Los abusos desde dentro: así percibe una veintena de clérigos la pederastia en la Iglesia

Un equipo de investigadores publica el primer estudio cualitativo sobre la visión que tienen los curas y religiosos españoles sobre las agresiones sexuales a menores. Sienten vergüenza por los hechos, pero definen la cuestión como un ataque de los medios y se muestran equidistantes con los agresores

Una denunciante de un caso de abusos en la Iglesia entra en el monasterio de Sant Cugat, en Barcelona.Gianluca Battista

Un ataque de los medios de comunicación contra la Iglesia. Esta es una de las conclusiones que un equipo de investigadores de la Universidad Oberta de Catalunya ha extraído del primer estudio cualitativo sobre la visión que tienen curas y religiosos sobre la pederastia en la Iglesia española. La muestra, limitada, se ha extraído de una veintena de entrevistas, todas en Cataluña, en las que las respuestas revelan cómo el clero evalúa el escándalo: se muestran equidistantes con los agresores, rechazan que la institución sea responsable de los hechos y, a pesar de admitir que sienten “vergüenza”,...

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Un ataque de los medios de comunicación contra la Iglesia. Esta es una de las conclusiones que un equipo de investigadores de la Universidad Oberta de Catalunya ha extraído del primer estudio cualitativo sobre la visión que tienen curas y religiosos sobre la pederastia en la Iglesia española. La muestra, limitada, se ha extraído de una veintena de entrevistas, todas en Cataluña, en las que las respuestas revelan cómo el clero evalúa el escándalo: se muestran equidistantes con los agresores, rechazan que la institución sea responsable de los hechos y, a pesar de admitir que sienten “vergüenza”, “indignación” y pesar por el gran dolor que sienten las víctimas, minimizan la gravedad al decir que “[en España] no ha habido tantos casos”. Algunos reconocen que el poder espiritual del clero sobre los niños es una condición que facilita la actuación de los pederastas. “Puedes hacer como un padre hace con su hijo. El sacerdote puede decirle a un niño en un campamento: ‘Durmamos juntos en el saco”, alerta un cura sobre este asunto. El trabajo, “el primero de este tipo en el mundo”, según sus autores, supone una primera aproximación a la opinión de los sacerdotes y religiosos sobre el problema.

Josep Tamarit, catedrático de Derecho Penal, y Marc Balcells, profesor de Estudios de Derecho y Ciencia Política, han liderado al equipo que ha realizado este trabajo, titulado Between sanctity and real life (Entre la santidad y la vida real) y publicado el pasado marzo en la revista Sexual Abuse. La investigación apunta que no se trata solo de un problema provocado por un grupo de personas que, de manera individual, han cometido estos delitos, sino que existen factores estructurales dentro de la Iglesia que han creado circunstancias en las que se han cometido los abusos durante décadas: el poder que la institución ha ejercido sobre la sociedad durante siglos, la estructura jerárquica que la rige, la imposición de normas como el celibato que reprimen la sexualidad de sus miembros y la opacidad de cómo educa y controla a sus clérigos.

Estas conclusiones contradicen el discurso oficial de los obispos que, hasta ahora, se ha enfocado en referirse a la pederastia como un problema de “unos pocos casos aislados” y niega que la idiosincrasia de la institución favorezca la comisión de estos crímenes y su encubrimiento. Los autores del informe reconocen que “las respuestas obtenidas en esta investigación no son generalizables, ya que la muestra es muy pequeña y no es representativa de todos los sacerdotes”, señala Tamarit. No obstante, este experto añade que las respuestas “muestran las tensiones y la pluralidad que hay en el interior de la institución, que la posición mucho más monolítica y defensiva de la jerarquía no permite ver”. Las entrevistas duraron entre una y dos horas. Las preguntas iban desde la evaluación del problema —”¿Cree que las acusaciones son generalmente ciertas?”— hasta los factores de riesgo que facilitan la comisión de los abusos —”¿Cree usted que hay aspectos organizacionales de la iglesia que favorecen la comisión de abusos?”—.

Para los autores, conocer y analizar esta percepción interna “es básico para adquirir una mayor comprensión” de las causas de esta lacra y para que, a partir de ahí, la Iglesia pueda ejecutar las reformas adecuadas para atajar el problema y reparar el daño. Aunque la muestra de entrevistas es pequeña, las respuestas de los religiosos —ninguno de los cuales está acusado de abusos— permiten conocer cómo se percibe el escándalo dentro de los muros de la Iglesia. Por ejemplo, la valoración de los clérigos sobre la responsabilidad de la jerarquía eclesiástica al tratar los abusos y su percepción sobre el encubrimiento es ambigua y refleja “un sentimiento de negación” del problema. Admiten que en el pasado estos asuntos se negaban y ocultaban, pero aseguran, en líneas generales, que la Iglesia en los últimos años ha actuado adecuadamente para combatir la impunidad.

