“La ciencia ha orientado a los políticos cuando no sabían qué hacer”

El antropólogo mexicano Roger Bartra considera que la ciencia saldrá reforzada de la crisis y critica el despliegue del Ejército ordenado por López Obrador aprovechando la pandemia

Roger Bartra en el patio de su casa en Ciudad de MéxicoMónica González

En su último libro, Chamanes y robots (Anagrama) el antropólogo Roger Bartra (Ciudad de México, 1942) plantea la relación entre los humanos y las máquinas como una pugna en la que siempre ganan los primeros. De alguna forma, el ensayo es una continuación de otro de sus libros más conocidos Antropología del cerebro, en la que defiende la existencia de un ‘exocerebro’, formado por una serie de circuitos neuronales más la suma de nuestras experiencias cognitivas fuera del cerebro. Por tanto, para que los robots alcancen formas de conciencia sofisticadas como las de los humanos “debe...

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En su último libro, Chamanes y robots (Anagrama) el antropólogo Roger Bartra (Ciudad de México, 1942) plantea la relación entre los humanos y las máquinas como una pugna en la que siempre ganan los primeros. De alguna forma, el ensayo es una continuación de otro de sus libros más conocidos Antropología del cerebro, en la que defiende la existencia de un ‘exocerebro’, formado por una serie de circuitos neuronales más la suma de nuestras experiencias cognitivas fuera del cerebro. Por tanto, para que los robots alcancen formas de conciencia sofisticadas como las de los humanos “deberían pasar por los rituales del placer y el dolor”, de lo que están obviamente todavía muy lejos.

Investigador, guionista de Paul Leduc, exmiembro del Partido Comunista y antropólogo de éxito, si es posible unir en la misma frases ambos términos, Bartra contempla con sorpresa a sus 77 años como esas experiencias cognitivas se están viendo ahora alteradas. De igual forma que el Paracutín es el único volcán que el ser humano ha visto aparecer con sus ojos, en cuestión de días la pandemia está cambiando redes cognitivas que eran resultado de muchas generaciones.

Pregunta. Para usted los animales sienten pero no son conscientes de su dolor y esa es la diferencia con los seres humanos. ¿Somos más conscientes del dolor con la pandemia?

Respuesta. De repente se ha extendido entre la sociedad conceptos como muerte, dolor o peligro. La generación anterior a la mía, mis padres, por ejemplo, que huyeron de la Guerra Civil española y se fueron de Europa cuando empezaba la Segunda Guerra Mundial, vivieron de cerca lo que significa vivir asediados por la muerte pero nosotros no, y ahora millones de personas en el mundo están atemorizadas por la llegada de un enemigo invisible.

P. ¿Cómo se están notando los cambios en esas redes socioculturales que conforman la mitad de nuestro cerebro?

R. Eso que yo llamo ‘exocerebro’, que conforman parte de nuestra consciencia e identidad son las que están siendo alteradas, heridas y transformadas por una nueva forma de aislamiento y temor generalizado. El hecho de que nos acose la muerte o de no poder viajar o salir a la calle… altera un enjambre de símbolos que cambiará la estructura. ¿En qué medida? No lo sé, es muy difícil de prever.

P. En su libro Chamanes y robots cuestiona el poder de las máquinas inteligentes frente al hombre. ¿Vuelven a perder las máquinas ahora que buscamos en la ciencia que no saque saquen del hoyo?

R. Hay una tendencia a buscar apoyo en la tecnología más sofisticada como los ventiladores, por ejemplo, al mismo tiempo que se tiene la esperanza de que, mediante las investigaciones, lleguemos a una vacuna. El hecho de que el mundo de la medicina y la química se imponga de tal manera es que está ofreciendo a la población una esperanza de que son capaces de salvar a la gente.

P. ¿Qué impacto tendrá la pandemia en la sociedad?

R. Se trata de algo dramático e inesperado. Por primera vez los ‘poderes médicos’ han obligado a los ‘poderes políticos’ a decretar una situación de emergencia. Es algo muy peculiar que responde a la gravedad de la pandemia. Esto ha dado paso a roces entre los laboratorios, hospitales o las universidades, preocupadas por salvar vidas, y el mundo de la economía, las finanzas o el político, preocupados por el desastre que ver a millones de personas lanzadas a la miseria.

