El Ayuntamiento de Xàbia estudia retirar su premio honorífico al carmelita acusado de abusos en Vila-real
Una nueva víctima se une a las denuncias contra el rector del internado en los años setenta: “Conozco a esos niños de la foto. Todo lo que cuentan es exactamente así. A mí también me pasó”
El Ayuntamiento de Xàbia, en la provincia de Alicante, está estudiando la posibilidad de retirar el premio honorífico 9 d’Octubre que le concedió en 1999 a Francisco Armell, el religioso carmelita ahora acusado de abusos en el internado de esta orden en Vila-real (Castellón), en los años setenta, y nacido en la localidad. Estos premios se crearon en 1996 y con ellos “el Ayuntamiento reconoce institucionalm...
El Ayuntamiento de Xàbia, en la provincia de Alicante, está estudiando la posibilidad de retirar el premio honorífico 9 d’Octubre que le concedió en 1999 a Francisco Armell, el religioso carmelita ahora acusado de abusos en el internado de esta orden en Vila-real (Castellón), en los años setenta, y nacido en la localidad. Estos premios se crearon en 1996 y con ellos “el Ayuntamiento reconoce institucionalmente a las personas, colectivos y entidades que han influido positivamente en la población”, según la información municipal. Se entregan en un acto institucional el 9 de octubre, día de la Comunidad Valenciana. La publicación este miércoles de un reportaje en EL PAÍS que sacaba a la luz varios testimonios contra el religioso, ya fallecido, que lo describían como un depredador, coincidió con la reunión mensual de la Comisión de Cultura de consistorio de Xàbia, que precisamente debía abordar la próxima entrega del premio, dentro de dos semanas. El concejal de Cultura, Francisco Moragues, informó a los presentes de la noticia y, dada la gravedad de las acusaciones, acordaron que debían plantearse la posibilidad de retirarle la distinción, según confirman fuentes municipales.
Es una decisión inédita, que requiere la aprobación del pleno municipal, y para ello la comisión está ampliando información sobre el caso. Ya se ha puesto en contacto con la congregación del Monte Carmelo, distinta de los carmelitas descalzos, para saber el resultado de la investigación interna, abierta hace ya 15 meses, y si ha confirmado las acusaciones. La orden, no obstante, guarda silencio desde hace más de un año y, pese a sus promesas de “transparencia total”, se niega a informar del resultado del proceso canónico abierto contra Armell y L. G., otro religioso del mismo centro. Por otro lado, la congregación es sospechosa de encubrimiento, pues tras la denuncia de un alumno, Armell simplemente fue enviado de misionero a República Dominicana y Puerto Rico, donde pasó cerca de 30 años. Este diario ha vuelto a intentar obtener explicaciones de los carmelitas, sin éxito.
Entretanto, la publicación del artículo ha hecho emerger un nuevo testimonio contra el religioso, y el total se eleva ya a cinco. “Cuando he visto la noticia me ha impresionado mucho: conozco a todos los niños de la foto. Conozco a los compañeros que sufrieron los abusos, y confirmo todo lo que cuentan, es exactamente así. A mí también me pasó”, relata un antiguo alumno del seminario, J. L. C. Él también denuncia los abusos de Armell: “Me llevó un día a su habitación, porque era quien repartía las pagas, y con esa excusa nos llamaba uno a uno. Me sentó en sus piernas, empezó a acariciarme y a tocarme, también los genitales. Luego me preguntó si tenía alguien de confianza a quien le contara mis secretos en mi pueblo, porque sabía que yo tenía un tío carmelita, y le dije que sí, que a un cura de mi pueblo. No era verdad, pero yo intuí que debía decírselo, para protegerme. Entonces ya no se me acercó más, porque vio que podía traerle problemas. Aun así, yo nunca le conté esto a nadie, era algo que te daba vergüenza. Hasta hoy”.
Este exalumno, tras leer la noticia, contactó con antiguos compañeros y al menos uno le confirmó que también había sufrido tocamientos del religioso en la enfermería. “Eso era algo habitual, estaba allí, hacía de médico, y aprovechaba para sobarte. Por otro lado, todo esto se sabía, había rumores sobre los preferidos, él los rondaba y los veías pasar por su despacho”, recuerda J. L. C.. En todo caso desea dejar constancia de que “el colegio era estupendo, era moderno, no llevábamos uniforme, eran unos frailes progresistas, buenos profesores, con los que teníamos muy buena relación. Hacíamos teatro, escuchábamos música, teníamos una gran biblioteca”. “Eran curas magníficos de los que guardo un gran recuerdo y a los que agradezco su dedicación pedagógica y humanista, siendo como soy un defensor de la laicidad”, razona.
