Sara Giménez, diputada de Ciudadanos: “Es un honor ser un referente para las jóvenes gitanas”
La abogada, que preside la Fundación Secretariado Gitano, cree que el partido “tendría que haber sido de centro de verdad”. “Yo nunca he sido la hermana pequeña del PP”, defiende
Sara Giménez (Huesca, 46 años) da la bienvenida a su casa, así se refiere al edificio de ladrillo que alberga la sede de la Fundación Secretariado Gitano en Madrid. Es su presidenta desde 2021 y aquí ha pasado 20 años peleando por los derechos de su pueblo. Hasta que hace cuatro años fichó por Ciudadanos y las batallas que antes daba en segunda fila, tocando puertas para lograr incidencia política, comenzó a darlas en primera línea, con un escaño en el Congreso de los Diputados. Allí “puedes hacer todo”. Como conseguir que el antigitanismo sea reconocido como delito de odio en el Código Penal....
Sara Giménez (Huesca, 46 años) da la bienvenida a su casa, así se refiere al edificio de ladrillo que alberga la sede de la Fundación Secretariado Gitano en Madrid. Es su presidenta desde 2021 y aquí ha pasado 20 años peleando por los derechos de su pueblo. Hasta que hace cuatro años fichó por Ciudadanos y las batallas que antes daba en segunda fila, tocando puertas para lograr incidencia política, comenzó a darlas en primera línea, con un escaño en el Congreso de los Diputados. Allí “puedes hacer todo”. Como conseguir que el antigitanismo sea reconocido como delito de odio en el Código Penal. “Es para enmarcarme el BOE, lo que seguramente haré”, bromea ahora con orgullo por el camino andado y tristeza por el que deja de recorrer. Ella, “tozuda y peleona”, logró estudiar y licenciarse en Derecho, la única de sus cuatro hermanos. Ha vivido desde dentro la caída de un partido. No está de acuerdo con la decisión de no presentarse a las elecciones generales. “Yo ante la adversidad siempre he peleado, mi vida se ha caracterizado por eso”.
De Giménez no se esperaba que se licenciara en Derecho, ni que se convirtiera en la primera gitana en representar a España ante la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia del Consejo de Europa, que tiene sede en Estrasburgo. Sus contextos, dice, “siempre han sido adversos”, así que agradece las “estrellas en el camino”. Los profesores que lucharon por ella, la vecina que tenía una enciclopedia y que la dejaba estudiar en su casa, porque en la suya no había. Se le llena la boca al hablar de la “valentía” de su familia, que se dedicaba a la venta ambulante, y cómo pasaron del miedo de los primeros años al orgullo que derrochan ahora. “Mis padres rompieron moldes entre los gitanos de mi localidad, porque aunque sufrieran al principio con los comentarios que les advertían de que me iban a perder, decidieron apostar por mi camino, que es este. Yo nunca he perdido mi identidad”.
Así que Giménez enumera las barreras que fue superando a medida que pasaban los años. No solo siguió estudiando tras la EGB, sino que además se matriculó en Derecho en Zaragoza. “Era la única gitana en el campus”. “No había abogados gitanos en ejercicio en mi ciudad, y yo empecé a hacer prácticas en un despacho, me colegié”, prosigue. Comenzó a trabajar para el Secretariado Gitano, a compaginarlo con la abogacía, y a tener cada vez más autonomía, a viajar mucho a Madrid, algo que no se esperaba de ella “como mujer y gitana”.
La quinta gran barrera que superó en su vida fue llegar al Congreso. Un día se le acercó Albert Rivera, entonces líder de Ciudadanos, y la fichó. “Cuando me planteo un salto tan grande es para dar voz a la causa social que yo conozco, a la causa gitana, pero también a las personas con discapacidad, a las personas en situación de pobreza, porque me he movido 20 años cercana al tercer sector”, defiende. En aquel momento, sintió que tenía la opción “de hacer una incidencia política directa”. “¡Qué suerte haberme subido a esta tribuna y defender con convicción las cosas en las que yo creo”, afirma. “Aun a fecha de hoy, te digo: ‘¿Cómo me ha podido pasar esto a mí? Y ha acabado”.
