Baleira, el pueblo en pie de guerra contra la familia que violó a una niña: “Queremos que los destierren”
La hermana de la víctima, su marido y su cuñado lograron reducir su pena a solo tres años esta semana en la Audiencia de Lugo, tras reconocer que habían abusado de la menor entre los siete y los 13 años, hasta que dio a luz un bebé, hijo de uno de los hombres
Algunos miembros de la corporación municipal se han pasado desde el martes aplacando las “ganas de linchamiento de muchos vecinos” de Baleira que telefonean para desahogarse. El mismo día que la nieve sepultó las calles de este pueblo de la montaña de Lugo, cayó como un alud la noticia de que en una casa de la (nada apartada) aldea de Vilaselle, una niña había sido violada entre los siete y los 13 años, hasta que en 2016, ya con 14, dio a luz un ...
Algunos miembros de la corporación municipal se han pasado desde el martes aplacando las “ganas de linchamiento de muchos vecinos” de Baleira que telefonean para desahogarse. El mismo día que la nieve sepultó las calles de este pueblo de la montaña de Lugo, cayó como un alud la noticia de que en una casa de la (nada apartada) aldea de Vilaselle, una niña había sido violada entre los siete y los 13 años, hasta que en 2016, ya con 14, dio a luz un bebé en el hospital. Al mismo tiempo, todos se enteraron esta semana de que los causantes del horror habían sido la hermana mayor de la víctima, que forzó los abusos, el cuñado de la pequeña y el hermano de este. Nadie sabía nada hasta que el martes los tres miembros acusados de esa familia aparecieron en la prensa, sentados en el banquillo de la Audiencia Provincial, junto a los titulares que daban cuenta del ventajoso pacto al que habían llegado con la Fiscalía lucense: la pena de 11 años (y siete de libertad vigilada) para cada uno se veía reducida a solo tres (y cinco de libertad vigilada) gracias a que reconocían los hechos, a que el caso había estado encallado desde 2017 y a que habían pagado casi 50.000 euros de indemnización.
La lentitud de la Justicia y el secretismo con el que se llevó a cabo la instrucción desde el juzgado de A Fonsagrada (Lugo) para proteger a la menor benefició también a sus parientes, que hasta ahora han seguido llevando una vida normal en un pueblo de 1.158 habitantes donde todos se conocen. Cuando todavía no se ha plasmado el acuerdo del fiscal en la sentencia, la pareja acusada ha regresado a la casa de piedra que habita en el corazón de Vilaselle, un núcleo en el que también viven con sus familias un magistrado jubilado, el teniente de alcalde y un ganadero. Nunca sospecharon lo que sufría la pequeña cuando la veían “tímida”, “cohibida”, andando por la aldea.
Tampoco en el colegio sabían nada, ni después, cuando empezó secundaria en el instituto del Ayuntamiento vecino de Castroverde. “Iba a clase en el bus conmigo, hasta que durante el curso dejó de ir”, resume una excompañera de la víctima, que ahora tiene 21 años, ha estudiado Educación y ha rehecho su vida en otra provincia gallega. “Es inteligente, educada y muy linda”, describe un concejal del grupo de gobierno: “La última vez que la vimos por aquí fue a finales de 2021 en el tanatorio, cuando falleció de cáncer su padre, un hombre que había sido cartero, pero que acabó con una vida muy desgraciada y nunca se enteró de lo que estaba pasando”.
Entre 2015 y 2016, al quedar embarazada de uno de los dos varones jóvenes que —tal y como han reconocido— la violaban en la casa en la que vivía con su hermana y los padres de ambas, la niña se mudó al piso de su abuela en el centro de Baleira. Fuentes del Ayuntamiento y vecinos del pueblo explican que hubo un día de mucho revuelo, cuando acudió al lugar la Guardia Civil, porque la pequeña “se quiso suicidar”. Luego, por la localidad corrió la noticia de que la cría estaba embarazada, que había dado a luz, que la Xunta había entregado el bebé en adopción y que a la propia menor se la había llevado a un centro en la provincia. Ahí creyeron que “acababa todo”, sin plantearse que el padre del recién nacido pudiese ser uno de los adultos ahora pendientes de sentencia.
