Asesinato machista en Pozoblanco: “Tenía la camioneta de la mudanza preparada para las nueve, y a las ocho la mató”
La víctima, que había puesto dos denuncias hace cinco años, había decidido divorciarse e iba a trasladarse a vivir a otro pueblo el día en el que fue asesinada. La jueza admite que la tía paterna cuide por ahora a las tres hijas de la pareja
Ana Laura apoya su bicicleta en una calle de Pozoblanco, en Córdoba, sobre las ocho y veinte de la mañana de este miércoles; más o menos la misma hora a la que, un día antes, se abría la puerta de madera de la vivienda contigua y una vecina, conmocionada, pedía ayuda porque acababa de encontrarse los cadáveres de Juana C., de 31 años, su amiga, y su todavía marido Gabriel S., de 39 años, junto a una escopeta. “Al final la ha matado”, cuenta Ana Laura que decía la mujer. Ella fue quien avisó a la Guardia Civil. Un día después, en la calle reina el mismo silencio estival que antes de que llegara...
Ana Laura apoya su bicicleta en una calle de Pozoblanco, en Córdoba, sobre las ocho y veinte de la mañana de este miércoles; más o menos la misma hora a la que, un día antes, se abría la puerta de madera de la vivienda contigua y una vecina, conmocionada, pedía ayuda porque acababa de encontrarse los cadáveres de Juana C., de 31 años, su amiga, y su todavía marido Gabriel S., de 39 años, junto a una escopeta. “Al final la ha matado”, cuenta Ana Laura que decía la mujer. Ella fue quien avisó a la Guardia Civil. Un día después, en la calle reina el mismo silencio estival que antes de que llegaran los agentes. La única diferencia es que este miércoles, en esa puerta de la vivienda donde residía la víctima, hay una cartulina violeta con una foto de Juana, dos mensajes de despedida sin firma, un ramo con dos rosas, una blanca y una roja, y tres velas, una de ellas con una carta de adiós enrollada.
Su abuela paterna, Victoria Cortés, de 83 años, estaba muy unida a la víctima. “Hablaba con ella casi todos los días”, cuenta la matriarca, que sale a abrir la puerta de su casa en Villanueva de Córdoba, donde había vivido Juana hasta que, en 2014, tras casarse con Gabriel, se mudó a Pozoblanco, a 21 kilómetros. A su abuela y a su hermana, también llamada Victoria, siempre les hizo partícipes de los malos tratos que sufría. Estaban al tanto de las dos denuncias que Juana interpuso el 16 de abril de 2017 ―sin medidas judiciales― y el 28 de septiembre de ese mismo año, que culminó con una orden de alejamiento por cuatro meses que después ella decidió desactivar. El comportamiento agresivo del presunto asesino no se frenó después, pero, como explica Cortés con unos ojos incapaces de derramar más lágrimas, la noche antes de que acabaran con su vida ella “estaba feliz”.
“Justo iba a irse por la mañana a Belalcázar porque había conseguido arrendar una vivienda. Me dijo: ‘Abuela, por fin me voy y en cuanto me instale, que se venga papá para estar unos días con las niñas’. Quién iba a pensar que con lo contenta que estaba, luego fuera a pasar lo que pasó”, dice Victoria con un hilo de voz. A Juana le había costado mucho tomar esa decisión, explica, pero por fin había iniciado los trámites de divorcio y se mudaba sola. Tenía previsto ir a vivir junto a su madre, que reside en ese municipio cordobés desde que se separó de su padre, Damián.
Damián, el padre de la víctima, reconoce que no sabía ni la mitad de lo que estaba sufriendo su hija ―”se lo ocultábamos porque ella tenía miedo de cómo fuera a reaccionar”, indica la abuela Victoria―, pero asegura que su yerno “siempre” le “dio mala espina”. Todo en Damián está extraviado ahora mismo por el dolor: su mirada perdida, su voz agotada, su cuerpo hundido en la pena… “Estoy roto”, sostiene. “Tenía la camioneta de la mudanza preparada para las nueve y a las ocho la mató”, balbucea.