La entrevista se produce la semana después de que Ciudadanos haya decidido no concurrir a las elecciones del 23 de julio. Demasiadas cosas en muy poco tiempo. Siguió la noche electoral del 28 de mayo en Huesca, con su familia y sus dos hijos. Imaginaba malos resultados, pero no tanto. “Al día siguiente me metí en el AVE de Huesca a Madrid, triste”, recuerda. Pero aún así pasó todo el trayecto negociando enmiendas a la Ley de Enseñanzas Artísticas. Horas después, cuando estaba preparando su intervención en la comisión, Pedro Sánchez soltó la bomba: adelanto electoral. “No acabo de asumir que tenemos una convocatoria de elecciones generales, que luego empieza a haber esa visión en mi partido de no concurrir a las elecciones generales. Yo estoy pensando en los 390 concejales, en los 300.000 votantes… Soy mucho de implicarme con la gente y te genera frustración”, sostiene. “Ante la adversidad, siempre he peleado”. Y sigue: “¿Por qué no pelearlo? Si quieres ser un puente, evitar extremos y tener una posición sensata…”.
Así que lleva unas semanas duras, en las que se acuerda de los compañeros de grupo, del equipo técnico. ¿Qué ha fallado? “Teníamos que haber sido de centro de verdad”, afirma. “Si no sabes identificar bien tu espacio, ya hay otros partidos ocupando el espacio de centroderecha. ¿Qué ofreces distinto? Ahí hemos tenido una importante debilidad”. Ella defiende que Ciudadanos “es un partido de centro con corazón social”. “Si realmente piensas en un liberalismo y progresismo, hablas de igualdad de oportunidades, de la defensa de los derechos sociales”, continúa. “Hubo un momento en el partido, que la sociedad tenía una imagen tan ligada al centroderecha… Y yo nunca he sido hermana pequeña del PP en ninguno de mis discursos, he sido muy defensora de la igualdad de oportunidades y de los derechos y de las libertades”.
Discursos que han sorprendido a más de uno. En 2020, en una comisión de Derechos Sociales, Pablo Iglesias, por entonces vicepresidente del Gobierno, le soltó: “Sara, voy a decirle algo con lo que quizá no le haga un favor, pero se lo voy a decir: ojalá liderara usted Ciudadanos. Ojalá. A mí me gustaría mucho y creo que sería muy bueno para España también”. Ella se ríe: “A algunos les generaba cierto espejismo, no tenían identificado que un partido como Ciudadanos podía tener una defensa social con tanto músculo”.
Esa, dice, ha sido la motivación que ha guiado sus años en el Congreso, donde ha hecho un “máster parlamentario”. Al ser un grupo pequeño, el rostro social de Ciudadanos era ella. Cuenta 611 intervenciones entre pleno y comisión. “Entre mis mayores logros está el haber logrado las cosas con acuerdos y haber conseguido la prohibición de la esterilización [forzosa] de las mujeres con discapacidad y que el antigitanismo se reconozca [como delito de odio] en el Código Penal”. Lo primero fue gracias a una proposición de ley presentada por su grupo. Sobre lo segundo, asegura: “Lo curré como una leona”. Se aprobó como enmienda a la Ley de Igualdad de Trato y no Discriminación.
Su “mayor espinita” es que no ha logrado que se aprobara la Ley para Garantizar una vida digna a las personas con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). “La defendí con el alma”, asegura, “pero no lo conseguimos”. Pese a que todos los grupos parlamentarios del Congreso apoyaron en marzo del año pasado la tramitación de la proposición de ley presentada por Ciudadanos, el PSOE provocó que la Mesa del Congreso la bloquease una y otra vez, aprobando una prórroga en el plazo de presentación de enmiendas tras otra. Ella espera que sea “una de las primeras normas en la siguiente legislatura”. Y advierte: “Yo voy a seguir apoyándola, porque tengo claro que mis causas son las causas sociales, esté donde esté”.
Le gusta la política y no cierra la puerta a volver algún día, pero niega que la hayan tentado de otros grupos. “Imagínate que resurge un partido de centro. Pero yo creo que ahora, inmediatamente, mi vuelta está a mi lado profesional”. A su organización y a hacer “toda la incidencia” que pueda. El principal reto será el educativo. “El 63% del alumnado gitano no termina la secundaria obligatoria”, dice. Le tocará dar batallas internas: “Las propias familias gitanas tenemos que cogerlo con fuerza”. “El siguiente reto es el acceso a la vivienda digna, porque en casi todas las comunidades autónomas hay poblados chabolistas donde viven gitanos y migrantes. Luego están las incorporaciones laborales: triplicamos las tasas de desempleo de la población en general, y por género [la diferencia] se ahonda todavía más”. Y combatir el “rechazo social que sigue habiendo”.
Cuenta que hay jóvenes, niñas, que le escriben por redes. “Somos pocos los gitanos y las gitanas en puestos de responsabilidad”, lamenta. “Es un honor ver que soy referente”, prosigue. “Una mujer gitana puede llegar donde quiera. Hay personas que necesitan escuchar esto”.