Decenas de miles de franceses vuelven a protestar contra el certificado sanitario del coronavirus
Según un estudio oficial, el 85% de los hospitalizados en Francia por covid-19 no están vacunados. El Gobierno quiere imponer el certificado sanitario a partir del 9 de agosto
Bajo gritos de “¡Libertad, libertad!” y entre banderas tricolores, Pascal avanzaba junto a varios miles de personas reunidas la tarde del sábado en una de las manifestaciones convocadas en París, al igual que en toda Francia, para protestar una vez más contra las medidas del Gobierno para incitar a la vacunación contra el coronavirus. Su ira se dirige sobre todo a la imposición, a partir de la semana que viene, de un certificado sanit...
Bajo gritos de “¡Libertad, libertad!” y entre banderas tricolores, Pascal avanzaba junto a varios miles de personas reunidas la tarde del sábado en una de las manifestaciones convocadas en París, al igual que en toda Francia, para protestar una vez más contra las medidas del Gobierno para incitar a la vacunación contra el coronavirus. Su ira se dirige sobre todo a la imposición, a partir de la semana que viene, de un certificado sanitario para viajar y acudir a locales y eventos públicos, como ya se exige para entrar en cines o teatros. “Es una primera etapa hacia más restricciones a la libertad, mañana estaremos como en China (…) la limitación de libertades no es aceptable”, afirmaba este ingeniero parisino de 51 años que, aunque no se define como antivacunas, no tiene intención de vacunarse contra el coronavirus y que tampoco portaba mascarilla, como la mayor parte de los manifestantes.
Por tercera semana consecutiva, decenas de miles de personas salieron en toda Francia a protestar contra la “dictadura” de las medidas contra la pandemia ordenadas por el presidente, Emmanuel Macron, a mediados de julio. Según el Ministerio del Interior, fueron 204.090 en total, de ellas 14.250 en París. La cifra es superior a los 150.000 que habían estimado las autoridades en vísperas de la protesta y confirma la progresión al alza de unas manifestaciones que hace una semana congregaron a 161.000 personas, según la misma fuente oficial. En vista a esta tendencia, el Gobierno había ordenado un fuerte dispositivo policial. Solo en París, donde se registraron algunos incidentes, fueron desplegados más de 3.000 agentes de seguridad.
“Estamos aquí defendiendo la libertad, que nos quitan poco a poco. Empezamos con el confinamiento y ahora estamos con el certificado sanitario”, decía Elisabeth, una manifestante de 75 años que tampoco piensa vacunarse y que afirma que las cifras de contaminaciones, de muertes y hasta de eficacia de las vacunas son “falsas”. A unos metros, Louise, una cuidadora de niños autistas de 21 años, también cuestionaba las cifras oficiales y afirmaba que se ha visto obligada a vacunarse por su trabajo, conforme a otra de las normas aprobadas el domingo pasado por el Parlamento —pese a múltiples críticas de la oposición— y que obliga al personal sanitario y otros sectores en contacto con público vulnerable a vacunarse hasta septiembre. Si se niegan, se arriesgan a ser suspendidos de sueldo y hasta de empleo. “Protesto contra la obligación. Nos toman por idiotas”, denunciaba la joven. “Están dividiendo a Francia, a las familias, a amigos”, clamaban otros manifestantes.
Según los planes del Gobierno, a partir del 9 de agosto, para entrar en bares o restaurantes, incluso en terraza, o para abordar un avión o tren de larga distancia, habrá que demostrar que se ha completado la pauta de vacunación, que un test realizado en las últimas 48 horas es negativo o que se tuvo la enfermedad en los pasados seis meses, como ya se hace desde el 21 de julio en cines o teatros.
Una encuesta del instituto Harris para las cadenas LCI/TF1 publicada el viernes indica que cuatro de cada diez franceses apoyan las protestas y la mitad (51%) dice “comprender las reivindicaciones” de los manifestantes. Entre los que las respaldan, el motivo principal (65%) es “la impresión de que se les impone lo que deben hacer, sin darles opción” y no necesariamente un rechazo a la vacunación (solo el 33% se declara “inquieto” por ello).
En declaraciones al diario Le Parisien, el ministro del Interior, Gérald Darmanin, matizó el impacto de las protestas. “Constato, tanto en París como en otros lugares, una movilización que hay que relativizar, porque hablamos de 150.000 a 200.000 manifestantes. Si lo comparo con los cuatro millones de personas que se fueron a vacunar después del discurso del presidente, constato que esos manifestantes no son mayoritarios”, dijo.
50% de la población vacunada
El Gobierno anunció esta misma semana que se había logrado sobrepasar el 50% de la población con al menos una de las dos dosis administradas [en España, esa cifra supera ya el 67%]. Aunque las cifras progresan, se está aún lejos del 90% de población vacunada que se estima necesario para lograr la inmunidad colectiva, sobre todo ante el avance de la muy contagiosa variante delta.
Las nuevas protestas se producen en momentos en que diversas regiones francesas recuperan medidas restrictivas a causa del aumento de contagios. Desde este fin de semana, los territorios de ultramar de Martinica y la Reunión —donde la tasa de vacunación es aún débil y los contagios se han disparado— vuelven a estar confinados. Las cifras de contagios y hospitalizaciones también aumentan en la Francia metropolitana, sobre todo en zonas turísticas. En algunas, como en Saboya, las autoridades locales han vuelto a imponer el uso de mascarilla en espacios exteriores de “fuerte frecuentación”.
Según un estudio revelado el viernes por las autoridades sanitarias, los no vacunados representan el 85% de los enfermos de covid-19 hospitalizados en Francia entre mayo y julio y el 78% de los fallecidos. Los pacientes ingresados por covid-19 completamente vacunados solo eran el 7%, “una proporción cinco veces más baja que la observada en la población general”, indica el informe del servicio de estadísticas de los ministerios sociales, Drees. Unos datos que los manifestantes del sábado, que prometen continuar sus protestas pese al comienzo de las vacaciones, siguen cuestionando.