El homenaje a los caídos del 12 de octubre mantiene el himno compuesto por un cura acusado de pederastia
Denunciantes de Garabáin habían propuesto que la canción se retire y el Rey y las autoridades no la canten en actos oficiales: “Les pedimos que en su pensamiento exista también un recuerdo a las víctimas de sus deleznables hechos”
El homenaje a los caídos por España, uno de los momentos más solemnes de los actos oficiales del 12 de octubre, celebrados esta mañana de martes en Madrid, ha mantenido la interpretación de La muerte no es el final, el himno oficial compuesto por un cura acusado de pederastia, pese a la petición de algunas de sus víctimas de que sea retirado. El autor de la pieza, Cesáreo Garabáin, fallecido en 1991, ha sido acusado d...
El homenaje a los caídos por España, uno de los momentos más solemnes de los actos oficiales del 12 de octubre, celebrados esta mañana de martes en Madrid, ha mantenido la interpretación de La muerte no es el final, el himno oficial compuesto por un cura acusado de pederastia, pese a la petición de algunas de sus víctimas de que sea retirado. El autor de la pieza, Cesáreo Garabáin, fallecido en 1991, ha sido acusado desde el pasado mes de agosto por al menos 17 personas, según ha publicado este periódico. EL PAÍS preguntó a los ministerios de Defensa e Interior hace dos semanas sobre esta solicitud, pero no obtuvo ninguna respuesta. La Casa del Rey tampoco quiso manifestarse, ni aclarar si Felipe VI cantaría el himno, como ha hecho otros años. En la mañana de este martes el acto se ha mantenido como en ediciones anteriores, y la retransmisión pública de TVE ha incluido en subtítulos la letra de la canción. El Rey y todas las autoridades llevaban mascarilla, por lo que no se ha podido ver si la cantaban o no. Este periódico ha preguntado a la Casa del Rey si lo pueden aclarar, pero a mediodía de hoy aún no ha tenido respuesta.
“Como era previsible, nada nuevo bajo el sol. De todas formas, las cosas van progresando lentamente, espero que retiren ese himno algún día”, ha comentado Leonardo Enríquez, uno de los exalumnos del colegio marista de Chamberí atacados por Gabaráin, y antiguo oficial del Ejército. Otro antiguo escolar de este centro, Eduardo Mendoza, el primero que denunció al cura a la dirección en 1978, opina: “Creo que es necesaria una revisión urgente. No se debería utilizar la composición de un sacerdote pederasta en actos públicos de un Estado aconfesional. Si no se eliminase, solo pido que cada vez que el Rey, el presidente del Gobierno, la ministra de Defensa o los miembros de nuestras Fuerza Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la canten públicamente, tengan claro que están entonando una composición creada por una persona que, valiéndose de su autoridad moral como representante de la doctrina católica, abusó sexualmente de docenas de niños. Y que en su pensamiento, además del homenaje a los caídos, exista un sincero recuerdo a las víctimas de los deleznables hechos protagonizados por un cura cuyos delitos fueron ocultados y amparados por las autoridades eclesiásticas españolas hasta el día de hoy”.
El PSOE ya pidió en 2014 en una pregunta parlamentaria que el himno se retirara de los actos oficiales de la Policía, por su carácter religioso, pero el ministerio de Interior respondió entonces que consideraba el himno “una forma tradicional, solemne y digna de honrar a los fallecidos en acto de servicio”. Ahora el PSOE dirige ese ministerio, pero Interior no ha respondido si sigue considerando la canción del mismo modo, después de las acusaciones de pederastia surgidas este verano.
Gabaráin es el compositor estrella de la música de misa en España ―suyas son canciones como Pescador de hombres y Juntos como hermanos― y La muerte no es el final fue elegida en 1981 como himno oficial de las Fuerzas Armadas en los homenajes a los caídos, y también adoptado por los cuerpos de seguridad. El sacerdote está acusado de abusos entre 1959 y 1978 por al menos 17 personas. Este diario ha publicado testimonios de diez víctimas y cuatro testigos, a los que se unen siete casos más que los maristas han conocido a través de víctimas y familiares que se han dirigido a la orden. La mayoría son del colegio de esta congregación en Chamberí, en Madrid, donde Gabaráin era capellán. Al menos un caso, el más antiguo, de 1959, es del centro de la orden en Antzuola, Gipuzkoa.
El sacerdote fue denunciado por varias familias a la dirección del colegio madrileño en 1978 y abandonó el centro, pero simplemente fue recolocado en otro, el de San Fernando, y en una parroquia del barrio de Mirasierra. Además, tres meses después fue nombrado prelado de Su Santidad por Juan Pablo II, que era admirador suyo. La Iglesia no ha aclarado aún, dos meses después de las revelaciones de EL PAÍS, de qué obispo dependía el sacerdote ni quiénes fueron los responsables de su encubrimiento. Los maristas, el obispado de Madrid y el de San Sebastián, diócesis donde se ordenó, afirman que lo desconocen. El arzobispo de Madrid en ese momento era el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal Vicente Enrique y Tarancón.
Tras las primeras informaciones publicadas por EL PAÍS en agosto, la Oregon Catholic Press (OCP), entidad estadounidense que dispone de las licencias de las composiciones de Gabaráin, eliminó temporalmente de su sitio web la información sobre el sacerdote y anunció que destinaba los beneficios de los derechos a una organización de apoyo a víctimas de pederastia. En España no ha habido ninguna consecuencia. La Conferencia Episcopal Española ha afirmado que el escándalo no hará que las canciones del sacerdote, más de 500, dejen de cantarse por respeto a las víctimas en las celebraciones litúrgicas. Luis Argüello, portavoz de los obispos, argumentó: “Yo creo que sería bueno que en este tipo de asuntos tuviéramos la capacidad de distinguir. Es decir, si esta persona es compositor musical, decir que su obra musical queda contaminada por lo que pudiera haber dicho o hecho me parece exagerado. Sus canciones habrá que valorarlas por su calidad musical. [...] este tipo de condena es propia de tiempos medievales”.
En medios religiosos circula la versión de que Gabaráin escribió La muerte no es el final en recuerdo de un organista de su parroquia, llamado Juan Pedro, de 17 años, tras su fallecimiento en un accidente. No obstante, un antiguo estudiante del colegio marista de Chamberí, José Manuel Martín, recuerda que la canción se cantaba ya en el centro entre 1969 y 1971, antes de que este joven muriese y que, en origen, el ritmo era mucho más rápido y menos solemne de como se grabó años después. “Nunca nos habló de las razones de porqué la escribió. Lo que siempre nos decía es que era una canción alegre y no fúnebre. Que había que darle swing”, relata. El cura la interpretaba con su grupo y los alumnos la cantaban.
En todo caso, desde ese momento, y como tantas de sus otras canciones, se cantó en misa en las iglesias de toda España. José María Sáenz de Tejada, teniente general, la escuchó por primera vez en un funeral en 1981. Fue entonces cuando propuso que esa canción se adaptase para ser usada como himno oficial a los caídos por España. El compositor Tomás Asiain fue el encargado de la versión castrense. En ella, se cambió la palabra “hermano” por “compañero”.
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