París, una desescalada a medio gas
Francia terminó este lunes el confinamiento y abrió una etapa llena de incertidumbres sanitarias y económicas
Un intenso olor a azufre inundó buena parte de París la medianoche del domingo, al mismo tiempo que comenzaba oficialmente la desescalada tras 55 días de confinamiento. Las autoridades seguían buscando el lunes el origen del misterioso hedor, casi un preludio de lo que esperaba este primer día de libertad moderada: adiós a los cielos limpios con pájaros y sus trinos de las últimas semanas y hola de nuevo al tráfico con ...
Un intenso olor a azufre inundó buena parte de París la medianoche del domingo, al mismo tiempo que comenzaba oficialmente la desescalada tras 55 días de confinamiento. Las autoridades seguían buscando el lunes el origen del misterioso hedor, casi un preludio de lo que esperaba este primer día de libertad moderada: adiós a los cielos limpios con pájaros y sus trinos de las últimas semanas y hola de nuevo al tráfico con los ruidos y gases de los motores. Cierto es que la de París, como el resto de Francia, fue este lunes una desescalada parcial, con una reincorporación al trabajo todavía muy limitada y una ciudad no tan congestionada como antes. Aun así, el contraste con la enorme calma de las pasadas semanas era incontestable.
“Se nota que hay mucha más gente que hace unos días”, comentaba Aurélie Fischer, una vecina del centro de París mientras miraba las concurridas —pero no abarrotadas— aceras de la avenida de los Campos Elíseos, una de las zonas comerciales y turísticas por excelencia de la capital. Alrededor del 50% de los comercios de la “avenida más bella del mundo”, como gustan decir los parisinos, tenía previsto abrir este lunes de desescalada, en medio de fuertes medidas de seguridad, como el resto de tiendas que por fin levantaron sus persianas en todo el país: instrucciones bien visibles, señalizaciones para guardar la distancia y uso obligatorio de mascarillas y hasta guantes para los vendedores, gel hidroalcohólico para los clientes. Los comercios pueden además rechazar la entrada de quien no porte mascarilla.
Algunos, como la peluquería Elysées Coiffure, disponían de repuestos por si los clientes llegaban sin ellas. El personal de este negocio recién inaugurado cuando el presidente, Emmanuel Macron, ordenó el confinamiento nacional, el 17 de marzo, aguardaba ansioso la llegada de los primeros clientes. “Tenemos bastantes reservas, aunque aún no estamos llenos, es difícil empezar, muchas tiendas siguen cerradas”, explicaba Akran Martinez, que como el resto de los trabajadores de esta peluquería hablan fluidamente tanto francés como árabe. Es el idioma de muchos de los clientes de esta zona llena de tiendas de lujo privilegiada por acaudalados visitantes del Golfo Pérsico y también chinos, aunque ahora y por un tiempo indefinido, los turistas son los grandes ausentes de París: no hay fecha aún para la reapertura de fronteras y se ha recomendado a los franceses que tampoco compren todavía un billete al extranjero.
Hasta viajar dentro de las ciudades es un desafío en tiempos de coronavirus. Las autoridades temen que el transporte público se convierta en un foco de contagio en este momento de tenso equilibrio entre la seguridad sanitaria —con más de 26.000 muertos por covid-19— y el miedo a una recesión económica del 9% este año por el parón que ha supuesto el confinamiento. Aunque el Gobierno ha recomendado que todo el que pueda seguir teletrabajando lo haga, unas 400.000 empresas tenían previsto retomar sus actividades a partir del lunes en toda Francia, lo que implica la vuelta a sus puestos de trabajo de 875.000 personas. La reapertura progresiva de los colegios implicará también el regreso de un millón de alumnos los próximos días a clase.
Portar mascarilla es obligatorio en el transporte público desde este lunes. En ciudades como París, zona “roja” por la aún intensa circulación del coronavirus, en hora punta solo se podrá viajar en metro con un justificante de trabajo. A primera hora, se produjeron algunas aglomeraciones que provocaron gran inquietud, aunque a lo largo de la jornada el tráfico fue más fluido y las autoridades se mostraron confiadas en mejorar la situación en los próximos días. Aun así, persiste la amenaza de una vuelta atrás si la epidemia vuelve a repuntar. De hecho, el hombre designado por el presidente Emmanuel Macron para organizar la desescalada, Jean Castex, advierte en un informe publicado este lunes que “hay que anticipar un reconfinamiento de urgencia”, lo que requeriría de una “reversibilidad de las medidas” ahora lanzadas.
Eso es algo en lo que muchos no quieren pensar por el momento. Empezando por los comercios, muchos de los cuales venían ya de una situación apurada tras las duras huelgas de diciembre —en plena temporada navideña— contra la reforma del sistema de pensiones que afectaron fuertemente sus ventas, al igual que las anteriores protestas de los chalecos amarillos.
“Feliz de volveros a ver”, rezaba el escaparate de una tienda Zara en los Campos Elíseos. Media docena de mujeres esperaban turno para entrar. La mayoría, como la veinteañera Sabrina, venía a devolver prendas adquiridas por Internet durante el confinamiento. “Me alegro de poder volver a venir”, declaró. Pero nada de pasar el rato mirando y probándose ropa por el momento. “Será un entrar y salir rápido. Hay que ir poco a poco”.
Menos aprensivos se mostraban los clientes de Gibert Jeune, una de las grandes librerías de París, la capital con más tiendas de libros del mundo. Pese a las restricciones, esta icónica tienda de la rive gauche parisina hacía buena caja este lunes.
Librerías aparte, la oferta cultural será aún por un tiempo limitada. Al igual que con los bares y restaurantes, el Gobierno se ha dado al menos hasta finales de mes para decidir la eventual reapertura de cines, teatros y museos. Hasta entonces, instituciones como el Louvre o el Musée d’Orsay permanecerán cerradas. Uno de los escasos museos que abrieron este lunes en París fue el Musée de l’Illusion, un pequeño centro dedicado a las ilusiones ópticas. En su primera mañana, recibió una veintena de visitantes. “No nos imaginamos un París sin cultura, por eso hemos querido abrir lo antes posible”, explicó su director, Paul Krawczynski. “La gente está muy contenta de poder volver a espacios culturales, nos han agradecido que abriéramos ya”.
Una desescalada sin ley
Francia salió del confinamiento con un traspié político: la ley de emergencia sanitaria necesaria para la desescalada, con las medidas clave para este proceso, no había sido aún promulgada, a la espera del dictamen del Consejo Constitucional, que no llegó hasta la tarde del lunes. El Gobierno tuvo que emitir un decreto de urgencia válido hasta que la ley pueda aplicarse, en principio a partir del martes, fijando temporalmente las medidas clave de la desescalada: la obligación de llevar mascarilla en el transporte público, la reapertura de “algunos comercios” bajo respeto de las medidas de seguridad o la limitación a un máximo de diez personas de las reuniones en lugares abiertos al público y en la calle. Pero hasta que no se promulgue la ley no entraba en vigor otra medida fundamental: la prohibición de desplazarse a más de cien kilómetros del domicilio. El Gobierno apeló a la “responsabilidad ciudadana” para paliar los posibles efectos del retraso de la ley.
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