La lava del volcán de La Palma llega al mar

Las nubes tóxicas que genera la colada al contactar con el agua suponen la gran preocupación de las autoridades, que han fijado un perímetro de exclusión. El magma crea una pirámide en el océano de unos 50 metros

La lava llega al mar en La Palma, este jueves. En vídeo, la entrada de la colada en el agua forma una nueva plataforma.Foto: ARTURO RODRÍGUEZ | Vídeo: REUTERS / GUARDIA CIVIL / I.E.O.

La lava del volcán de La Palma llegó al mar en la costa del municipio de Tazacorte en torno a las once de la noche del martes (hora canaria, una más en la España peninsular), alrededor de la zona conocida como la playa de los Guirres (también llamada Playa Nueva), donde se ha precipitado desde un acantilado de cerca de 100 metros de altura. El contacto de la lava con el mar ha creado emanación de humo, que se desplaza al interior de la isla o sale al...

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La lava del volcán de La Palma llegó al mar en la costa del municipio de Tazacorte en torno a las once de la noche del martes (hora canaria, una más en la España peninsular), alrededor de la zona conocida como la playa de los Guirres (también llamada Playa Nueva), donde se ha precipitado desde un acantilado de cerca de 100 metros de altura. El contacto de la lava con el mar ha creado emanación de humo, que se desplaza al interior de la isla o sale al mar en función de cómo sople el viento. Durante la noche, se movió a tierra firme. El grupo de geociencias marinas del Instituto Español de Oceanografía, que está siguiendo en directo el avance del magma, ha detallado que “se está generando un impresionante depósito de más de 50 metros de altura” en menos de 45 minutos, que además sigue creciendo. Es una especie de pirámide que crece en el mar.

Poco antes de las diez de la noche del martes, el Instituto Volcanológico de Canarias había informado de que la colada ya había cruzado la conocida como carretera de la costa, situada junto a la Montaña de Todoque, de unos 320 metros de altura, en el municipio de Tazacorte. La distancia que separa la carretera de la costa es de alrededor de un kilómetro. Este era el último gran obstáculo al que se enfrentaba el flujo de lava antes de llegar al mar. El corte de esta carretera dejaba prácticamente incomunicados los barrios de Puerto Naos, El Remo y La Bombilla, también en Tazacorte, si bien el Cabildo había habilitado rutas alternativas para acceder a estas poblaciones.

El camino de la lava hacia el mar, un destructor viaje de 10 días de unos 50 millones de metros cúbicos de magma, ha sido errático e impredecible. Tras unos días de desaceleración, la colada se reactivó el pasado domingo, día en el que incrementó la velocidad.

La desembocadura del magma en el océano es un fenómeno que preocupa a las autoridades desde que la erupción comenzó el domingo 19 de septiembre, porque su reacción con el agua salada provoca nubes tóxicas. El único fallecido reconocido oficialmente por el volcán de Teneguía en 1971, de hecho, murió a causa de la inhalación de estos gases. Por ese motivo, el dispositivo de Protección Civil se ha intensificado, porque puede generar explosiones y emisión de gases nocivos”, según el comité de crisis (Pevolca). Esta situación obligó a decretar de urgencia, a medianoche, el confinamiento de cuatro núcleos poblacionales y a fijar un perímetro de exclusión de dos millas náuticas.

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La directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias, María José Blanco, informó el martes de que una de las bocas del volcán, en la parte norte, ha cambiado levemente hacia un comportamiento hawaiano. En este tipo de erupciones, el proceso suele ser más tranquilo debido a que la lava es más fluida, los gases se desprenden fácilmente y no se producen explosiones. Hasta ahora, las autoridades explicaban en todas sus comparecencias que se trataba de una “erupción fisural de carácter estromboliano”, es decir, de la apertura de una fisura en la montaña cuya erupción es permanente, de lavas fluidas y salpicada de brotes explosivos, como el volcán de Stromboli, en las islas Eólias, al norte de Sicilia.

