chicos reportan experiencias muy graves.

El informe, realizado por el Grupo de Investigación en Victimización Infantil y Adolescente de la Universidad de Barcelona y presentado este miércoles en Madrid, se basa en una encuesta hecha en 70 centros educativos a los propios adolescentes. Otros estudios preguntan a adultos sobre su experiencia en la infancia. Así, el primer informe de prevalencia nacional, de 1994, permitió concluir que el 19% de los adultos de 18 a 60 años había experimentado abusos en su infancia. La encuesta elaborada por el Defensor del Pueblo el año pasado reveló que el 12% de los adultos de hasta 90 años habían sido víctimas de abusos siendo menores.

Ahora se obtiene una radiografía actual. Los datos demuestran lo que les está sucediendo a los jóvenes, en presente. Un problema de alta relevancia social todavía muy desconocido, según destacan los investigadores. Se detectan casos de polivictimización, porque los adolescentes reconocen de uno a 11 episodios en el último año. Y se ha medido por primera vez, según recalca Pereda, la explotación sexual, que afecta al 2,6% de los jóvenes (un 2,5% de ellas y un 2,3% de ellos).

“La principal victimización es la electrónica, que no existía en los noventa. Y hay violencia por parte de adultos, pero mucha más por parte de pares [afecta a un 8,8% de los encuestados]. Tenemos un problema social. ¿Cómo es posible que la mayor parte de la violencia sexual la ejerzan compañeros, parejas o jóvenes de edad similar a la víctima? Hay mayor acceso a la pornografía en edades tempranas que impide conocer lo que es una relación consentida, un blanqueamiento de la pornografía que en épocas anteriores no se veía, por ejemplo, con los sugar daddies [hay webs que ponen en contacto a adultos de mediana edad con jóvenes a cambio de dinero]”, critica Pereda. “En la adolescencia, los padres ya han cumplido su papel. Los estudios del desarrollo demuestran que tienen mucho más peso los compañeros y los medios de comunicación social, ya sea internet, la televisión o la música. Deberíamos saber qué se está transmitiendo [a los jóvenes]”, añade.

Una menor de 15 años cuenta así su experiencia: “Le pedí a mi chico que parase porque me estaba doliendo y no quería mantener relaciones sexuales, pero no me hizo caso y continuó”. Ella llamó al teléfono de Anar, una fundación que se dedica a ayudar a niños y adolescentes en riesgo. Su testimonio consta en un informe sobre violencia de género en menores publicado el año pasado por esta entidad, y en él hay decenas de relatos anónimos. Como este, de una chica de 15: “Un amigo me metió mano y yo no estaba cómoda. Le dije que me dejase, pero se echó sobre mí. Me quedé en shock. No entendía cómo un amigo me podía estar haciendo esto”. O este que pronuncia otra de la misma edad: “Tengo un vecino mayor que cada vez que me ve me ofrece dinero a cambio de mantener sexo y me lo estoy pensando porque así tendría dinero. Toda la gente de mi clase tiene dinero y yo no tengo nada…” Y una más, de 16: “Una persona adulta, amigo de la familia, ha tenido conversaciones inapropiadas conmigo a través de WhatsApp”.

El informe liderado por Pereda, financiado por la Fundación La Caixa con el apoyo del Ministerio de Derechos Sociales, ha estudiado 14 variables y en prácticamente todas las chicas superan las cifras de los chicos. Tienen casi el doble de posibilidades de sufrir violencia sexual con contacto físico (un 12,6% frente a un 6,6%), desde tocamientos hasta penetraciones o sexo oral, tanto por parte de adultos como de otros menores.

Triplican la incidencia de la violencia sexual electrónica (un 18,3% frente a un 5,9%), ya sea a través de solicitudes sexuales —conversaciones o preguntas indeseadas—, o grooming —que un adulto le manipule o engañe a través de internet para que envíe material pornográfico o para quedar en persona—. Si se analizan preguntas que se engloban en los dos supuestos anteriores, también ellas presentan peores cifras. Por ejemplo, en violencia sexual en el noviazgo (un 6,6% frente al 2,3%).

Pero el estudio pone de manifiesto que los varones reportan con mayor frecuencia formas muy graves: ellos tienen más prevalencia en penetración o sexo oral por parte de una persona adulta conocida (1%, que equivale a 18 respuestas, frente al 0,3%, seis respuestas) y desconocida (1% frente al 0,4%) y en penetración o sexo oral a cambio de dinero, alcohol, drogas, algún regalo o favor (1,2% frente al 0,5%).

“Es algo que también se aprecia en otros países. El resultado, que puede sorprender, parece estar relacionado con la visión patriarcal del varón como fuerte, que va a poder soportar formas graves de violencia sexual sin contarlo a nadie, y sin que nadie lo detecte, así como con el temor al embarazo en caso de agredir sexualmente a una chica”, indica Pereda, quien apunta que es más estigmatizante para un chico reportar violencia sexual, que ellos denuncian menos “y los agresores lo saben”.

Una chica consulta su móvil, en una foto de archivo. Elva Etienne (Getty Images)

Ese es otro aspecto que destaca Pereda de la encuesta, cuyos resultados no se han publicado aún en su totalidad: la mayoría de los agresores, tanto de chicas como de chicos, son varones. En la violencia sexual con contacto físico que ejercen personas adultas conocidas, los principales agresores fueron el padre o figura paterna (en 19 casos) u otra figura familiar adulta (20), también un varón. “La violencia contra la infancia y la adolescencia tiene su base en la desigualdad, en función de la asimetría de edad” entre la víctima y el agresor, apunta Pereda. Sin embargo, no puede entenderse estudiando una única variable y el género o la vulnerabilidad social influyen. “El género es una variable importantísima. La violencia sexual es contra las mujeres, normalmente”.

Manuel Eisner, director del Instituto de Criminología y del Centro de Investigación sobre Violencia de la Universidad de Cambridge, sostiene que las tasas que reporta España son “similares” a las encontradas en otras partes de Europa. “En una investigación en Suiza encontramos que las adolescentes tienen al menos 10 veces más probabilidades que los varones de experimentar violencia sexual con amenazas graves o violencia equivalente a violación”, indica.

También las cifras de explotación sexual son similares a la media europea. “En España no se había evaluado [su prevalencia] hasta ahora. Se trata de menores que reconocen intercambiar sexo [fotos o vídeos de carácter sexual; dejarse tocar o tocar a alguien; o mantener relaciones sexuales con penetración o sexo oral] por recompensas, dinero o incluso atención por parte de una figura adulta. El 2,6% lo ha hecho. Es más frecuente en chicos vulnerables. Creo que es un problema que en España no estamos asumiendo. En el resto de Europa están entre el 1% y el 2%, nosotros estamos en el rango alto”, prosigue Pereda.

Los problemas que pueden llegar a experimentar las víctimas de violencia sexual en la adolescencia son graves. “Es un periodo del desarrollo muy cercano a la edad adulta, tendrá un impacto en etapas posteriores de la vida. En el área sexual, en relaciones de pareja, emocionales, de confianza en los demás, pueden tener problemas con el alcohol y las drogas”, señala Pereda. Y uno de los riesgos es la repetición del patrón violento con otras personas. “La violencia genera violencia. Un porcentaje importante de los chicos víctimas también cometen actos de violencia sexual contra otros jóvenes”. Por ello, los investigadores llaman a mejorar la prevención, la capacitación y la formación de los profesionales, y a incluir en el currículum escolar a nivel estatal programas de educación sexual integral y un uso seguro de internet.

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