Retorno cada 15 días
“Pero la cría seguía volviendo a casa cada 15 días, a pasar el fin de semana con su familia, y nadie podía imaginar que ellos eran los monstruos”, relatan, con estas y otras palabras, varios vecinos que piden no aparecer en la prensa con sus nombres. Dicen que tienen “miedo”, “preocupación”: “Nosotros queremos que la Justicia destierre de Baleira a esta gente, que no los condenen solo a tres años, sino a 300. Pero, ¿quién puede tener fe en los fiscales y los jueces después de esto?”. “Ya antes de saberlo, todos los teníamos por gente conflictiva, que buscaba problemas donde no los había… En año y medio, o menos, estarán de vuelta. Y tememos que retornen reforzados, porque ven que esta atrocidad les sale casi gratis”, advierte un edil del PP: “Lleva más castigo el que roba una manzana… por muy dura que les sea la cárcel, después del delito que cometieron nunca va a compensar los años de calvario que padeció la niña, y en Baleira nunca lo vamos a olvidar”.
Este sábado al mediodía, el pueblo protagonizaba una concentración silenciosa “contra los abusos” en la plaza consistorial. “En la prensa salen noticias terribles todos los días, pero esta es espeluznante”, lamentaban vecinos conmovidos por las aberraciones que han empezado a salir a la luz esta semana tras el pacto con el ministerio público. Se confiesan “horrorizados”, singularmente, por el papel que jugaba en el trío de acusados la hermana mayor de la víctima, una madre de familia que ahora tiene 32 años. Hasta esta misma semana, la mujer, que tiene un negocio de organización de eventos y participó activamente en la comisión de fiestas, trabajaba con los niños de Baleira como acompañante del transporte escolar. Coincidió en el tiempo la noticia de que los procesados aceptaban la pena, reducida a la mínima expresión, con el temporal de nieve que obligó a suspender las clases. Con el deshielo, la acusada ya no estaba en el autocar y se había esfumado del grupo de WhatsApp que tienen los padres que llevan a sus pequeños a la piscina.
El viernes, a la hora de salida del colegio público de Baleira, en el núcleo principal de O Cádavo, un corro de madres y padres recordaban que Silvia F., hermana mayor de la víctima, y Manuel F. —marido de Silvia desde 2011 y jefe de taller de una empresa lucense de fundición y oxicorte— todavía siguen conviviendo en Vilaselle con sus hijos: una niña de nueve años que acaba de hacer la comunión y un pequeño de dos. Según el relato de los hechos de la Fiscalía, fue precisamente al quedarse embarazada de su hija cuando la acusada obligó a su hermana pequeña a satisfacer el hambre sexual de su esposo, además de los apetitos de Fernando, el hermano de este, que había empezado antes los abusos.
“La noticia cayó como una bomba; estamos en estado de shock”, describe el alcalde popular, Ángel Enrique Martínez-Puga. “Hay vecinos que no duermen desde que saben lo que pasó en Baleira; por la rabia, por la indignación, porque están con los pelos de punta”, asegura otro miembro del Gobierno local. Ahora, a la espera del fallo judicial y su ejecución, todos se preguntan qué será de los dos menores que quedan en la casa y de momento se conforman con manifestarse “en silencio” porque no conocen el contenido del escrito de acusación con el que inicialmente la Fiscalía reclamaba 11 años por cabeza. Un manifiesto, leído al final, exigía el sábado “justicia” para la joven abusada. Al acto, respaldado por los dos grupos políticos del consistorio, se sumaron también habitantes de otros municipios de la montaña de Lugo. “Sé de gente que no viene por miedo, porque tiene hijos. Pero yo acudiría a la concentración aunque se convocase en Madrid”, exclamaba un hombre en O Cádavo. “Vivir en este pueblo se nos va a hacer complicado, sabiendo que no los vamos a poder perder de vista mucho tiempo”, se quejaba uno de los vecinos que viven más cerca de la casa donde “se cocían, de puertas adentro, las atrocidades”.
El bebé que alumbró la víctima y que hizo saltar las alarmas en el hospital es algo menor que la hija mayor del matrimonio acusado. El mismo día del pacto sellado con la Fiscalía en la Audiencia, a primera hora de la tarde, la procesada publicaba una cita de Óscar González, un ideólogo de la inteligencia emocional, en Facebook: “La tranquilidad no se negocia […] con el tiempo aprendes a frenar la lengua […] a retirarte, a evitar esos lugares o personas que te hacen sentir incómodo. Y comienzas a proteger tu paz… tu círculo se vuelve cada vez más pequeño… y a su vez más saludable”.
Los móviles de los vecinos del municipio arden estos días compartiendo este texto y las fotos que la pareja ha publicado hasta ahora alegremente en esta red social, en especial una postal muy reciente en la que aparecen Silvia, Manolo y sus dos vástagos, además de la madre de la acusada y de la víctima, que no ha dejado de convivir con ellos. En la bucólica estampa se los ve sonrientes y vestidos, todos iguales, con pijamas navideños: “Os deseamos un feliz Año Nuevo 2023″, reza el texto sobreimpreso entre una lluvia de estrellas doradas.