Cientos de miles de personas celebran en la calle el Orgullo más político de los últimos años
El desfile transcurre en Madrid en un ambiente entre festivo y reivindicativo ante la preocupación por el avance de la ultraderecha
Solo el Orgullo es capaz de unir en el mismo desfile música, alegría, fiesta y purpurina con protesta, alguna cara larga, derechos y una extraña sensación de preocupación y alerta ante una nueva etapa con una ultraderecha que, tras las elecciones del 28 de mayo y de la mano del Partido Popular, ha entrado en decenas de ayuntamientos y varias comunidades autónomas ...
Solo el Orgullo es capaz de unir en el mismo desfile música, alegría, fiesta y purpurina con protesta, alguna cara larga, derechos y una extraña sensación de preocupación y alerta ante una nueva etapa con una ultraderecha que, tras las elecciones del 28 de mayo y de la mano del Partido Popular, ha entrado en decenas de ayuntamientos y varias comunidades autónomas con un discurso que cuestiona derechos desde hace tiempo consolidados de la comunidad LGTBI. Ante ese panorama, y con las elecciones generales a apenas tres semanas, cientos de miles de personas —800.000, según la Policía Nacional y la Delegación de Gobierno; muy lejos de las estimaciones que daban los organizadores, 1,5 millones— salieron a la calle en Madrid, el epicentro de las movilizaciones del sábado, durante la celebración más política de los últimos años. El ambiente de fiesta que rodea el desfile anual de carrozas se mezcló en la calle con pancartas donde se llamaba a mantener la lucha con frases como “nuestros derechos se quedan” o “ni PP ni Vox, en este cuerpo mando yo”.
A la altura de una abarrotada plaza de Cibeles, Rodrigo y Lucas, que preferían no decir su apellido, reconocen que hay que estar muy alerta ante lo que está pasando. “Por ahora la capacidad de actuación de la derecha se limita a ayuntamientos y algunas autonomías, pero corremos un peligro grande de que lleguen al Gobierno de España y ya sabemos lo que ellos piensan de todo esto”, afirmaba Rodrigo señalando a una multitud que reía, bailaba y protestaba a más de 30 grados de temperatura. “Se les están entregando todas las carteras que consideran ideológicas, las de cultura o diversidad, y el ataque más duro vendrá por ahí”, añadía Lucas.
Muchas cosas han cambiado desde que hace un año los responsables del Orgullo comenzaron la organización de esta edición, principalmente la aprobación de las llamadas ley trans o la del solo sí es sí, que ha envuelto en la polémica al Ministerio de Igualdad. Sin embargo, en las últimas semanas la inquietud agita los colectivos LGTBI tras la entrada de Vox en la Comunidad Valenciana, Extremadura y Baleares, en ciudades como Gijón, Valladolid o Burgos y en una decena de municipios de la Comunidad de Madrid, como Móstoles o Alcalá de Henares que suman casi medio millón de habitantes. En vista de lo sucedido, a última hora, la organización cambió el eslogan de la marcha. Del “Abrazando la diversidad familiar: iguales en derechos” se pasó al combativo “Por nuestros derechos, por nuestras vidas, con Orgullo”.
“Hay que estar vigilantes”
Lucía, que tampoco quería dar su apellido, llegó con dos amigas de Cádiz para participar en un desfile que se toma como una manifestación: “Hay que estar vigilantes. No podemos dejar que nos expulsen de espacios conquistados. La fiesta no puede ocultar que sigue habiendo agresiones, violaciones y ataques de odio contra el colectivo LGTBI”, decía con una camiseta en la que se leía: “Ni un paso atrás”.
Los organizadores calcularon que entre un millón y un millón y medio de personas habían participado en el desfile en Madrid y en los conciertos simultáneos que se celebraron después en las plazas de España, Callao, Barceló y Pedro Zerolo. Esa última, la que lleva el nombre del político socialista que impulsó el matrimonio y la adopción por parejas del mismo sexo, fue escenario el jueves del espíritu de lucha de este Orgullo que combina tacones, látex y pelucas con puñetazos en la mesa.
“Vox no solo amenaza a las personas LGTBI+, sino que también atenta contra toda la sociedad y sus valores democráticos”, afirmó la actriz Alba Flores el miércoles ante una plaza abarrotada. Flores y el resto de las actrices de Te estoy amando locamente recordaron ante miles de personas de todo el mundo la cancelación esta semana de una obra de Virginia Woolf en Valdemorillo (Madrid), donde Vox ha entrado en el gobierno municipal. “¿Virginia Woolf, de verdad? ¿Qué será lo siguiente, censurar a Lorca?”.
La Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales y más (FELGTBI+) y el Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM), las dos ONG que forman parte de MADO, lanzaron un comunicado tras la formación de gobiernos locales después de las elecciones en el que alertaban de que “Vox no solo amenaza a las personas LGTBI+, sino que también atenta contra toda la sociedad y sus valores democráticos”.
“Este partido [Vox] nunca ha escondido que las personas LGTBI sobramos en su sociedad, que nos consideran prescindibles. No obstante, el verdadero peligro es que el PP está abriéndole las puertas de los gobiernos y adoptando cada vez más sus discursos”, reprochó la presidenta de la Federación, Uge Sangil. Los delitos de odio crecen y el Ministerio del Interior no oculta su “preocupación”: el último informe refleja casi un 70% de aumento entre 2019 y 2021. Para el ministro de ese ámbito, Fernando Grande-Marlaska, este ascenso está ligado y se ha recrudecido por el discurso de la ultraderecha.