Victoria Cortés cuenta que su nieta sí le había dicho que su marido había dejado de trabajar en los últimos días y que estaba continuamente rondando la casa: “Lo hace porque no quiere que me vaya, me decía”, explica la abuela. La amiga, que estaba en la casa cuando sucedieron los hechos; y que se encargaba de cuidar a sus tres niñas de seis, cinco y tres años, mientras la madre estaba trabajando en un matadero en el turno de madrugada, también reconoció el martes que le había ofrecido varias veces acompañarla para denunciar, pero que ella se había negado porque él la había amenazado con matarla. Como hacen tantas y tantas víctimas, por eso, por miedo. Por ellas o por sus hijos e hijas.
La Consejería de Igualdad ha confirmado que Juana no era usuaria actualmente de los servicios que ofrece el Instituto Andaluz de la Mujer. “En una situación de maltrato, la separación es un momento de especial peligrosidad y debe planificarse muy bien la salida del hogar, porque es el momento en el que se incrementa el control y la violencia”, explica Amparo Díaz Ramos, abogada experta en violencia machista y trata. “Hay que coordinarse con la familia, con los amigos, con la policía… Para evitar dejar espacios en blanco que pueda utilizar el agresor”, abunda. El entorno más cercano de Juana ―incluida la amiga que durmió con ella en su última noche, y alguna vecina cercana― conocía su angustiosa situación, pero no fue suficiente.
“No basta solo con denunciar. A las víctimas hay que ofrecerles también un modelo de salida, porque muchas, después de denunciar, se sienten bloqueadas porque no reciben pautas sobre cómo organizar su vida y su protección, incluso cuando tienen una orden de alejamiento”, indica Díaz. Recalca que no se debe responsabilizar a las mujeres ni al entorno, sino al sistema que a veces “ayuda poco”; pone como ejemplo las pocas ocasiones que las oficinas de atención a las víctimas o los centros de atención a la mujer solicitan orden de protección, como les faculta la ley.
Para Elena Vega, representante de la Plataforma Cordobesa contra la Violencia a las Mujeres, la prevención es un elemento esencial para erradicar la violencia machista. “Las reacciones por las que pasan estas mujeres es compleja, suelen tener una plena dependencia emocional y psicológica de sus parejas y se necesita un trabajo continuo para que ellas se perciban como víctimas de violencia machista. No basta con decirles que si te pega y te controla eres una víctima”, indica.
Tanto Vega como Díaz Ramos ven preocupante el hecho de que el discurso negacionista esté calando en la sociedad, y consideran que es un elemento que puede explicar el incremento de casos en este último año. Vega subraya la importancia de incidir sobre las políticas de igualdad: “Hay que poner freno a los acuerdos para eliminar las concejalías de Igualdad o los minutos de silencio porque son propagandísticos y eso implica destinar medios económicos a los recursos de apoyo a las mujeres”.
La hija menor de Juana, una niña de tres años, fue la que avisó a la amiga que la cuidaba y dormía con ella de que su madre había sido asesinada. Las dos mayores se encontraban con su tía, la hermana del padre, y la jueza ha decidido de manera provisional que la más pequeña también se reúna con ellas. “De momento está bien, mi hija tenía muy buena relación con ella [con la tía paterna], luego ya veremos lo que hacemos”, indica su abuelo Damián.
En ambos casos, los pequeños han recibido la atención de los servicios de la Cruz Roja. “Nosotros acudimos en el primer momento para dar una respuesta inmediata. Cuando todavía la situación es desastrosa, son los momentos más complicados”, explica Nerea Casas, responsable de los Servicios de Emergencia de la entidad en Córdoba, sobre el trabajo que realiza el Equipo de Respuesta Inmediata de Intervención Psicosocial. “Dependiendo de la valoración, hacemos un seguimiento o una orientación sobre las opciones que pueden luego adoptar las familias”, abunda. En el caso de las tres niñas de Pozoblanco, les han atendido cuatro psiquiatras.
La familia de Juana aún no ha podido ver a sus hijas. Primero toca asimilar la insoportable realidad de haberla perdido justo cuando ella estaba a punto de recuperar su libertad.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 52 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.