Paralelamente, sumergir a millones de personas condenadas a la soledad y aislamiento, dejará huellas y la sociedad al final de la pandemia será muy diferente. Se trata de una experiencia masiva y traumática que dejará huellas en la política, en la sociedad, en la cultura y en nuestra forma cotidiana de vivir.

P. ¿Es optimista ante lo que llaman ‘nueva normalidad’?

R. Soy optimista porque este tipo de pruebas a las que se somete la sociedad nos fortalece y pone a prueba ante una adversidad extrema. A una escala mayor, aumentará el poder de los sectores ligados al bienestar y a la salud como son los investigadores, las universidades, los hospitales. El mundo de la ciencia saldrá fortalecido porque ha demostrado ser capaz de orientar a los políticos cuando no sabían que hacer. Mi lado pesimista, sin embargo, me dice que hay muchas muertes y dolor.

P. ¿Se ha llegado a decir que se derrumbará el capitalismo?

R. Eso es absurdo. El capitalismo se adaptará a nuevas formas que hoy no podemos prever más allá de los cambios elementales: la extensión del teletrabajo, la automatización, la robotización de un montón de actividades, la agudización en la dispersión de la fuerza de trabajo o las migraciones, que serán más filtradas a partir de ahora.

P. Para los periodistas, todo lo que hace dos meses nos parecía importante ha pasado a un segundo plano.

R. La pandemia ha provocado una despolitización que en México ha sido aprovechada para tomar medidas polémicas como la militarización del país aprovechando que la gente se ha despreocupado y está mirando a otro lado. El escándalo de la militarización del país se ha ocultado por la covid-19.

P. Usted ha escrito en profundidad sobre el placebo como una mentira bien administrada. ¿Es posible entre los poderes públicos? Hoy se llega al pico pero se dedica más tiempo a hablar del regreso a la normalidad.

R. El efecto placebo es una paradoja de la mentira que se vuelve verdad. Una simulación de aspectos positivos. El paciente es inyectado con píldoras que cree efectivas y eso estimula redes neuronales que producen alivio, no curación, pero sí alivio. Eso sí, debe emplearse calladamente porque cuando se hace público se descubre la mentira y pierde su efecto.

En México se vive una confrontación entre poderes políticos y médicos. Ambos están divididos entre quienes están interesados en salvar vidas y quienes están interesados en evitar el hambre. Y este argumento es utilizado para falsear las cifras y dar la impresión de que ya estamos saliendo de la pandemia y curándonos. Se trata, efectivamente, de un intento ingenuo de usar un placebo. Hacer pensar que con la fuerza moral de López Obrador vamos a salir de todo esto. Es parte de la retórica de la 4T que es profundamente ridícula.

P. Al principio de la crisis se dijo que la covid-19 no pegaría aquí porque la raza mexicana es más resistente.

R. Se trata de un racismo a la inversa con una exaltación de la ‘raza cósmica’, que decía Vasconcelos. Un mestizo potente capaz de enfrentarse a las amenazas. Esa idea corrió por aquí y animó, seguramente, a la actitud pasiva del Gobierno ante el virus.

P. ¿Son ideas realmente arraigadas o solo excentricidades?

R. Son resabios de elementos míticos ligados a la antigua creencia de una identidad mexicana poderosamente fuerte que han vuelto a florecer estimuladas por la retórica del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, que habla de una fuerza popular de la familia mexicana envuelta en una fuerza moral profunda intrínsecamente mexicana que es capaz de enfrentar a los peores enemigos.

P. ¿Teme, a partir de ahora, un mayor control del poder político o empresarial con la excusa de la pandemia?

R. Es un miedo antiguo a que gobiernos o empresas se apoderen de nuestros datos o que poderes autoritarios traten de aprovechar las tecnologías de ubicación, movimientos y contactos para un mayor control político. Pero también tiene un lado positivo con algoritmos muy complejos para prevenir la enfermedad y dirigir la política de salud pública en ciertas áreas. Yo no me espantaría tanto por eso. No creo que estemos ante un Big brother informático controlando todo por la pandemia.

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