Teresa Peramato: “Tenemos que ser capaces de detectar cada situación de abuso y cada situación de violencia”
La fiscal de Sala de Violencia sobre la Mujer reflexiona sobre el repunte de asesinatos machistas en diciembre, el papel del Estado y la sociedad
Cuando Teresa Peramato (Salamanca, 60 años) coge el teléfono el jueves 29 de diciembre, una de las primeras palabras que pronuncia es “crueldad”. Lo hace porque en las últimas semanas, diciembre no solo se ha convertido en el mes de 2022 con más asesinatos por violencia machista —11, hasta el viernes, confirmados—, sino también un mes en el que se produjeron homicidios que tocaron especialmente no solo a Peramato, la fiscal de Sala de Violencia sobre la Mujer, sino al resto de instituciones y a la sociedad, por esa “crueldad” con la que se dieron, aún más aguda de la que ya subyace a estos crí...
Cuando Teresa Peramato (Salamanca, 60 años) coge el teléfono el jueves 29 de diciembre, una de las primeras palabras que pronuncia es “crueldad”. Lo hace porque en las últimas semanas, diciembre no solo se ha convertido en el mes de 2022 con más asesinatos por violencia machista —11, hasta el viernes, confirmados—, sino también un mes en el que se produjeron homicidios que tocaron especialmente no solo a Peramato, la fiscal de Sala de Violencia sobre la Mujer, sino al resto de instituciones y a la sociedad, por esa “crueldad” con la que se dieron, aún más aguda de la que ya subyace a estos crímenes. Menciona en un primer instante el crimen que cometió Rogelio, un exmilitar de 68 años que dejó morir a María, con 67 años, esclerosis múltiple y alzhéimer. Se cayó un martes en el pasillo de su casa y él la dejó ahí, cinco días tirada en el suelo, en su piso en Puente de Vallecas, en Madrid, hasta que murió. El de Juan José, el hombre que acuchilló a Elena, su pareja desde hacía más de 10 años, embarazada a cinco días de dar a luz. Lo hizo en el patio del chalé donde vivían en Escalona (Toledo), delante de sus dos hijos, de 12 y 13 años.
En ambos casos existían denuncias previas. María, con una orden de protección vigente en 2020, volvió a convivir con Rogelio después de pasar el confinamiento en casa de una de sus hijas, en Sevilla. La denuncia de Elena, de 2009, fue “archivada y se encontraba actualmente inactiva, además de que nunca conllevó una orden de alejamiento, como había solicitado la mujer entonces”, según explicaron este jueves fuentes de la investigación.
¿Falló el sistema, hubo grietas? La fiscal cree que “hacer valoraciones en general puede llevar a conclusiones equivocadas” y que en esta violencia, con características tan específicas y circunstancias tan diferentes, hay que analizar “caso por caso”. Recuerda también que, por cómo funciona el círculo de la violencia, hay ocasiones en las que las víctimas, después de decidirse a denunciar, dan un paso atrás.
Quien conoce la violencia, añade, “sabe que esto no es responsabilidad de las víctimas, sino del propio funcionamiento del círculo de la violencia”, en el que el control y el dominio del agresor, también el miedo, mantienen sometidas a las mujeres. Sin contar además con la dependencia emocional que se genera, también en muchas ocasiones la económica o el terror de las consecuencias para ellas y para sus hijos e hijas, cuando los hay.
En muchos casos, como en algunos de este último mes, “el individuo tenía antecedentes con otra u otras parejas, lo que supone un factor de riesgo gravísimo”, pero hay otros, matiza, en los que esos antecedentes no aparecen: “Son muchos los hombres violentos que han finalizado la relación con una pareja y que de nuevo repiten patrones de control y de abuso con las siguientes, pero como nunca hubo denuncia, a ese hombre nunca nadie le paró los pies”.
Cuando las mujeres logran salir solas del maltrato al que están sometidas, “muchas veces no quieren denunciar, ni ellas ni quienes conocen la violencia”. Algo que, asegura Peramato, es totalmente comprensible, pero apunta el problema que supone: “Ese señor volverá a tener una relación y repetirá ese comportamiento y no habrá ningún registro de que ya lo había hecho”.