Solo unos pocos y en muy pocas ocasiones utilizaron la expresión “abuso sexual”. En su lugar, usaban palabras como “abuso”, “abusos” o “agresión”, sin ninguna alusión a “sexual”. La mayoría optó por otros vocablos: “casos”, “quejas”, “acusaciones”, “faltas” o expresiones más indirectas como “este tema”, “esto”, “algo” o “cosa”. Los expertos interpretan este comportamiento “como una tendencia a desvincularse de una realidad”. A través de este análisis lingüístico, sostiene el informe, también se observa cierta comprensión hacia quienes abusan, con comentarios que revelan relativa equidistancia. Dice un religioso: “Estas personas han tenido que sufrir mucho… Tanto uno [la víctima] como el otro [el pederasta]”.

“La soledad genera sacerdotes extraños”

De sus discursos se desprende una cierta sensación de victimismo, especialmente cuando arremeten contra los medios de comunicación que han destapado el escándalo. Esta “condenación de los condenadores” estuvo presente en 19 de las 20 entrevistas. La mayoría acusó a los periodistas de “desacreditar a la Iglesia en su conjunto” y de retratar a todos los clérigos como posibles pederastas. “Los medios nos presentan como depredadores. La gente desconfía de nuestras escuelas, de nuestras actividades. Tengo miedo”, dice un entrevistado. Solo hubo una voz que se mostró a favor de las investigaciones periodísticas: “Los medios de comunicación han hecho un bien a la Iglesia y a las víctimas al difundir estos hechos porque, de lo contrario, la gente de la Iglesia no se habría dado cuenta de la magnitud”.

Los entrevistados no rehúsan hablar sobre la falta de educación sexual del clero. “La Iglesia ha condicionado mucho la moralidad hacia afuera, pero hacia adentro no ha habido educación y aquí hay grandes carencias”, dice uno. Del mismo modo, opinan que la condena de la Iglesia a todo acto sexual que no tenga fines reproductivos ha convertido la sexualidad en “un tabú”, reprimido tras las paredes eclesiásticas. “Hay una imagen muy negativa de la sexualidad y eso puede haber producido cierta vivencia represiva de los propios sentimientos, de los propios afectos”, dice otro. Y admiten que la atmósfera clerical en la que viven genera circunstancias que facilitan a los pederastas abusar de niños: la sensación de poder, la “inmadurez psicosexual” provocada por el celibato, el “narcisismo”, entre otros.

Una de las fisuras más grandes que señalan los entrevistados es la falta de un seguimiento constante de la institución a sus miembros, que debería empezar desde el proceso de selección de los candidatos. Muchos de los encuestados también perciben que la Iglesia es menos organizada y homogénea de lo que puede parecer desde fuera. “Piensan que somos un ejército superdisciplinado”, dice un clérigo. El informe afirma que este “descontrol” provoca que muchos religiosos y sacerdotes se sientan solos, circunstancia que la mayoría de entrevistados percibe como “un factor de riesgo” que posibilita la comisión de los abusos. “Es importante tener relaciones sanas con los amigos, con la familia. Si no es así, creo que genera sacerdotes extraños, que se ven raros, que son difíciles de tratar. Tengo hermanos que son personas raras”, dice otro religioso. Tamarit explica que la suma de sentimientos como la soledad, la sensación de la falta de apoyo y el celibato colisiona con “la idea de pureza totalmente enraizada en la Iglesia, donde se aspira a que los clérigos sean los templos de la perfección moral”.

Una veintena de entrevistas antes del escándalo

El trabajo se apoya en 20 entrevistas a sacerdotes y religiosos realizadas entre abril de 2019 y marzo de 2020. En esa fecha, la pederastia en la Iglesia española todavía no había llegado con fuerza al debate político y social. Solo este año en el que el Congreso ha encomendado al Defensor del Pueblo una investigación oficial sobre los abusos en la Iglesia y han aflorado cientos de casos en la opinión pública, los obispos han empezado a dar un giro a su actitud pasiva y han encargado una auditoría sobre lo sucedido al bufete Cremades & Calvo-Sotelo.

El propósito inicial de los investigadores era entrevistarse con más miembros de la Iglesia. Escribieron un correo electrónico a 121 personas para solicitar su participación, pero solo respondieron 38, y la mayoría se negó. Finalmente, el equipo consiguió entrevistar a 20 (12 sacerdotes diocesanos de seis diócesis y ocho religiosos —cuatro de ellos son cargos provinciales— de siete congregaciones). “Se contactó con siete diócesis [catalanas] solicitando, a través de sus secretarías, entrevistar a sus respectivos obispos: solo dos de ellas respondieron y declinaron participar en los estudios, mientras que el resto de las invitaciones quedaron sin respuesta. Al final, no fue posible entrevistar a ningún prelado”. El rechazo a participar, señalan los autores, también es un reflejo de la postura evasiva de la Iglesia española a tratar el tema.

Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, escríbanos a abusosamerica@elpais.es.

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