El avance de la lava es constante, tras el parón de dos horas en la mañana del lunes, cuando se detuvo la emisión de magma, humo y ceniza, aunque se reactivó a las 10.30 (hora canaria). Estos parones y regresos a la actividad son habituales en este tipo de erupciones. Al mediodía del lunes, el camino de la lava se había visto frenado por la orografía de la isla de La Palma. Esta circunstancia llevó al comité científico del Plan Especial de Protección Civil y Atención a Emergencias por Riesgo Volcánico (Pevolca) a dudar de si la lava terminaría llegando al mar. “No lo sabemos”, declaró entonces su director técnico, Miguel Ángel Morcuende. “Si hubieran proseguido las condiciones que se daban a las 20.00 del domingo, ya habría llegado sin duda. Pero el volcán tiene ratos de crecimiento y otros de decaimiento”.

El nuevo volcán, además, podría estarse realimentando de un reservorio de lava más profundo, como sucedió con el volcán submarino de El Hierro, según la responsable de alerta volcánica del Instituto Geográfico Nacional, Carmen López, en declaraciones a Efe. López ha explicado que la sismicidad profunda localizada en las últimas horas en la zona de Fuencaliente, con terremotos de magnitudes de entre 3,3 y 3,4 grados, son indicativas de un reajuste del reservorio en la corteza a medida que el magma va saliendo en forma de lava, cenizas y piroclastos.

La lava cogió a última hora de la tarde del lunes mucha velocidad en su camino al mar. Su movimiento, y la resistencia en diversas zonas como la Montaña de Todoque, ha ensanchado la colada en su recorrido hacia la costa.

Cuando la lengua de lava, en torno a los mil grados de temperatura, alcanza el mar, a poco más de 20 grados, se produce una explosión de vapor de agua que genera una densa nube negra. La lava, con su calor extremo, provoca ese penacho, pero también una reacción química, en la que interviene principalmente el cloro, que puede irritar la piel, los ojos y las vías respiratorias. En total, hay cuatro peligros principales asociados a la lava que fluye hacia el océano, según el Servicio Geológico de Estados Unidos: el colapso repentino de los terrenos y acantilados del litoral, las explosiones desencadenadas por este colapso, las olas de agua hirviendo que se generen en el entorno y, por último, la columna de vapor tóxico con ácido clorhídrico y pequeñas partículas de cristales volcánicos.

La recuperación del fondo submarino

Pero no todo es destrucción cuando el mar interactúa con un volcán, como pudo observarse en la reciente erupción submarina en El Hierro, en 2011. El buque de investigación oceanográfica Ramón Margalef llegó el sábado para estudiar en detalle la entrada de la lava en el agua. El buque también va a recoger rocas y corales de la zona. Estos organismos absorben azufre y otros gases escupidos por el volcán, por lo que el Margalef espera también estudiar el impacto que va a tener en la fauna la entrada masiva de lava, explica Eugenio Fraile, investigador del Instituto Español de Oceanografía. “Los más afectados serán los organismos que viven prendidos al fondo marino y que no pueden moverse, que probablemente mueran. Pero la recuperación puede ser rápida. Tres años después de la erupción del volcán submarino de El Hierro estos organismos se habían renovado casi por completo”, destaca.

Una de las posibilidades es que el mar se tiña de color verde turquesa formando una enorme mancha que podría ser observada desde el espacio. Es lo que sucedió en Hawái en 2018. La entrada de la roca fundida desplazó las capas de agua más superficiales de forma que subieron las más profundas, que tienen muchos más nutrientes y favorecieron el crecimiento de algas que tiñeron el agua.

El barco también cartografiará el fondo marino tras la erupción y podrá comparar ese mapa batimétrico con el que ya realizó en 2018, cuando La Palma ya tembló por un enjambre de seísmos.

De momento, no hay estimación de hasta cuándo seguirá escupiendo lava el volcán. La erupción más larga de cuantas se han documentado en La Palma es la del Tehuya, ocurrida en 1586, que se prolongó 84 días. La más corta, en cambio, fue la que hasta este domingo era la última en la isla, la del Teneguía, en 1971, que duró 24 días.

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