Toma, experiencia

Me han hablado incluso de tours para mujeres modernas, con posibles y muy atentas a los aconteceres globales, que recorrían los lugares de exguerra con una periodista en paro como guía

Luis Grañena

Estoy pensando mucho en esos sensibles damas y caballeros que se hicieron adictos, en los últimos tiempos, a lo que se ha dado en llamar turismo oscuro, el turismo de tragedias. Ya sabéis: Auschwitz, Sarajevo, el edificio Dakota, Chernóbil, Fukushima, Líbano, partes de Siria, de Irak. Carne de gallina, selfie. Cualquier lugar previamente visitado por el dolor y la destrucción, abierto al mercado turístico de las aves rapaces que convierten la muerte en negocio, y de los narcisistas adinerados que pagan por creer que viven lo de otros (si quisieran de verdad informarse, bastaría con que ...

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Estoy pensando mucho en esos sensibles damas y caballeros que se hicieron adictos, en los últimos tiempos, a lo que se ha dado en llamar turismo oscuro, el turismo de tragedias. Ya sabéis: Auschwitz, Sarajevo, el edificio Dakota, Chernóbil, Fukushima, Líbano, partes de Siria, de Irak. Carne de gallina, selfie. Cualquier lugar previamente visitado por el dolor y la destrucción, abierto al mercado turístico de las aves rapaces que convierten la muerte en negocio, y de los narcisistas adinerados que pagan por creer que viven lo de otros (si quisieran de verdad informarse, bastaría con que leyeran libros). Me han hablado incluso de tours para mujeres modernas, con posibles y muy atentas a los aconteceres globales, que recorrían los lugares de exguerra con una periodista en paro como guía, preferiblemente una antigua enviada especial, cuyo alquiler por día costaba menos que una noche en los hoteles de lujo en donde descansaban.

No hace falta llegar a tal extremo. Recordad cuando cenar en un restaurante de moda obligaba a llegar a las 20.15 y a ahuecar el ala una hora después, tras haber vivido “una experiencia inolvidable”. Inolvidable, única, real, como si estuvieras allí, excitante, la hostia en verso, los pelos de punta. Mis amistades y yo, que reivindicamos la buena cocina y el manjar honesto y bien servido (fuerza, Melquíades y toda la peña), las experiencias las llevamos puestas. Y las hemos vivido, sin hacer excursiones vicarias.

Buenas noticias, pues, para los turistas mórbidos. Tenéis el pánico gratis, y sin salir de casa. La experiencia total.

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