Julia Gavarrete: “La ley mordaza se ha impuesto en El Salvador”
La periodista de ‘El Faro’ ha sido galardonada con el Ortega y Gasset a la mejor historia periodística
Desde que el Gobierno de Nayib Bukele instauró el régimen de excepción en El Salvador, hace casi un año, el miedo a ser detenido sin causa justificada se ha adueñado de la población. Muchas personas huyen de sus casas y se mantienen escondidas para eludir un sistema de justicia que no ofrece garantías democráticas. La periodista Julia Gavarrete (Chalatenango, El Salvador, 33 años) ha plasmado el periplo de una madre y sus dos hijos, que en el pasado fue procesada (y absuelta) por asociación terrorista, en el repo...
Desde que el Gobierno de Nayib Bukele instauró el régimen de excepción en El Salvador, hace casi un año, el miedo a ser detenido sin causa justificada se ha adueñado de la población. Muchas personas huyen de sus casas y se mantienen escondidas para eludir un sistema de justicia que no ofrece garantías democráticas. La periodista Julia Gavarrete (Chalatenango, El Salvador, 33 años) ha plasmado el periplo de una madre y sus dos hijos, que en el pasado fue procesada (y absuelta) por asociación terrorista, en el reportaje Una familia que no debe nada huye del régimen de excepción, publicado en el diario El Faro y galardonado este miércoles con el Premio Ortega y Gasset a la mejor historia o investigación periodística.
Lo más difícil de este duro relato fue ganarse la confianza de Norma, Lorena y Gustavo. Escaparon cuando escucharon que en la zona rural donde vivían empezaron a detener a todos aquellos que hubiesen tenido un proceso penal. “Ustedes son los siguientes”, les amenazaron unos policías. A los minutos, salieron de casa con cinco dólares en el bolsillo y sin un lugar seguro al que dirigirse. Gavarrete advierte de que “pocas personas se abren de manera profunda” como esta familia y confiesa que se implicó en su día a día desde el momento en el que conoció su historia. “Vimos que en El Salvador estaba ocurriendo un nuevo tipo de desplazamientos forzados por miedo a ser detenidos por el régimen de excepción”, explica. Difícil fue también afrontar el trauma con el que estas personas cargan. ”Al contar su situación y revivir el pasado se quiebran totalmente. Retratan un proceso injusto que vivieron en el pasado. A pocas personas se les aplica un juicio justo”.
Sacar a la luz historias como la de Norma, Lorena y Gustavo es cada vez más complicado. Gavarrete observa que en El Salvador se está configurando un esquema legal que intenta frenar la labor periodística. “La ley mordaza se ha instaurado en el país. No se pueden publicar informaciones que generen zozobra. Si se difunden puede implicar prisión”. Bukele ha amenazado a los medios con 15 años de cárcel si reproducen mensajes de las pandillas, pero periódicos como El Faro intentan no sucumbir a las amenazas y siguen dando cobertura “a lo que ocurre en el país y a lo que le ocurre a las personas”. Gavarrete asegura que si no fuera por las “voces valientes” de quienes se atreven a relatar su caso, el periodismo no estaría cumpliendo su misión. Recuerda antes el país tenía un sistema judicial muy precario, débil e impune, pero ahora, con el régimen de excepción, no hay garantía alguna para poder demostrar la inocencia. “Y esto es lo que agrava aún más la situación de cualquier persona, que teniendo resoluciones absolutorias de jueces, se encuentran frente a la pared. Da igual que presenten pruebas que demuestren que no tienen relación con las pandillas. Saben que pueden ser detenidas. Y eso ha llevado a muchas familias a huir, a esconderse, a pasar hambre y a gastar los pocos recursos que tienen”.
Con este reconocimiento, la reportera salvadoreña considera que el periodismo recibe un fuerte espaldarazo para seguir “por el mismo camino” pese a los infinitos obstáculos. Especialmente cuando muchos profesionales han recibido ataques y amenazas. Más de una veintena de trabajadores de El Faro han sido espiados a través del programa Pegasus. “Es una herramienta tan sofisticada que nos lleva a pensar que es uno de los ataques más graves que hemos vivido. Conocen nuestro trabajo y saben con quién hablamos. Tienen el poder sobre nuestra vida”.