“Éramos 900 niños. Era el harén del pervertido”. Los abusos en los colegios salesianos, la orden con más casos en el informe de EL PAÍS
La congregación investiga a 38 religiosos acusados de pederastia en 24 de sus centros. Los episodios se remontan desde los cincuenta a la década de 2000
Como si fuera una película de terror, Gaspar Castromil aún recuerda vívidamente el día de 1979 que perdió el hilo en la clase de matemáticas en el colegio salesiano de Vigo. El profesor estaba enseñando los decimales. Agitado y tembloroso, no conseguía concentrarse. Media hora antes de entrar en el aula, había estado en la sala de juegos del colegio ayudando al religioso Perfecto Fernández Mínguez a vender golosinas a sus compañeros. “Cuando nos quedamos solos, se metió unas chuches en el bolsillo. ‘Este es tu premio. Mete la mano y no la saques’, me decía. Me trastocó, subí a clase alucinado....
Como si fuera una película de terror, Gaspar Castromil aún recuerda vívidamente el día de 1979 que perdió el hilo en la clase de matemáticas en el colegio salesiano de Vigo. El profesor estaba enseñando los decimales. Agitado y tembloroso, no conseguía concentrarse. Media hora antes de entrar en el aula, había estado en la sala de juegos del colegio ayudando al religioso Perfecto Fernández Mínguez a vender golosinas a sus compañeros. “Cuando nos quedamos solos, se metió unas chuches en el bolsillo. ‘Este es tu premio. Mete la mano y no la saques’, me decía. Me trastocó, subí a clase alucinado. Nada volvió a ser igual”, relata. El episodio se repitió varias semanas. Su testimonio es uno de los 38 casos que afectan a los salesianos en el informe que este diario entregó al Papa y a la Conferencia Episcopal (CEE) en diciembre. Es la congregación con más casos del dosier. Las acusaciones se remontan desde los años cincuenta a la década de 2000, en 24 de sus centros educativos, que son 95 actualmente.
La orden subraya que está investigando cada caso. “Independientemente de que sean de hace años, o esté vivo o no el salesiano sobre el que tenemos esos testimonios, se iniciará el procedimiento canónico. En algunos de los casos que aparecen hay datos de referencias muy vagos, pero se estudiarán igualmente”, afirmó un portavoz salesiano al conocer el informe. Tras dos meses de indagaciones, la congregación ha comunicado ya algunos datos: no ha podido identificar a ocho acusados, 17 han fallecido, 11 salieron de la orden y dos continúan en ella. En total, si se suman los que ya se conocían anteriormente, la orden cuenta con 62 miembros acusados.
Castromil insiste en que lo que le pasó lo cambió para siempre: “Me jodieron la vida de estudiante. A un niño que le haces eso, lo llenas de miedo y de frustraciones. Empecé a hacer novillos para no estar con él. Durante cuatro o cinco días, dejé de ir al colegio. Y cuando ya vi que la situación se iba a conocer en mi casa, cogí un autobús y me fui a casa de mis abuelos a Pontevedra. Me escapé de casa. Nadie entendió nada”. No se lo contó a sus padres hasta finales de 2021, días antes de que el Vaticano, junto con el resto de decenas de casos que recibió, abriera una investigación contra su abusador. En ese mismo colegio era profesor el salesiano Segundo C. V., condenado en 2021 a 32 años de cárcel por abusar de seis menores.
El colegio de la orden de A Coruña es uno de los que más casos tiene. Un antiguo alumno que prefiere guardar el anonimato acusa al sacerdote y encargado de la cantina del colegio, D. S., alias Whisky, de abusar sexualmente de él y de varios niños de entre ocho y nueve años de finales de los sesenta a principios de los setenta. “Recuerdo que era un profesor corpulento y que le faltaban dos dedos en la mano. Un día, durante la hora de estudio, nos pidió a un compañero y a mí que fuéramos a ayudarle como monaguillos. Durante la celebración no se bebió el vino y, cuando acabamos, nos dijo en la sacristía que nos lo bebiéramos nosotros. Me dijo: ‘Lo habéis hecho muy bien, acércate y méteme la mano en la sotana para coger un caramelo’. Yo lo hice y lo que toque no fue un caramelo. Ya te puedes imaginar lo que era. Fue repugnante”, relata. Este antiguo alumno también comenta que Whisky “sobaba” y besaba a los alumnos cuando se confesaban con él. “Cuando estábamos en el confesionario sacaba un pañuelo con olor a colonia y nos pedía que lo oliéramos”, añade.
En otra ocasión, años después de sufrir los abusos, este antiguo alumno cuenta que fue al bar del colegio a comprar unas galletas y el niño que estaba de dependiente estaba temblando: “Me arrimé para mirar en el interior de la barra y me encontré con que el padre D. S. estaba agachado lamiéndole las piernas”. Sostiene que en A Coruña todo el mundo lo sabía. “Hemos sido cientos de víctimas. Me dijeron que tiempo después lo trasladaron a Cambados”, cuenta. En el centro hay otros tres hermanos acusados: M. V. R. , el hermano E. y el cura J. P. V., alias Pepiño. Este último era profesor de inglés a finales de los noventa y principios de 2000, según relata una antigua alumna que lo acusa de tocamientos a las chicas de la clase. Asegura que dos de ellas lo denunciaron a los responsables, pero el centro lo encubrió.
