El Papa endurece las leyes contra los abusos sexuales, en una histórica reforma del Código Canónico
La revisión de la reglamentación se fija en la pederastia, en el abuso sexual a mayores de edad y resta arbitrariedad a las decisiones de los obispos en materia de sanciones
El Vaticano ha anunciado este martes una reforma histórica del Código de Derecho Canónico —la primera de esta envergadura en 40 años—, que endurece las sanciones contra los abusos a menores, pero también a mayores en una situación de vulnerabilidad de distintos tipos. La modificación incluye, además, un artículo que define la pederastia como “un delito contra la dignidad humana” que puede derivar en la expulsión del estado clerical, algo que las víctimas habían solicitado durante décadas y que hasta ahora no se incluía. La reforma, en realidad, organiza dentro del nuevo código todos los avance...
El Vaticano ha anunciado este martes una reforma histórica del Código de Derecho Canónico —la primera de esta envergadura en 40 años—, que endurece las sanciones contra los abusos a menores, pero también a mayores en una situación de vulnerabilidad de distintos tipos. La modificación incluye, además, un artículo que define la pederastia como “un delito contra la dignidad humana” que puede derivar en la expulsión del estado clerical, algo que las víctimas habían solicitado durante décadas y que hasta ahora no se incluía. La reforma, en realidad, organiza dentro del nuevo código todos los avances legales que ya se habían ido produciendo en los últimos meses. Especialmente después de la cumbre contra los abusos celebrada en el Vaticano en 2019, cuando se sentaron las bases de la nueva mirada de la Iglesia en este asunto.
Como novedad, el documento equipara el abuso a menores con el de determinados mayores de edad. Por ejemplo, cuando se considere que hay una posición de poder por parte de un clérigo sobre otra persona con finalidades sexuales, se aplicarán los mismos criterios que los que rigen para los menores. Una modificación que afronta el problema de los abusos en seminarios —donde los alumnos son mayores de edad— y que se encuentra en la base de los últimos grandes escándalos de la Iglesia, como el caso del cardenal estadounidense Theodore McCarrik, obligado a dimitir del estado clerical tras constatarse el sistema de abusos repetidos que puso en práctica en los años ochenta con seminaristas.
El nuevo código entrará en vigor el próximo 8 de diciembre para dar tiempo a las diócesis a estudiarlo. Pero, sustancialmente, especifica de forma más clara los delitos, se separan algunos que estaban agrupados bajo el mismo paraguas introduciendo modalidades como la pornografía infantil, y las sanciones se enumeran de forma exhaustiva. También se introduce una novedad de calado por la que se establece la posibilidad de suspender y sancionar a todos los fieles que cometan delitos de abusos y tengan algún tipo de responsabilidad en la Iglesia, aunque sea en una labor como ayudantes. Es decir, el código no solo aplica ya a clérigos, sino también a fundadores de movimientos religiosos laicos o administradores de iglesias. El cambio afectaría a muchos de los grandes escándalos vividos en la Iglesia en los últimos años que han permanecido impunes por la falta de herramientas para ser juzgados.
El Código de Derecho Canónico entró en vigor en 1983 y, desde entonces, no se había hecho ninguna reforma de este calado. El documento, de una dureza discutible, salió después del Concilio Vaticano II y suscitó amplias discusiones entre quienes consideraban que no era necesario que la Iglesia dispusiese de ese material. El papa Francisco ha considerado ahora que era “evidente” que se necesitaban cambios. “Muchos han sido los daños que ocasionó en el pasado la falta de comprensión de la relación íntima que existe en la Iglesia entre el ejercicio de la caridad y la actuación de la disciplina sancionadora”, ha admitido el Pontífice.
El Código incorpora también sanciones económicas para los abusadores, que pueden ir de la reducción de sueldo a multas. Pero también añade delitos como el intento de ordenar a las mujeres, dejar registro de las confesiones, la consagración eucarística con finalidad sacrílega, la corrupción en actos de oficio o la administración de sacramentos a personas a quienes les están prohibidos. Juan Ignacio Arrieta, secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos (dicasterio encargado de la reforma), en una entrevista con los medios vaticanos, ha señalado cree que el Código es ahora mucho más claro. “El texto determina con mayor precisión el comportamiento que deben tener las autoridades, los obispos, los superiores, cuando deben aplicar la norma y los criterios que deben seguir para elegir una pena u otra: una determinación del derecho penal de la que antes se carecía”.
La reforma, como tantos movimientos de Francisco en los últimos tiempos, limita un grado más el poder y la discrecionalidad de los obispos a la hora de tomar decisiones, valorar situaciones o imponer sanciones. Ahora se ofrecen “criterios objetivos en la identificación de la pena más adecuada a aplicar en el caso concreto”, reduciendo la discrecionalidad de la autoridad, para favorecer la unidad eclesial en la aplicación de las penas, “especialmente para los delitos que causan mayor daño y escándalo en la comunidad”, añade el pontífice. Algo que, según el Papa, favorecerá “la unidad de la Iglesia en la aplicación de las penas, sobre todo respecto de los delitos que provocan mayor daño y escándalo en la comunidad”.
La actualización del libro VI del Código de Derecho Canónico redondea un proceso de reformas iniciado hace dos años para cambiar el acercamiento de la Iglesia a la cuestión de los abusos. El punto de inflexión fue el viaje de Francisco a Chile, cuando se dio cuenta de que había subestimado la dolorosa denuncia de las víctimas y que los obispos del país le habían engañado. Comenzó ahí un proceso de purga -cayó toda la cúpula eclesiástica chilena- y de reformas, lanzado a través de la cumbre celebrada en el Vaticano en 2019. Las nuevas medidas deberán aplicarse ahora en un contexto de escasez de recursos para la investigación, pero con una mayor claridad en el marco jurídico.