Regreso a Estados Unidos tras el fin del veto a los vuelos por la pandemia: “Hace tres años que no veo a mi hijo”
El país reabre sus fronteras a los viajes no esenciales de los extranjeros vacunados después de la prohibición mantenida durante 20 meses por la covid
Después de volar ocho horas en un avión a tope, “sin previsión de almohadas o mantas para todos los pasajeros”, y de pasar un control de pasaportes pormenorizado (“con muchas más preguntas que otras veces”), Hugo, de 28 años, ha llegado este lunes al aeropuerto de Newark (Nueva Jersey), el tercero de la ciudad de Nueva York, consciente de que era un día histórico. “En el avión, en Barajas, todo el mundo lo comentaba, que era un día especial”. El primero, después de 20 meses, que ...
Después de volar ocho horas en un avión a tope, “sin previsión de almohadas o mantas para todos los pasajeros”, y de pasar un control de pasaportes pormenorizado (“con muchas más preguntas que otras veces”), Hugo, de 28 años, ha llegado este lunes al aeropuerto de Newark (Nueva Jersey), el tercero de la ciudad de Nueva York, consciente de que era un día histórico. “En el avión, en Barajas, todo el mundo lo comentaba, que era un día especial”. El primero, después de 20 meses, que Estados Unidos abría sus fronteras aéreas y terrestres a viajes no esenciales (de turismo, ocio o encuentros familiares; es decir, todos los que no son de negocios o estudios). Un periodo de aislamiento y alejamiento en el que Hugo y su novia, Clara, de 26 años, que trabaja en Chicago, solo pudieron verse dando un rodeo. Por México.
Este lunes a primera hora de la tarde, la pareja pudo encontrarse directamente, en la recepción de un hotel de Nueva York adonde Clara voló desde Chicago. Pero durante la pandemia el peaje obligatorio fue México. “No tenía ningún sentido ir a México, cuando los datos de incidencia del virus siempre han sido allí mucho peores que los de España; también los de EE UU. Así que el sentimiento que tenemos ahora es de alivio. ¡Por fin!”, suspira Hugo en la recepción del hotel tras encontrarse con Clara.
“Hemos sobrellevado el alejamiento con videollamadas, siempre esperando que levantasen la prohibición” para los viajes no esenciales, explican a dúo. “De hecho, cuando [desde el Departamento de Estado] anunciaron que sería a primeros de noviembre, compré un billete para el día 1; menos mal que pude cambiarlo por otro para hoy”, explica el joven. No obstante, reconocen ambos, han tenido suerte, ya que al final se han visto “casi cada dos meses, casi siempre en México”, salvo una vez que Hugo voló hasta Estados Unidos. Eso sí, normalmente con el ordenador a cuestas. “Es que los días de vacaciones no daban, así que he trabajado semanas enteras por la noche desde aquí. Si no fuera por el teletrabajo, habría sido imposible”, explica. El ordenador es lo único que se repetía en este viaje, libre por fin de extraños rodeos geográficos.
En Barajas, recuerda, hubo momentos dramáticos, de pasajeros a los que no se permitió embarcar por no tener la pauta de vacunación completa (“el control sanitario lo hacen las aerolíneas en Madrid, no a la llegada”). Pero fueron más los esperanzados. María Aurora López no conseguía parar de llorar. No había pegado ojo en toda la noche por el miedo que tiene a volar, y llegó a primerísima hora de este lunes al Aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas. Sujetaba el billete de avión con fuerza, como con miedo de que alguien se lo pudiera quitar, después de más de dos años esperando. “Esta noche finalmente podré volver a abrazar a mi hijo, ayer fue su cumpleaños y por solo 24 horas no pudimos celebrarlo juntos”, susurraba entre sollozos.
“Hace tres años que no veo a mi hijo, vive en Miami con su padre y teníamos planeado vernos antes de que estallara todo esto”, recordaba mientras enseñaba en el móvil una foto de Roberto, que acaba de cumplir 27 años. María Aurora, de 55, es originaria de Venezuela y vive en Tenerife. En cuanto se enteró de que podía volver a viajar intentó comprar los billetes de avión sin decir nada para sorprender a su hijo. Pero al final lo descubrió, comentaba divertido Roberto por teléfono desde el otro lado del Atlántico, “porque necesitaba ayuda con los papeles de la vacunación y todos los permisos”. Emocionado al igual que su madre, contaba las horas para ir a recogerla al aeropuerto de Miami. “No me ha dicho exactamente cuánto se va a quedar, tampoco importa. Voy a estar con mi madre, es todo lo que quiero”.
A las ocho de la mañana, la Terminal 1 de Barajas acogía el primer vuelo hacia el aeropuerto JFK de Nueva York tras casi dos años. Entre los muchos pasaportes azules de turistas estadounidenses, que han podido entrar en España sin restricciones —la falta de reciprocidad ha motivado fricciones diplomáticas con los países de la UE, incluidos en bloque en la prohibición de entrada—, de vez en cuando se podían reconocer algunos pasajeros españoles. Entre ellos estaban Adolfo Rivero y Encarnación Martín, con dos carros cargados de maletas. Tienen a dos hijos en Denver, aunque no escondían que son los nietos a los que más han echado de menos en estos meses. Este lunes se cumplían 600 días desde la última vez que estuvieron juntos. Se encontraban en Estados Unidos cuando empezó la pandemia, para conocer a la más pequeña de sus nietas, que tenía solo nueve meses. “Me voy a quedar todo el tiempo posible”, reconocía este lunes Encarnación, madrileña de 59 años. “En estos meses mi hijo mayor tuvo a su primera hija, necesito conocerla y hacer de abuela”.
Los esperaba en Denver Rocío, la pequeña de sus tres hijos. Está casada con un marine y vive en EE UU desde hace nueve años. “Antes de la pandemia, venían a visitarnos cada dos meses, porque mi padre ha trabajado toda la vida para una compañía de aerolíneas”, comentaba Rocío por teléfono. “Mi madre ha pasado tanto tiempo con nosotros que ha sido casi más madre que abuela para los mayores de mis hijos”, explicaba. “Por eso es la que más sufrió esta separación, estaba desesperada por volver a verlos, le estaba entrando la depresión”. El vuelo de sus padres iba a aterrizar a las diez de la noche, hora local. “Mis hijos han decidido no dormir, quieren ver a los abuelos en cuanto salgan del avión. Tengo el bolso lleno de pañuelos”.
Consuelo Neila, de 75 años, tampoco estaba dispuesta a esperar mucho más. Desde hace 10 años alterna una temporada en Madrid con otra en Carolina del Sur, donde vive su hijo David. Se muere de ganas de volver a abrazar a sus nietos, Alejandro y Sofía, y pasar con ellos la Navidad. Aunque esta vez le toque viajar sola, no está nada nerviosa. “Para mí esta era la rutina. Y volverá a serlo”, afirma.