“Tenía todo el poder sobre mí”
Los abusos que relata Pedro Crespo datan de 1984, en un centro juvenil que la orden tenía en el barrio El Naranjo de Fuenlabrada (Madrid), cuando participaba y ayudaba al cura Diego Rodríguez Navarro a organizar las actividades de ocio. Un día, narra, Rodríguez lo sentó sobre sus piernas: “Comenzó a mordisquearme la oreja y a acariciarme el pene. Mientras me tocaba, me susurraba cosas al oído. Yo no sabía qué hacer ni a quién decírselo”, dice. El episodio, añade, volvió a repetirse al menos otras seis veces entre 1984 y parte de 1985. Rodríguez, comenta Crespo, era una figura respetada en el barrio que llegó a tejer una gran relación con sus padres. Muchas noches cenaba en su casa. “Había entrado en mi vida para quedarse y tenía todo el poder sobre mí”, declara. Esa confianza, explica, llevó al acusado a pedir a sus padres que pasara varias noches en la habitación de la residencia salesiana donde vivía e incluso que lo acompañara en una ocasión de excursión, los dos solos, a Álora, el pueblo malagueño de Rodríguez. Durante esas noches, detalla Crespo, el religioso lo tocaba y se masturbaba. Tras ese viaje, Crespo consiguió alejarse de él y no regresó nunca más al centro de la orden.
La lista de 251 denuncias de abusos que EL PAÍS ha entregado al Vaticano y la Iglesia española
En 2020 contactó con la orden para denunciar lo sucedido. En ese primer encuentro, un instructor lo interrogó sobre estos sucesos y levantó un acta, a la que ha tenido acceso este diario, que firmó un notario y dos testigos. “No me hablaron de compensación económica. Lo único que me han dicho en estos dos años es que lo apartaron y que enviaron a Roma el resultado de la investigación, pero no me dijeron qué habían dictaminado”, explica Crespo. La orden ha precisado a este diario que siguen a la espera de una respuesta del Vaticano.
Crespo desconfía sobre si realmente la investigación se ha realizado correctamente o si, incluso, informaron a sus feligreses de por qué lo habían apartado. La archidiócesis de Madrid publicó el 10 de julio de 2020 en su web una nota informativa sobre una misa de despedida en la parroquia de Soto del Real en honor a Rodríguez, templo donde estaba destinado. “El padre Diego ha ejercido como párroco durante 36 años en distintas parroquias confiadas a la congregación. A partir de ahora desempeñará su ministerio en un colegio de los salesianos”, aparece en la misiva. Rodríguez, de 76 años, también es un reconocido escultor, autor de grupos e imágenes religiosas. En 2015, de hecho, se inauguró en Carabanchel (Madrid) con motivo del bicentenario de Don Bosco, fundador de la orden, un relieve en bronce de este religioso esculpido por el ahora acusado.
Otro caso que afecta a los salesianos en Madrid es el del religioso Juan Calvo. Un exalumno del colegio San Miguel Arcángel, Pepe Guisado, lo acusa de abusar de él a mediados de los setenta. Cuenta que era el encargado de tocar el timbre durante los recreos: “Siempre estaba deambulando por el patio, cuando estábamos jugando al fútbol. De hecho, así fue como me cogió a mí”, relata. Durante un partido, recuerda, marcó un gol en propia puerta porque se había enfadado con sus compañeros. Calvo intervino. “Aprovechó ese revuelo para abroncarme y meterme en la papelería que había en la planta baja. Allí me hizo tocamientos durante unos minutos”, asegura. Unos años después se cambió a otro instituto de la capital, donde coincidió con un antiguo compañero salesiano: “Me dijo que también había sufrido tocamientos en el San Miguel Arcángel y con la misma persona”. En ese colegio, otro antiguo estudiante denunció a la Policía en 2019 al profesor Marcelino Antón por abusos sexuales en 1993. “Lo conté en 2018 y mi madre fue a hablar con el director. No hicieron nada”, relató el denunciante a EL PAÍS cuando se hizo público el caso hace dos años.
“Era la máxima autoridad”
El caso más antiguo señala al director del colegio María Auxiliadora de Santander en 1958. Germán Ortiz tenía 10 años cuando fue víctima de abusos, según su denuncia. “Cuando acababa el recreo, nos poníamos en fila y subíamos por las escaleras hasta nuestra clase. En la parte superior estaba el despacho del director. No se me olvida que, cuando pasaba por allí, me señalaba y me hacía entrar con él. Era un sitio grande y allí me hacía abrazarlo y acariciarlo. Recuerdo que tenía una sotana sucia y una barba muy cerrada. Era la máxima autoridad”, dice. Ortiz narra que siempre intentó esconderse entre el resto de niños para pasar inadvertido, pero el director siempre lo metía a él en su despacho. Pasó varias veces, hasta que lo contó en casa y su tío fue a hablar con el centro. No hubo denuncia civil. “Siento la impotencia de saber que aquel delito no tuvo consecuencias penales y estoy seguro de que siguió produciéndose con otros niños. Éramos 900 niños. Era el harén del pervertido”, subraya. En ese mismo centro, están acusados otros cuatro religiosos. Uno cuyo nombre no recuerda el denunciante, pero que era el responsable del boletín salesiano en los años sesenta. Los otros son M. S. A. y dos hermanos apodados El Fortu y El Lupas.
