Cómo curar cuando cada día se aprende algo nuevo
El coronavirus obliga a médicos y enfermeros a improvisar protocolos para poner en común sus descubrimientos sobre una enfermedad que no habían visto hasta hace poco más de dos meses
En una UCI madrileña, un cardiólogo y un intensivista examinan un caso grave de covid-19. Localizan un daño en el corazón: el primero cree que lo ha causado el coronavirus; el segundo está seguro de que era una afección previa, pero se equivoca. Cuando lo comprueban, se dan cuenta de que llevaba razón el cardiólogo. El intensivista, en ese momento, no podía imaginar que el SARS-CoV-2 se ensañase así con el músculo que bombea la sangre por todo el cuerpo. Hoy, los especialistas de las unidades de cuidados intensivos están muy alerta sobre la posibilidad de eventos cardiacos. En una enfermedad q...
En una UCI madrileña, un cardiólogo y un intensivista examinan un caso grave de covid-19. Localizan un daño en el corazón: el primero cree que lo ha causado el coronavirus; el segundo está seguro de que era una afección previa, pero se equivoca. Cuando lo comprueban, se dan cuenta de que llevaba razón el cardiólogo. El intensivista, en ese momento, no podía imaginar que el SARS-CoV-2 se ensañase así con el músculo que bombea la sangre por todo el cuerpo. Hoy, los especialistas de las unidades de cuidados intensivos están muy alerta sobre la posibilidad de eventos cardiacos. En una enfermedad que llegó por primera vez a los hospitales españoles hace poco más de dos meses, prácticamente cada día se aprende algo nuevo.
Para poner todos estos conocimientos en común, los procesos se han acelerado. Las investigaciones se publican con más premura, sin la revisión por pares a la que están sometidos los estudios científicos, y los médicos y enfermeros no esperan a los congresos ni las revistas para compartir experiencias que puedan ayudar contra la pandemia. “Salen continuamente artículos en revistas científicas de alto impacto y prestigio. Enseguida nos los enviamos entre nosotros. Los compartimos. Las UCI hacen sesiones clínicas de puesta al día todas las semanas. También cuando sale un artículo muy bueno, no se espera. Se comenta enseguida. Se le encarga a alguien que haga un resumen y lo presente al resto del equipo (para repartir el trabajo). Pero hay que tener cuidado con los comentarios o las ocurrencias pseudocientíficas que se oyen en ciertos foros”, reflexiona José Carlos Igeño, jefe de UCI y Urgencias del hospital San Juan de Dios, en Córdoba.
Conforme más se sabe, más características se encuentran que diferencian a la covid-19 de una neumonía corriente. “Esta infección asocia un proceso inflamatorio muy potente que parece activar la cascada de la coagulación, lleva a diátesis trombótica que nos hace ver eventos tromboembólicos y procesos isquémicos con más frecuencia”, explica un intensivista del hospital de Getafe.
La Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) creó un documento con muchos de estos aprendizajes, para explicar qué se debe hacer y qué no con enfermos de covid-19 en las unidades de cuidados intensivos. María Ángeles Ballesteros, coordinadora de los Grupos de Trabajo, explica que se está viviendo la evolución de una enfermedad nueva en primera persona y a tiempo real. “No tenemos prácticamente ninguna experiencia sobre la que podamos apoyarnos, lo que llamamos evidencia. Pero lo suplimos con el aprendizaje en cada unidad, la comunicación con todos, médicos, celadores, enfermería, cómo te has organizado, como ves los casos, cómo mejorar en esta gestión. También hemos sacado muchas lecciones de otras especialidades: inmunólogos, radiólogos, neurólogos”, explica. El informe sintetiza un conjunto de prácticas que hacer y que no hacer con un enfermo. “Nos hemos dado cuenta de que en este caso tiene una importancia todavía mayor la comunicación en cada fase, desde los traslados hasta los tratamientos”, añade Ballesteros.
En el hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, esta improvisación de soluciones se saldó con la autorización de un aparato de oxigenación por parte de la AEMS y la producción en serie de la empresa HP. “Estábamos viendo a la gente que se nos moría por falta de oxigenación antes de pasar a la UCI, así que buscamos una alternativa”, explica Ángel Muñoz, uno de los enfermeros que la ideó. Se trata de juntar piezas con las que ya cuentan los hospitales y construir así un sistema de oxigenación que ha conseguido en ocasiones evitar intubaciones y, en otras, retrasarlas para dar tiempo a que se quedasen ventiladores de respiración asistida libres en las unidades de cuidados intensivos. “Lo mandé por correo a todo el sistema de salud de Madrid y ya lo están usando en hospitales de toda la región y de fuera”, asegura Muñoz, quien recientemente recibió con alegría la noticia de que la primera persona con la que se usó, que presentaba unos niveles casi fatídicos de oxígeno en sangre, ya está en su casa.