“Todo esto es abominable, pero no quiero que se sepa como algo morboso, sino como algo que ha podido traumatizar a chicos. En mi caso lo encapsulé en su momento. Y ha vuelto con el paso del tiempo. No sé de qué manera era pudo influir en mis primeras experiencias sexuales. Pero he tenido la suerte de colocarlo de alguna manera. Sé que en otras personas es algo traumático de por vida y por eso hablo de ello ahora”, prosigue J. L. C.. “Siempre pensé que en algún momento estas cosas horribles saldrían a la luz y seguro hay otros que por estar traumatizados, por miedo o por querer olvidar, no se atreven. Y todo ello no puede quedar impune. Siendo un colegio del que tengo muy buenos recuerdos, la vida de esos colegios, el celibato de los curas, la búsqueda de afectos de niños y adultos, puede llevar a engendrar monstruos, que es lo que ocurrió con Armell y tantos otros que aún no conocemos. Me animo a contar esto para que se pierda el miedo y se señalen las situaciones que propician que estos monstruos generen dolor y sufrimiento”.
Los denunciantes esperan que ahora otros antiguos alumnos se sumen a ellos, para corroborar las acusaciones y que se conozca la dimensión de lo ocurrido. Los testimonios recogidos hasta ahora por este diario contra Armell relatan que, además de ser muy violento y conocido por sus palizas, se quedaba cada día a solas con algún alumno: “Por las noches siempre llevaba a alguno a su habitación, y éramos unos 80 niños en el dormitorio”. Otro recuerda que “en las excursiones sorteaba quién iba con él en el coche y quién dormía con él, ganaba quien acertara un número que él pensaba, y elegía a quien quería”. Una de las víctimas, Emilio Alventosa, llegó a pasar fines de semana en su casa e, incluso, las vacaciones de verano en su casa de Xàbia, su pueblo.
Juan Luis Chueca, el exalumno que denunció los abusos a los carmelitas en 2021, no comprende el silencio de la orden: “No entiendo que se escondan como un avestruz y no expliquen todo lo que saben. Aquí nadie pide dinero, pedimos un perdón público y que no se callen, porque si no podemos quedar como falsos acusadores, un grupo de exalumnos que se inventa unas acusaciones”. Pese a que fue el denunciante de los hechos, Chueca afirma que nunca ha sido llamado a prestar declaración en el proceso canónico que los carmelitas aseguraron haber abierto en junio de 2018, ni ha tenido ninguna entrevista personal con la orden. Tampoco le han comunicado el resultado de la investigación ni ha vuelto a tener noticias de los carmelitas.
El caso de Armell y del otro carmelita acusado, L. G., han sido incluidos en los dos informes de EL PAÍS, con un total de 451 acusaciones no publicadas hasta ahora, entregado a la Iglesia y al Defensor del Pueblo. Los casos que han salido a la luz ascienden por ahora a 840 acusados, con al menos 1.594 víctimas, según el recuento que lleva este periódico ante la ausencia de datos oficiales.
La información sobre la trayectoria de Francisco Armell que se recoge en internet, de los carmelitas y medios locales valencianos, indica que, antes de recalar en el seminario de Vila-real, estuvo en los años sesenta de sacerdote en una parroquia de Madrid, Nuestra Señora de Sonsoles, en el barrio de Pueblo Nuevo. Después, tras abandonar Vila-real a finales de los setenta, se fue de misión a Jimaní, en República Dominicana, en la frontera con Haití. Años después cambió de destino, a Puerto Rico, primero a Morovís, y luego a Ciales, dos poblaciones de montaña. Terminó a mediados de los ochenta en la capital del país, San Juan. Vivió en Residencial Público Luis Llorens Torres, una zona degradada de viviendas oficiales, donde llevó la iglesia de la Sagrada Familia, que también tenía un colegio parroquial. Hacia 2007 regresó a España, por problemas de salud.
Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es. Si es en América Latina, puede escribir a abusosamerica@elpais.es