Las citas ‘online’, refugio inesperado frente al coronavirus
El confinamiento aumenta el uso de ‘apps’ para ligar; los usuarios invierten hasta un 25% más de tiempo en ellas
Pedro, de 27 años, no tenía Tinder. Pero en medio de la cuarentena se lo creó. Tiene pareja —“que no sabe nada de esto”, avisa— y afirma que no va a quedar con nadie: “Con el coronavirus me apetece hablar con otras personas”. Ana, de 35, ha optado por el sexting: se envía mensajes y vídeos sexuales que se graba ella misma a cambio de material semejante. Luis, de 34, entra cotidianamente en Grindr y contacta con otros hombres: “Para alimentar la imaginación”. Otros, los menos, se han saltado...
Pedro, de 27 años, no tenía Tinder. Pero en medio de la cuarentena se lo creó. Tiene pareja —“que no sabe nada de esto”, avisa— y afirma que no va a quedar con nadie: “Con el coronavirus me apetece hablar con otras personas”. Ana, de 35, ha optado por el sexting: se envía mensajes y vídeos sexuales que se graba ella misma a cambio de material semejante. Luis, de 34, entra cotidianamente en Grindr y contacta con otros hombres: “Para alimentar la imaginación”. Otros, los menos, se han saltado el confinamiento obligatorio —decretado para no propagar la pandemia— por tener un cuerpo a cuerpo. “No pude resistirme”, admite Carlos, de 48 años. “Es una manera de liberar ansiedad y era al lado de casa”, justifica.
Lola (nombre ficticio como todos los de este reportaje) disfruta del morbo de las videollamadas y los audios subidos de tono. Empezó intercambiando mensajes románticos con un chico con el que había quedado un par de veces antes de la pandemia, pero el otro día acabó tele-masturbándose con un italiano con quien hizo match: “Antes no me gustaba el sexting, pero hay que adaptarse”.
Se trata de una serie comportamientos que la aplicación de citas Meetic ha definido como slow dating. “Cada vez hay más conversaciones entre usuarios, lo que evidencia la importancia de las relaciones emocionales y no solo de las físicas”, concluyen desde la empresa que, desde el inicio de la alerta sanitaria, ha registrado un aumento del 10% en el intercambio de mensajes en toda Europa. Algo parecido ha ocurrido en Tinder, donde el crecimiento ha sido más acusado: hasta un 25% más de conversaciones diarias con respecto a una semana normal tanto en España como en Italia.
Los creadores de aplicaciones de citas más pequeñas también están notando el cambio a raíz de la crisis sanitaria. Pablo Rodríguez Fuente, 25 años, es cofundador de FaceDate (4.000 usuarios). Comenzó a funcionar hace algo más de un mes, pero ya ha notado un incremento de la actividad “de más del 35%”. “Además, ahora, los usuarios tardan muy pocos minutos en responder: están más pendientes aunque no se puedan ver físicamente”, cuenta.
El estado de alarma ha llegado también a las descripciones de los perfiles de las apps. Así, Estefi, 27, se define como “Negativo en coronavirus, positivo en perreo”. Alex, 29, dice estar “buscando algo que hacer después de la cuarentena para perder los kilos que voy a ganar”. Y Raquel, 27, ve una oportunidad en la crisis: “Tímidos y tímidas del mundo, este es nuestro momento”.
La mayoría buscan encuentros virtuales. Así Pedro, novato en Tinder mientras su pareja pasa la cuarentena con su familia, dice que lo usa “exclusivamente para hablar con otras chicas”. “Simplemente, me siento solo y me aburro”, justifica. Juanma, de 34, se ha aficionado a las “videollamadas picantes” desde que empezó el aislamiento: “Solo busco sexo en esta aplicación y como no puedo practicarlo en vivo, uso la cámara”.
Entre perfil y perfil, las aplicaciones lanzan múltiples avisos y recomendaciones relacionadas con la Covid-19. Algunas, como okCupid piden que “las relaciones no salgan del teléfono”. Otras, como Grindr, de referencia entre gais, invitan a “mantener la distancia social”. “A pesar de ello, yo he visto gente que sí que ponía que buscaba para ya”, apunta Luis, de 34 años. Hace unos días le invitaron a participar en un llamado chill —sexo en grupo que puede ir acompañado de drogas—. “Me da que los destroyer siguen quedando”, agrega.
Aunque Carlos, de 48 años, no se reconoce en esa etiqueta de destroyer (literalmente destructor, figuradamente, extremista), hace unos días rompió el confinamiento para acudir a una cita, en un portal aledaño al suyo. “Al llegar me lavé las manos”, apunta. Lo cuenta con cierto rubor: “Sé que no hice bien”.
Rebeca, de 23 años, lleva días considerando romper la cuarentena. Quiere trasladarse a casa de Peter. No se conocen, pero llevan casi un mes charlando por Tinder. “Desde que hicimos match, hemos hablado sin parar: hay química”, explica. Teme que posponer indefinidamente su primer encuentro enfríe su relación. “No quiero que el coronavirus estropee mi relación con mi futuro marido”, bromea.
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