Mascarillas y test en los nuevos campamentos de verano

Cuatro millones de niños acuden a este plan veraniego cada año, clave para la conciliación. Las empresas y administraciones preparan un protocolo para su desarrollo

Niños en un campamento de verano en Sotogrande (Cádiz). / LAYOS CAMPEL PAÍS
Madrid -

Cada verano, en casa de Alberto Cateura, sus hijos encadenaban campamentos urbanos deportivos y de inglés en el mes que pasaban en Madrid. “Es la única manera de poder trabajar y sobrevivir. Este año, si no abren los campamentos yo no podré trabajar”, explica este realizador televisivo. Para Ana Castro, empiezan a ser una necesidad: “Es hija única y está desesperada por estar con otros niños, por jugar, por socializar, las pantallas no le sirven y cada día pasa más tiempo llorando”, ex...

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Cada verano, en casa de Alberto Cateura, sus hijos encadenaban campamentos urbanos deportivos y de inglés en el mes que pasaban en Madrid. “Es la única manera de poder trabajar y sobrevivir. Este año, si no abren los campamentos yo no podré trabajar”, explica este realizador televisivo. Para Ana Castro, empiezan a ser una necesidad: “Es hija única y está desesperada por estar con otros niños, por jugar, por socializar, las pantallas no le sirven y cada día pasa más tiempo llorando”, explica su madre, que ha perdido ya la cuenta de las horas en las que los abuelos hacen de cuidadores virtuales vía Zoom con canciones y cuentos.

Como estos niños, cerca de cuatro millones de menores participan cada año en alguno de los campamentos que organizan las 38.800 empresas de ocio educativo —según datos del Colectivo Nacional de Campamentos—, y que con la crisis del coronavirus afrontan un incierto horizonte. “Estamos en una situación de estancamiento total. A estas alturas una empresa media estaría gestionando unas 50 reservas diarias, y ahora con suerte conseguimos dos semanales. Algunos aguantan el tirón porque tenían ofertas por reservas tempranas”, explica José Manuel Fernández, portavoz del colectivo, que representa a un sector que factura al año 8.600 millones de euros y da empleo directo a unas 200.000 personas.

Su dilema es cómo garantizar la seguridad de los menores sin desvirtuar las actividades que ofrecen. El Instituto de la Juventud, que depende del Ministerio de Derechos Sociales, ha diseñado unas pautas para guiar una desescalada con garantías de los campamentos, según España avanza en el desconfinamiento. Se trata de un documento que “será sometido a la consideración del Ministerio de Sanidad” y también “de las autoridades autonómicas pertinentes”, explican en el documento.

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El informe ofrece un marco general a las comunidades autónomas para poder reanudar estas actividades, aunque siempre teniendo en cuenta los protocolos del Ministerio de Sanidad. Avanza que en todas las actividades “se llevará a cabo un control de acceso (con control de temperatura)”. Y señala: “El uso de las mascarillas y guantes es conveniente y altamente recomendable cuando no pueda garantizarse el distanciamiento”, así como el empleo de soluciones hidroalcohólicas para el lavado de manos frecuente.

Campamentos urbanos

El borrador establece qué tipo de actividades pueden realizarse en cada fase y en qué condiciones. Respecto a los conocidos como campamentos urbanos, contempla que en la fase 1 serán actividades al aire libre, con niños de la misma localidad, para un máximo de 50 menores, con un monitor para cada seis niños y durante cuatro horas como máximo, sin comida ni cena. La merienda la deberán llevar los niños.

En la fase 2 podrán participar en las actividades menores de la misma provincia —hasta 80 participantes— y se podrá combinar el aire libre con espacios cerrados con ventilación constante y durante un máximo de seis horas. Tendrá que haber un monitor por cada 10 niños y la comida se podrá dar en raciones individuales.

En la fase 3 se permitirán campamentos con hasta 100 participantes, 15 por monitor. Las actividades interiores deberán ser en salas con aire acondicionado. Y se priorizarán actividades relacionadas con la prevención en todas las fases. Durante la última fase, la denominada como “nueva normalidad” por el Gobierno, se permitirá que haya, además, participantes de varias provincias de la misma comunidad autónoma.