El encubrimiento, a pesar de las denuncias internas, es una dinámica que se ha repetido en muchos de los casos de abusos en colegios religiosos. Gabriel Estrada también lo vivió cuando, ya siendo mayor de edad en 1979, contó a don Andrés, el director del colegio salesiano de Puertollano (Ciudad Real), cómo el padre Zacarías abusó de él en 1969. “Era una eminencia que, recuerdo, había sido expulsado de otro sitio. Cierto día, cuando estaba jugando, me castigó y me llevó a las cocinas, donde trabajaba. Me desnudó, me sentó en sus rodillas y empezó a tocarme y a azotarme el culo. Me acuerdo de que noté como se excitaba. Cuando volví a clase, tarde, el profesor no me castigó y cuando le dije lo que había pasado, me dijo que ya lo sabía. Todo el mundo sabía lo que pasaba”, relata.
Sobre los acusados que abandonaron la congregación, la orden no indica si el motivo fue por los posibles abusos. Uno de ellos fue F. M. A., salesiano y profesor en el colegio Ramón Izquierdo de Badajoz, que tras abandonar el estado clerical siguió dedicado a la docencia. “Fue director de un colegio concertado en Badajoz. Todavía sufro las secuelas de la conducta de ese criminal. Me gustaría cruzármelo por la calle para decirle: ‘¿Por qué me jodiste la infancia?”, relata un antiguo estudiante que lo acusa de haber abusado de él, en repetidas ocasiones, de 1969 a 1975. La víctima cuenta que el entonces religioso entabló una gran amistad con la familia y que iba frecuentemente a su casa a pasar el día. “Después de comer en el colegio siempre me pedía que fuera a su despacho. Cuando entraba, cerraba la puerta y me sentaba en su regazo para ayudarme a hacer los deberes. Yo sentía cómo se movía para rozarse y notaba lo que ahora entiendo como una erección. Recuerdo que eyaculaba porque cuando salíamos del despacho tenía manchas en sus pantalones”, narra. La primera vez que sucedió, tenía 13 años. Otro profesor del centro, de iniciales J. B., también está acusado de abusar sexualmente de menores en 1974.
“Mi padre me hubiera echado la culpa”
A muchas víctimas, contar y denunciar públicamente lo sucedido les ha costado tiempo. A Rafael Raya, antiguo estudiante del centro salesiano en La Línea de la Concepción (Cádiz), nunca se le pasó por la cabeza contarle a su padre cómo el profesor y cura Don Ángel abuso de él en 1962. “Posiblemente, me hubiera echado la culpa. Aunque suene terrible decirlo”, cuenta. Era monaguillo y tenía ocho años cuando, dice, este sacerdote lo tocaba en la sacristía, después de dar la misa, y en su despacho, cuando contaban la recolecta. “Más tarde comprendí que los espasmos que este señor sufría durante esos tocamientos eran orgasmos. También recuerdo que, cuando nos daba clase, se iba a los compañeros que estaban en la última fila y les metía mano. Lo sé porque lo vi. Él nos decía: ¡Los demás, mirad para delante!”, narra. Esta víctima afirma que un tiempo después lo trasladaron a otro centro, pero que con el paso de los años lo volvió a ver paseando por las calles de la ciudad gaditana. “Lo trajeron de vuelta”, concluye.
Los motes de algunos de los acusados son una prueba de los rumores que circulaban sobre la pederastia en los centros donde impartían clase. Un ejemplo es el del religioso J. L. S., apodado como Xufa (pene en valenciano), en el colegio salesiano de Borriana, en Castellón. Un exalumno describe cómo organizaba entre los años 1975 y 1978 reuniones de carácter sexual en su despacho con varios grupos de escolares: “Éramos unos ocho compañeros de 15 años. Entramos y bajó sus cortinillas. No sé cómo vino el tema, pero empezó a hablar de la masturbación y del frenillo. Entonces, preguntó que quién se quería sacar el pene para poder explicarlo mejor. Hubo un niño que se lo sacó y él, sin tocarle, nos explicó lo que era. No volví a ir a ninguna de sus reuniones”, cuenta. Pardo también afirma que se citaba con otros alumnos en la enfermería, donde los hacía quitarse la ropa y les medía el cuerpo: “Un día vi a un amigo rojo y acalorado y le pregunté qué le pasaba. Me dijo que Xufa les había medido la cintura para saber cuántas veces se habían masturbado ese día”. En septiembre de 1978, dice este testigo, J. L. S. ya no estaba en Borriana. “Nos dijeron que lo habían trasladado a un centro salesiano en la Almunia de Doña Godina (Zaragoza)”, asegura.
Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es