Con ese clima, y a pesar de ese clima, estos días el colectivo LGTBI ha salido a la calle en decenas de ciudades de España para reivindicar con más fuerza que nunca sus derechos ante una amenaza real de que sean recortados. También para celebrar los que se han conseguido.
En Madrid, una madre y una hija bajaban juntas por la calle de Alcalá con un paraguas arcoíris que acaban de comprarle a un vendedor ambulante para protegerse del calor. “Esta fiesta es un símbolo de Madrid. Es la posibilidad de que mucha gente se sienta parte de las calles y de la ciudad. Esto sí es libertad de la buena”, dice entre risas la madre, en referencia al extendido eslogan de la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso. “Es la primera vez que vengo y me ha hecho mucha ilusión. Me gusta el ambiente”, añadía la hija. A esa hora de la tarde, una carroza homenajeaba a Tina Turner con gente feliz, bailando.
Pero que la calle y la política se mueven con ritmos distintos lo confirma el tono en las declaraciones de los últimos días y la cercanía de las elecciones que ha inyectado voltaje a una celebración que ha requerido el doble de policías que en años anteriores. Casi 4.000 agentes, drones, policías en las azoteas e infinidad de calles cortadas y filtros de seguridad donde las personas eran cacheadas, restaron frescura y desenfreno de épocas pasadas. A cada intervención desde el escenario donde comenzaba la marcha, le acompañaba un anuncio oficial pidiendo moderar el volumen. Entre los participantes en el desfile estaban, al menos, siete ministros del Gobierno: Teresa Ribera, Diana Morant, Fernando Grande-Marlaska, Félix Bolaños, Ione Belarra, Irene Montero y Yolanda Díaz, que tenía previsto desfilar sobre una carroza de su nueva formación política, Sumar.
En Barcelona, el sábado, también hubo manifestación y reivindicación. Allí, entre los políticos que participaron en la marcha estuvieron la diputada de la CUP en el Congreso, Mireia Vehí; la diputada en el Parlament Jessica Albiach (Comunes) o la exconcejal de Vivienda en el gobierno de Colau, Lucía Martín. Esa marcha, organizada desde hace 47 años por la Crida LGTBI con el apoyo de 70 entidades y movimientos sociales, congregó a 3.000 asistentes, según la Guardia Urbana; 5.000, según la organización.
La protesta, como ocurrió en Madrid, fue el acto más político de los que acoge la ciudad en las últimas semanas. El día 28 hubo actos institucionales y la fiesta L’Orgullosa, del Ayuntamiento, con conciertos; y será el día 15 cuando se celebre el Pride, con música, un desfile de carrozas y una manifestación con la participación de empresas y locales de la ciudad.
El sábado, con lemas como “Aquí, aquí, ni un paso atrás; contra la LGTBIfobia, ni un paso atrás”, “Patriarcado y capital, alianza criminal” o “El cuerpo equivocado es el de la policía”, los manifestantes recorrieron el tramo que separa las plazas de Universitat y Sant Jaume por las calles de Pelai, Rambla y Ferran. Entre las pancartas, lemas como “El orgullo es luchar juntas”, “No somos machos, somos muchas”, “Maltratador, trabaja y suda que Vox te ayuda” o “El fascismo no pasará, orgullo LGTBI, orgullo de clase”.
“El 1 de julio salgamos a la calle para la liberación sexual y de género. Desde el feminismo, el antiracismo y el anticapitalismo: pasa del Pride y únete a la lucha”, llamaba en las redes la organización esta semana, que ha elegido “Luchemos juntas” como lema de la marcha de este año. En el manifiesto, la Crida pide que la ley trans “no deje fuera a personas migradas y no binarias”, “papeles para todos”, el fin “del estigma y patologización” del colectivo, una farmacéutica pública que garantice el suministro de hormonas y medicamentos, derecho a la vivienda y renta básica y combatir los discursos del odio. Discursos que no se están produciendo solo en Madrid ni en Barcelona. No ocurre solo en España.
Una ofensiva global a los derechos del colectivo
Los pasos hacia atrás se están dando en todo el mundo a medida que la ultraderecha ocupa espacio político. En Europa hay algunos países donde la ofensiva es clara: Italia, Hungría y Polonia. En Estados Unidos, el discurso conservador con el que Donald Trump ganó las elecciones en 2016 sigue vigente y activo, también a través de un Tribunal Supremo cuya actual composición representa los valores más tradicionales y cristianos de la antigua sociedad estadounidense.
Latinoamérica ha visto avances políticos y judiciales en los últimos años, pero no han ido paralelos a una reducción de la violencia, la homofobia y la transfobia. África está cubierta de homofobia: la homosexualidad está prohibida en 32 de los 54 países de ese continente. Y en Asia el panorama es parecido, en casi todos los países de Oriente Próximo está criminalizado el sexo homosexual, con poquísimas excepciones como Baréin y Jordania, donde las relaciones no son ilegales siempre que permanezcan ocultas, según datos de ILGA, la asociación Internacional de lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales, compuesta por más de 1.800 organizaciones de 160 países.
Julia Ehrt, directora ejecutiva de ILGA Mundo, afirmaba en un reportaje para este periódico hace unos días que “lo que realmente es nuevo es que cada vez hay más países que sufren reveses legales y cuya situación jurídica empeora”, explicaba. “Los hay que avanzan y cambian la legislación y la política en una dirección positiva en lo que respecta a la protección de las personas frente a la discriminación y la violencia. Pero cada vez hay más territorios que retroceden”, decía Ehrt. “Nuestra sensación es que la hostilidad contra las personas LGTBI está aumentando”, concluía.