David Beriain y Roberto Fraile, el periodismo más honesto y necesario gana el Premio Ortega y Gasset a la mejor trayectoria
Fueron asesinados en Burkina Faso mientras realizaban un reportaje. El primer paso para solucionar los problemas, decían, es que se conozcan
Aunque a menudo no lo parezca, los periodistas precisan humildad para hacer bien su trabajo porque el oficio comienza por interesarse más en los demás que en uno mismo. Periodismo es tener muchas ganas de hablar, pero para preguntar. Se aprende practicándolo, es decir, escuchando, y es un servicio: algo que se hace para otros.
David Beriain lo tenía claro y buscó aliados como Roberto Fraile que compartieran esa forma de trabajar, que en reali...
Aunque a menudo no lo parezca, los periodistas precisan humildad para hacer bien su trabajo porque el oficio comienza por interesarse más en los demás que en uno mismo. Periodismo es tener muchas ganas de hablar, pero para preguntar. Se aprende practicándolo, es decir, escuchando, y es un servicio: algo que se hace para otros.
David Beriain lo tenía claro y buscó aliados como Roberto Fraile que compartieran esa forma de trabajar, que en realidad es una forma de vivir y de estar en el mundo. “Esta profesión”, decía, “te libera del mayor esclavizador que existe: nosotros mismos. El periodismo es la religión del otro, un aprendizaje constante sobre la naturaleza humana. Tratamos de proveer vidas, experiencias de otros que nos inviten a ponernos en su lugar y a ejercitar ese músculo del alma que es la empatía, una característica que hace a la sociedad y a los seres humanos mejores”. Por eso, cuando le preguntaban por qué hacía lo que hacía, respondía siempre: “Por las conversaciones”. Y cuando la pregunta era por qué se desplazaba en ocasiones a sitios lejanos y peligrosos, contestaba: “Porque a veces donde más clara se ve la naturaleza humana es en los extremos de la realidad, donde hay poco espacio para la impostura”.
En esa noble misión compartida, Beriain era las orejas y Fraile, los ojos. Sabían escuchar y sabían mirar y eso les abrió muchas puertas, les convirtió en proveedores de grandes historias. Lo auténtico, lo mejor, lo escondido… nunca se aparece ante los cínicos, solo ante los que se presentan sin prejuicios. Entrevistaron, en plena selva, a los restos de un ejército olvidado por la CIA tras la guerra de Vietnam, los hmong; entraron en el cártel de Sinaloa, en el corredor de la muerte en EE UU, en las maras de El Salvador…
Fueron asesinados en Burkina Faso el 26 de abril de 2021 mientras realizaban un documental sobre la caza furtiva, fuente de financiación de los terroristas. Un mes antes, una niña de seis años, Enara, había hecho a Beriain una entrevista para el colegio. Le preguntó si no les daba miedo ir a esos sitios a los que iban. El periodista contestó: “Paso mucho miedo y el miedo no es malo, es la forma que tiene nuestro cuerpo de decirnos que estamos haciendo algo que podría ser peligroso. Pero lo importante es que, a pesar del miedo, uno haga lo que cree que tiene que hacer. ¿Por qué voy? Porque los problemas, para poder solucionarnos, se tienen que conocer. Yo no lo voy a solucionar, pero podemos llamar la atención sobre las personas que toman las decisiones para que lo arreglen”. Sus asesinos querían enviar un mensaje: no queremos periodistas, es decir, no queremos que se sepa lo que estamos haciendo.
David Beriain tenía 43 años. Roberto Fraile, 47. Es difícil imaginar que un tándem tan excepcional vuelva a repetirse, pero es bonito pensar que en las facultades ahora mismo muchos jóvenes quieren imitarles, parecerse a los buenos.