“Tras estos meses confinados sin relación con sus iguales estas alternativas de ocio y conciliación se convierten en algo terapéutico. Necesitan salir, estar en contacto con la naturaleza y sus iguales, sentirse queridos, jugar arropados”, dice Fernández.

Campamentos fuera de casa, en julio

Los campamentos en los que se duerme fuera podrían realizarse a partir de la fase dos con hasta 80 menores dentro de la misma provincia, con un monitor cada 10 niños y manteniendo la distancia de dos metros en locales con ventilación constante. Se autoriza la apertura de comedores con tres metros cuadrados por niño y en las habitaciones solo se permite un aforo del 50% con un solo niño por litera y tres metros de distancia entre las camas.

El hecho de que durante la “nueva normalidad” no se autorice a reunir a menores de distintas comunidades autónomas es uno de los aspectos que más disgusta a los miembros del colectivo de campamentos. “Si en la última fase hay libertad de movimiento para todos los ciudadanos no entiendo que en un campamento no la haya”, explica Carchín Oriol, de Layos Camp. “Es un borrador y a partir de ahí debemos estudiar cambios para que los campamentos sean realizables porque los campamentos de toda España se nutren de niños de grandes capitales, Madrid o Barcelona no tienen instalaciones suficientes para albergar a todos los niños de las grandes ciudades, así que esa medida no tiene mucho sentido en una fase donde hay libertad de movimiento”, añade el portavoz del colectivo de campamentos.

“Que los niños en un campamento no se acerquen entre sí, sería como pretender que los miembros de una familia no se toquen"
José Manuel Fernández, portavoz del Colectivo Nacional de Campamentos

El sector de los campamentos, que está elaborando su propio protocolo, se plantea que los campamentos en los que se duerme fuera de casa estén aislados del exterior, una especie de confinamiento en el campamento con estrictos controles de acceso. También estudian contar con la presencia de un médico entre el personal de la acampada, suprimir las excursiones a lugares concurridos, extremar las medidas de higiene y tomar de forma frecuente la temperatura a los chavales.

Carchín Oriol dirige la empresa Layos Camp desde hace más de 30 años. Organizan cinco campamentos cada año en España a los que acuden más de 1.500 chavales. Para diseñar los de este año han decidido mirar cómo lo están gestionando fuera de España y se han asesorado por varios médicos. “En Suiza han establecido test obligatorios de coronavirus antes de asistir al campamento y lo implantaremos en los nuestros como medida de seguridad si se dispone de ellos”, afirma. Estos test cuestan de 40 a 60 euros en centros médicos privados.

José Manuel Fernández, portavoz del colectivo de campamentos, cree que no es realista el aislamiento físico y el uso de mascarillas en la dinámica de un campamento: “Que los niños en un campamento no se acerquen entre sí, sería como pretender que los miembros de una familia no se toquen. Pero si trabajamos en la prevención, el aislamiento, teniendo en cuenta que somos un sector acostumbrado a trabajar con niños con su higiene, su salud, su alimentación… Creo que podemos tenerlo bajo control”, explica Fernández. Algunas empresas han optado por reinventarse como la de Vito Molero, responsable de Aventurama, que normalmente organizaban campamentos de aventura y ahora están ofreciendo alternativas para coles y urbanizaciones.

El Ayuntamiento de Madrid convocó el año pasado casi 14.000 plazas de su programa de Centros Abiertos en Inglés, pero de momento este año la convocatoria está parada. Una portavoz municipal explica que “están esperando a ver cómo evolucionan las fases del desconfinamiento antes de convocarlos”. En Cataluña ya se han abierto los plazos para los Casals, o colonias de verano, y están trabajando con la administración en los protocolos. La premisa para este verano es que sean con menos niños y más caros, informa Ivanna Vallespín.

Los museos suelen ser otra alternativa clásica. El Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, por ejemplo, que cada año cubría sus plazas con creces y depende del CSIC, ha anunciado sus actividades aunque en su web advierten que dependerá su celebración de las autoridades sanitarias.

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