Un año de cárcel para el psiquiatra de la alta sociedad de Sevilla por el trato “humillante” a una paciente
Las denuncias de otras siete víctimas de Javier Criado por agresiones y abusos se archivaron por haber prescrito los hechos
Javier Criado, conocido como el psiquiatra de la clase alta sevillana, ha sido condenado a un año de prisión por un delito contra la integridad moral por el trato “inapropiado, soez y humillante” sobre una de sus pacientes. Es la primera condena que recae sobre este profesional de 72 años jubilado, pero otras 26 mujeres habían denunciado con anterioridad agresiones y abusos cometidos por él durante 35 años que tuvieron que ser archivadas por haber prescrito.
En la sentencia, la titular...
Javier Criado, conocido como el psiquiatra de la clase alta sevillana, ha sido condenado a un año de prisión por un delito contra la integridad moral por el trato “inapropiado, soez y humillante” sobre una de sus pacientes. Es la primera condena que recae sobre este profesional de 72 años jubilado, pero otras 26 mujeres habían denunciado con anterioridad agresiones y abusos cometidos por él durante 35 años que tuvieron que ser archivadas por haber prescrito.
En la sentencia, la titular del Juzgado de lo Penal número 9 de Sevilla es tajante al asegurar que la denunciante, que atiende a las iniciales M. G. G., “recibió en todo momento un trato inapropiado, soez y humillante del acusado que, sin llegar a interesarse en ningún momento por su historial psiquiátrico, continuamente le profería expresiones denigrantes e indagaba sobre su vida sexual”. La jueza sostiene que esa conducta dañó “la integridad de una persona muy vulnerable, en atención a su concreta situación médica”.
La denunciante acudió a la consulta de Criado en 2015 en busca de ayuda porque tenía ideas suicidas. En su primera sesión, a la que acudió acompañada de su entonces marido, el psiquiatra, “lejos de interesarse por su historial médico, empezó a indagar sobre su vida sexual”, según el relato de los hechos probados. “Entonces tú no tienes claro si te gusta más una polla o un coño”, le espetó. M. G. solo acudió a cuatro citas y en todas tuvo que escuchar cuestiones y comentarios alusivos al sexo, y llegó a recomendarle que “se pusiera tangas rojos, tacones altos, porque eso era lo que a su marido y a cualquier hombre se la pondría así [haciendo gesto simulando una erección]”.
En esas cuatro consultas que se prolongaron a lo largo de los meses de enero y febrero de 2015, tuvo que soportar que la llamara “loquita”, incluso en la sala de espera con otras pacientes. “M. G., que presentaba episodios ansiosos depresivos, solía marcharse de las consultas en estado de abatimiento y ansiedad y, tras consultarlo con su marido, optó por dejar de asistir, siendo atendida por otro profesional”.
M. G. denunció el 17 de diciembre de 2015 de manera conjunta con otras siete mujeres que refirieron hechos similares, pero que no llegaron a prosperar por declararse prescritos. Algunos de esos testimonios se escucharon durante la vista oral y sus declaraciones, además del propio relato de la víctima, determinan a la jueza a concluir que su versión es “totalmente creíble”, frente a las alegaciones que hizo Criado en el juicio en las que la tachó de “histriónica de libro”.
35 años de supuestos abusos
La conducta que Criado desplegó ante M. G. fue el resultado de años de perfeccionamiento de un método que giraba en torno a una obsesión por el sexo y en el que el psiquiatra se aprovechaba de su condición y de la fragilidad emocional de sus pacientes, tal y como se desprende de los relatos de sus presuntas víctimas en unas denuncias que no llegaron a prosperar. Su primera víctima acudió a su consulta en 1979, él tenía 29 años y ella era menor de edad. Lo primero que le preguntó es si le gustaban los orgasmos.
Fue la confesión de Matilde Solís, exesposa del duque de Alba, en su cuenta de Facebook en 2015, la que quebró un silencio colectivo de 35 años. A su denuncia en redes se fueron sumando las de otras 26 pacientes del psiquiatra que vieron reflejados en su testimonio los abusos que habían sufrido ellas mismas para saciar su ánimo libidinoso. Todas eran desconocidas entre sí hasta que compartieron sus experiencias en las redes sociales —que relatan una serie de abusos que incluyen relaciones sexuales plenas sin consentimiento―. De ellas, cinco sufrieron agresiones y tres eran adolescentes de 16 y 17 años. Solís se disparó con una escopeta de caza y otras mujeres de la clase alta sevillana tuvieron intentos de suicidio. Ese mismo año, 34 pacientes también denunciaron a Criado ante el Colegio de Médicos de Sevilla, pero el expediente disciplinario se suspendió sin resolverse.
Aunque en 2015 es cuando se quebró la aparente inmunidad de la que gozaba Criado —un psiquiatra prestigioso, que se movía a sus anchas entre la élite sevillana, columnista, presentador de un programa en Canal Sur, hermano mayor de la Hermandad de Pasión—, en 2005 ya fue denunciado por otras tres pacientes, cuando llegó a ser detenido. Pero una cuestionada instrucción archivó el caso dos años después.
Una de sus víctimas explicaba a este diario en 2015, bajo condición de anonimato, por qué consiguió que sus pacientes callaran sus abusos durante tanto tiempo. “Sabe jugar con la debilidad de la mujer pudorosa, que vive en una ciudad complicada, mucho machismo en la sociedad. Y a la que el estrés y la ansiedad llevan a acudir a un psiquiatra, algo vergonzante. Cuando te das cuenta del problema, te percatas de que es hermano mayor de una cofradía antigua, que escribe en el mejor periódico de Sevilla y, a pesar de todas esas barreras, te preguntan si estás segura de lo que cuentas. Te retraes y piensas que llevas una mancha en el ánimo, en tu alma, transformado en tumor”.
49 años después de que su primera víctima saliera aterrorizada de su consulta, una jueza ha dictaminado que Criado cumpla un año de prisión por su conducta, además de no poder acercarse a la demandante ni comunicarse con ella a menos de 300 metros durante dos años y a indemnizarle con 5.000 euros en concepto de daños morales. El tiempo ha hecho desaparecer muchos de los prejuicios sociales que impidieron a muchas de sus otras pacientes denunciar los hechos, un tiempo que también ha jugado en su contra impidiendo que para ellas, como en el caso de M. G., sí haya reparación.