El aborto en Estados Unidos: anatomía de una filtración
La publicación del borrador de la sentencia que está a punto de tumbar ‘Roe contra Wade’ carece de precedentes y ha dado origen a una investigación en el Supremo
Washington es una ciudad de periodistas. La capital del Watergate y de los Papeles del Pentágono. El hogar de Garganta Profunda y el bulevar de los sueños rotos de los reporteros jóvenes que llegan de todo el país para trabajar día y noche mientras sueñan con esa exclusiva. Es también ese sitio en el que una filtración aún puede convertirse en una fenomenal noticia por sí misma. ...
Washington es una ciudad de periodistas. La capital del Watergate y de los Papeles del Pentágono. El hogar de Garganta Profunda y el bulevar de los sueños rotos de los reporteros jóvenes que llegan de todo el país para trabajar día y noche mientras sueñan con esa exclusiva. Es también ese sitio en el que una filtración aún puede convertirse en una fenomenal noticia por sí misma. Sucedió el lunes por la noche, cuando la web Politico, fundada en 2007 para informar de los intríngulis del poder estadounidense, publicó el primer borrador de la opinión mayoritaria de cinco de los nueve jueces del Supremo contra el aborto. De confirmarse, derogaría el precedente de otro fallo del tribunal, Roe contra Wade, que garantiza desde 1973 el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en Estados Unidos, para devolver ese poder legislador a los 50 Estados.
Pese a tan feroz competencia por la primicia, es la primera vez en la historia moderna de la institución en la que se produce un escape de esas características, que amenaza con cambiar para siempre sus reglas del juego. De momento, ha precipitado una investigación, puesta en marcha por su presidente, John Roberts, para localizar el punto exacto de la fuga. En un comunicado, emitido el martes, sentenció: “Si esta traición a la confidencialidad que rige nuestra labor pretende socavar nuestra integridad, no lo conseguirá. Nuestro trabajo no se verá afectado de ninguna manera”.
Ese secreto en el que hasta ahora habían operado los nueve magistrados (y sus equipos de asesores y ayudantes) se daba por descontado en Washington como garantía de la integridad de una institución que, en cierto modo, se colocaba por encima del resto. Hay filtraciones (interesadas, casi siempre) de la Casa Blanca, del Pentágono y del poder legislativo (baste un ejemplo: el comité que investiga en el Congreso el asalto al Capitolio es todo un manantial de noticias frescas). Pero el alto tribunal siempre había quedado al margen: se informaba del sentir de los jueces en tal o cual deliberación (el periodismo sobre el Supremo se basa sobre todo en la interpretación de sus textos e intervenciones en la vista oral) e incluso en una ocasión la revista Time adelantó una sentencia por dos horas, pero nadie recuerda la publicación íntegra de un borrador. Escrito en febrero por el juez conservador Samuel Alito, aún está sujeto a revisión y desde que se redactó también podría haber sufrido cambios.
Para el reportero Joshua Prager, quien en otoño pasado descubrió en su libro The Family Roe la identidad de la niña que estuvo en medio del caso original (su madre buscaba su aborto, pero la lentitud de la justicia provocó que naciera y fuera dada en adopción), lo sucedido esta semana es la demostración definitiva de que el Supremo se ha convertido en un “órgano político”. “Soy periodista, creo en las exclusivas, pero también soy un estadounidense que ama su país. Para que este funcione hay que dejar trabajar a esos jueces. A partir de ahora estarán paranoicos, y eso no es bueno”.
En un artículo de opinión publicado este miércoles en The New York Times, Adam Liptak, referencia en Washington para todo lo que tiene que ver con el alto tribunal, señala que esto solo viene a confirmar lo que “gran parte de la nación ya sabía”: que el Supremo actual no se abstrae de la polarización política que gobierna el país. “El desorden interno que sugiere la filtración es un golpe a su legitimidad, sentencia en un texto que arranca con un latinajo “tan viejo como el Imperio Romano”: “¿Cui bono? ¿A quién beneficia?”.
Responder correctamente a esa pregunta estrecharía el cerco sobre los posibles filtradores. Pero no es tan fácil, porque, como casi todas las cuestiones que surgen cada día en la escena política de un país cada vez más partido por la mitad, admite dos respuestas.
Podría servir a los intereses de los demócratas, que andan necesitados de estímulos para movilizar a sus votantes indecisos para las elecciones legislativas de noviembre, en las que llevan las de perder. Solo la noticia de que se acerca la derogación de Roe contra Wade ha logrado empujar a miles de sus simpatizantes a las calles de ciudades de todo el país. También es posible que quien haya filtrado el texto buscase mostrar una foto fija de las posiciones de los jueces en febrero para asegurarse de que estas no cambian en junio (o principios de julio), cuando se espera la sentencia definitiva.
La exclusiva de Josh Gerstein
El tipo que consiguió el papel es un reportero judicial de Politico llamado Josh Gerstein (que firmaba la pieza con Alexander Ward, de la mesa de nacional). Obviamente, no han revelado sus fuentes, pero el escándalo ha colocado a esas fuentes en el punto de mira, tanto que, según han señalado algunas voces, el FBI podría implicarse en la investigación. ¿Han cometido entonces algún delito? Los expertos en la Primera Enmienda, la de la libertad de expresión, están básicamente de acuerdo en que no. Paul Collins, profesor de Derecho de la Universidad de Massachusetts y autor de tres libros sobre la progresiva politización del Supremo, recuerda en una conversación telefónica que un documento como este no está clasificado como secreto oficial y cree que el tribunal preferirá llevar las investigaciones por sí mismo, aunque duda de que tenga la capacidad para ello. “Si dan con quién filtró la historia, recibirá un castigo probablemente más reputacional que efectivo. Hay muchos abogados jóvenes que trabajan una temporada allí y luego saltan a una lucrativa carrera en el sector privado, así que esa persona lo tendrá seguramente complicado para encontrar un trabajo, pero no creo que sufra más consecuencias penales”.
Todo periodista sabe que la sensación que tiene cuando la competencia le levanta una noticia (así se dice en la jerga) se parece bastante a los estadios que la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross fijó para definir las fases del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. En este caso, todo fue un poco más rápido. Los grandes medios estadounidenses se saltaron varios pasos y corrieron a publicar la exclusiva, replicada por reporteros que reconocían que, excepcionalmente, no habían podido contrastarla, a causa de la proverbial impenetrabilidad del Supremo. The Washington Post se justificó diciendo que “no tenían motivos para creer que el documento fuera falso”.
Gerstein concedió casi inmediatamente después de darle al botón de publicar una entrevista a Rachel Maddow, presentadora estrella de MSNBC, lo que hizo sospechar en directo a su contrincante, Laura Ingraham, de Fox News, que algo tramaba la izquierda en bloque (esta definió en dos ocasiones lo sucedido como de “insurrección contra el Supremo”). Gerstein se mostró en antena confiado de la autenticidad del borrador (”disponemos de información que sujeta esa apreciación”, añadió, con cierta cara de susto). No cuesta imaginar que cuando, al día siguiente, Roberts, el presidente del Supremo, admitió que el borrador era “auténtico, pero no definitivo”, el periodista de Politico, que tuiteó el comunicado rápidamente, pudo respirar aliviado.