Sobre esa cuestión específica, el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, en una rueda de urgencia por el repunte de homicidios en la que compareció, informó de que hacía un mes había remitido una consulta a la fiscal de violencia sobre la mujer, a Peramato, sobre si se podía informar, y cómo, a las nuevas parejas de agresores con antecedentes de que ese hombre estaba registrado en el sistema como un maltratador. “Así fue”, dice la fiscal, que no puede contar el contenido de lo que envió a Interior pero sí que consultó con el fiscal especialista en protección de datos: “Remití mi informe advirtiendo de las circunstancias que se deben tener en cuenta a la hora de decidir. Sé que están trabajando sobre ello”.
Más allá de ese posible cambio que se pueda dar desde el área de Grande-Marlaska, Peramato asegura que “se hace cada vez mejor”, que “el porcentaje de las sentencias condenatorias en estos casos es del 70% y se otorgan muchas órdenes de alejamiento y de protección”. El año pasado se impusieron 37.235 órdenes de protección y el anterior, en medio de la pandemia, 35.948. Ahora, por este pico de homicidios en diciembre, el Ministerio del Interior anunció este jueves que se van a reforzar las medidas contra los agresores reincidentes y también las de protección a las víctimas de violencia machista.
Víctimas con especial vulnerabilidad
El miércoles se reunieron para la primera sesión del comité de crisis de esta violencia Igualdad, Interior, las autonomías y las unidades de violencia, y este viernes, el área de Irene Montero “ha solicitado una reunión urgente” con el de Marlaska para poner en común medidas en las que están trabajando, entre ellas, algunas relativas a la extensión del sistema Viogén, al aumento de recursos y personal para la atención integral, sobre todo en la atención psicológica y la diversificación de recursos para las víctimas más vulnerables.
Peramato aludía a lo mismo. Se extendía en explicar cómo diciembre ha puesto de relieve el crisol de circunstancias que cruzan a las víctimas de violencia de género como situaciones económicas y administrativas distintas, edades avanzadas, discapacidades, situaciones de drogodependencia o mujeres con gran dependencia, precisamente, de su maltratador: “Son factores de vulnerabilidad que se suman al de género, y tenemos que ser “capaces de detectar cada situación de abuso y cada situación de violencia”. Para eso, insistía, “el peso debe estar en la prevención”.
También en un contexto político y social como el actual, donde los discursos negacionistas de la violencia de género “no solo afectan, por supuesto, a las mujeres que son víctimas de violencia o a su entorno, sino que también producen un efecto letal en los niños y niñas que conviven con esa violencia”. Apunta una cifra: en el 60% de los casos de maltrato que se conocen [y se calcula que solo denuncia el 21% de las mujeres maltratadas], los menores han presenciado violencia física o sexual dentro de su casa. Y otra: el 51,7% sufre directamente esa dinámica violenta. “A poco que mires, si quieres ver, la violencia está ahí, es innegable”.
Responsabilidad de la ciudadanía y de los medios
Habla también del papel de los medios de comunicación: “Hay que decirle a la sociedad que esta es la realidad que tenemos, sin aditamentos innecesarios ni violar la intimidad, pero la ciudadanía tiene que saberlo y concienciarse de que este es un problema de todos, no de esas 49 mujeres que han sido asesinadas este año ni de las 1.182 que llevamos hasta ahora en las cifras oficiales desde 2003, sin olvidarnos de los intentos de homicidio o de los que se cometen fuera de las relaciones [los feminicidios sexuales, familiares o sociales]”. Y de la responsabilidad, también, de la ciudadanía: “Sabemos con claridad que los únicos que pueden poner freno a los agresores son la policía y la justicia, fallaremos en algunas ocasiones, sí, pero no en muchas otras, y la única forma de pararles los pies a los agresores es que la policía y la justicia conozcan lo que está pasando. Denunciar al más mínimo detalle de que está pasando algo”.
Para aquellos que aún caen en el “eso es cosa de ellos, de la pareja, es su privacidad”, Peramato recuerda que “cuando hablamos de violencia machista, de control y abuso, no son circunstancias normales que se puedan amparar bajo el paraguas de la privacidad ni la intimidad ni bajo ningún aspecto de una relación sana, la violencia no es una relación normal”.
“Identificar los actos más leves de dominio” que ejercen los agresores al principio, el “conocimiento claro de que los celos y el control no son amor” y de que “el amor solo encaja en el respeto hacia la libertad del otro”, son cuestiones que la fiscal cree imprescindibles que permeen en la sociedad. Para que deje de confundirse el amor mal entendido como romántico con dinámicas de violencia y para que desde fuera [de la pareja] se termine con la idea que lo que ocurre “es cosas de dos”, porque “lo que en realidad es, es un problema estructural que afecta a toda la sociedad”.
El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 52 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.