El Papa inaugura el primer sínodo de la Iglesia en el que votarán las mujeres
El Pontífice ha pedido que la asamblea sirva para que la Iglesia vuelva a ser un lugar de acogida y de bendiciones “para todos”
Todas las reuniones de los líderes de la Iglesia católica, desde el Concilio de Jerusalén del año 50 d.C. hasta el sínodo sobre la Amazonia de 2019, pasando por el Concilio Vaticano II de 1962 que adaptó la Iglesia al mundo moderno, comparten una característica: quienes han tomado decisiones siempre han sido hombres. Este miércoles, el Papa inauguró el primer sínodo en el que las mujeres tendrán voz y voto. Es también la primera vez que los laicos pueden votar. Para los observadores, este es ...
Todas las reuniones de los líderes de la Iglesia católica, desde el Concilio de Jerusalén del año 50 d.C. hasta el sínodo sobre la Amazonia de 2019, pasando por el Concilio Vaticano II de 1962 que adaptó la Iglesia al mundo moderno, comparten una característica: quienes han tomado decisiones siempre han sido hombres. Este miércoles, el Papa inauguró el primer sínodo en el que las mujeres tendrán voz y voto. Es también la primera vez que los laicos pueden votar. Para los observadores, este es el sínodo más importante de los que ha convocado Bergoglio en sus 10 años de pontificado.
Francisco abrió con una misa la asamblea que reunirá durante este mes a obispos y fieles de todo el mundo en Roma para abordar temas importantes para el catolicismo. En teoría, el objetivo es que líderes eclesiales y laicos analicen la manera de trabajar juntos para el bien de la Iglesia. En la práctica, debatirán sobre numerosos temas, algunos particularmente divisivos para los cristianos, como el celibato de los sacerdotes, el papel de las mujeres en la Iglesia y su acceso al diaconado, la bendición de las parejas LGTBIQ+, o la comunión para los divorciados que se vuelven a casar. “Es algo realmente importante para la Iglesia”, ha dicho el papa Francisco. El coordinador de los teólogos participantes en el sínodo, Dario Vitali, ha resumido en una entrevista con el diario religioso Avvenire que el objetivo de la asamblea será “iluminar a la Iglesia con una nueva luz”.
Antes siquiera de que comenzaran las reuniones, ya se dispararon las críticas del sector conservador. El cardenal Gerhard Müller ha criticado la participación de los laicos en la asamblea y ha denunciado “una toma de poder hostil” de la Iglesia por parte de personas que “piensan que la doctrina es como el programa de un partido político que puede cambiarse con votos”. Afronta las reuniones con la intención de “resistir” en sus posiciones para evitar “el fin de la Iglesia católica”.
Este sínodo es excepcional porque durará varios años, por el volumen de cuestiones a tratar y por la ambiciosa meta de involucrar a todos los bautizados. En 2021 comenzaron las reuniones entre las comunidades eclesiales de los distintos países y se empezaron a redactar informes que recogen los temas que consideran vitales; en octubre los obispos y otros representantes laicos y religiosos de distintos continentes se reúnen en Roma para debatirlos. Después, regresarán a sus respectivas diócesis para continuar las discusiones, hasta que se vuelvan a juntar en octubre del año que viene en la asamblea final. De ahí, saldrá un documento con una serie de consideraciones o propuestas, que el Papa puede convertir en documento oficial si lo desea y, por tanto, de obligado cumplimiento para los cristianos.
Muchos observadores consideran que el simple hecho de que Francisco haya puesto a los obispos a dialogar con su “rebaño” de fieles cara a cara ya supone un cambio importante. Aunque la Iglesia ha dejado claro que esto no significa que vaya a democratizarse, sino que la diversidad de voces “enriquecerá” la perspectiva que el Pontífice tiene de la institución. En total, en la asamblea tendrán derecho a voto 365 personas, de las que cerca del 75% son obispos. Podrán votar, por primera vez en la historia de la Iglesia, 70 laicos —seleccionados por Francisco de entre 140 candidatos— de los que 54 serán mujeres.
Entre otros participantes destacados, la religiosa Nathalie Becquart, primera mujer en ser subsecretaria de la Secretaría General del Sínodo, confía en lograr una mayor presencia de la mujer en los espacios de decisión de la Iglesia. James Martin, un sacerdote jesuita conocido por ser un gran defensor de la comunidad LGTBIQ+, para la que pide mayor inclusividad en la Iglesia, ha señalado que espera ser “una de las voces a favor de las personas LGTBIQ+” en el sínodo.
El hecho de que estos temas estén sobre la mesa ha entusiasmado a los progresistas y ha inquietado a los conservadores. Cinco cardenales tradicionalistas han desafiado al Papa a ratificar las enseñanzas católicas sobre la homosexualidad y la ordenación de mujeres “para que no se confunda a los fieles y no caigan en el error”.
Aún no está claro si el sínodo conducirá a cambios concretos en las prácticas de la Iglesia católica, pero es la primera vez que se debatirán explícitamente todas las cuestiones que en los últimos años han dividido al ala conservadora del ala progresista, más cercana al papa Francisco. Tampoco se puede prever cómo puede encontrarse una síntesis entre posiciones tan diferentes.
El gran punto tácito de este sínodo es que podría ser el último organizado por Francisco, y, por tanto, podría ser el que condense su legado político y doctrinal. Bergoglio pidió el miércoles que el sínodo sirva para que la Iglesia vuelva a ser un lugar de acogida y de bendiciones, con “las puertas abiertas para todos, todos, todos”.