Una red de ginecólogos por WhatsApp
Otro ejemplo de la adaptación vertiginosa a la que ha obligado la pandemia es la red que se ha creado con ginecólogos y matronas de un centenar de hospitales españoles, que comparten a través de un grupo de WhatsApp casi en tiempo real dudas y experiencias para afrontar los partos de mujeres con covid-19, un campo desconocido. Creado antes de esta crisis para tratar de mejorar el manejo de una complicación obstétrica, la distocia de hombros, cuando llegaron las primeras embarazadas con coronavirus, los 22 miembros iniciales del grupo empezaron a consultarse de forma espontánea. El boca a boca hizo que cada vez más profesionales pidieran sumarse, hasta los 114 actuales, pertenecientes a 96 centros de toda España, que atienden unos 160.000 partos anuales, es decir, el 30% del total.
El creador del grupo es Óscar Martínez Pérez, adjunto del servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital Puerta de Hierro-Majadahonda (Madrid), donde han atendido 47 partos de mujeres con covid-19 y tienen otras 40 gestantes pendientes de dar a luz. “En Madrid ha sido como vivir una guerra mundial en dos semanas, y el chat ha bebido de esa experiencia que hemos tenido en el Puerta de Hierro, el Doce de Octubre o el Gregorio Marañón. Así, los demás hospitales ya sabrán dónde se ha fallado y qué hacer, porque muchas veces hemos funcionado por prueba-error”, explica. “La comunicación científica y el aprendizaje se han democratizado, un hospital pequeño puede recibir el feedback inmediato de uno grande de referencia, no dependen solo de las sociedades científicas, que a veces son poco ágiles al ser muy jerárquicas”, valora.
La agilidad que se consigue a través del WhatsApp se nota en la evolución de los temas que se consultan. “Al principio todo era desconocido, por ejemplo, hablábamos mucho de los EPI equipos de protección], cómo se pone, quién lo tiene que hacer, qué tipo de mascarilla usar”, recuerda Mercedes Ramírez, adjunta del servicio de Ginecología del Hospital General La Mancha Centro, en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), donde han atendido ya una docena de partos de este tipo. “Frente a la ausencia de estudios, la experiencia de los demás nos ayuda a tomar decisiones prácticamente en tiempo real, en una especialidad en la que no tenemos mucho margen para pensarnos las cosas”, dice.
Para poder analizar toda esa información, aprender de ella y que no se perdiera en un chat que puede pasar de los 500 mensajes diarios, Óscar Martínez puso en marcha un registro nacional sobre covid-19 y embarazo, un proyecto que acaba de ganar una beca del Instituto de Salud Carlos III. Un total de 75 de los 96 hospitales participantes están ya aportando diariamente sus datos al haber obtenido la autorización de sus respectivos comités éticos: tipo de parto, prematuridad, comorbilidades, complicaciones… Información muy valiosa a la hora de tratar una enfermedad nueva, de la que solo existían dos estudios publicados en China, con una muestra mucho más pequeña, de nueve y cuatro partos. El registro español, que cuenta ya con información de 290, ha permitido a los miembros del grupo concluir que no hay transmisión vertical de la madre al bebé, o detectar y estar alerta de problemas graves, como el mayor riesgo de trombosis venosa en las embarazadas con covid-19, o el peligro añadido de complicaciones de los síntomas si la mujer ha padecido preclampsia severa (una forma de hipertensión gestacional).
“Somos muchas personas pensando a la vez en el mismo caso, lo que, en ausencia de evidencia, es muy potente”, subraya Martínez. “Además, los miembros del grupo somos los que estamos día a día en los paritorios, al pie del cañón, lo que hace que si hay que implementar alguna medida, se haga de forma muy rápida”. Pero el ginecólogo destaca no solo la faceta profesional. “Aunque muchos no nos conozcamos personalmente, también se comparten vivencias, te reconforta saber que no eres el único que lo pasa fatal en un parto de urgencia con el EPI puesto”.
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