El lujo de mantener la distancia social en la India
1.300 millones de personas se enfrentan con dificultad a los primeros días de encierro por la pandemia
El silencio vacía las calles de la bulliciosa capital del entretenimiento de India, donde el graznido de los cuervos de Bombay impregna el espacio antes saturado por el claxon. Lonas solitarias de los puestos de chai (té indio) se amontonan junto a rickshaws (triciclos del subcontinente) y colas frente al súper. “Ya lo hemos vivido”, dice Ashok, en referencia a los grupos que enfilaban los cajeros en 2016, cuando el Gobierno retiró billetes en circulación para sanear la economía....
El silencio vacía las calles de la bulliciosa capital del entretenimiento de India, donde el graznido de los cuervos de Bombay impregna el espacio antes saturado por el claxon. Lonas solitarias de los puestos de chai (té indio) se amontonan junto a rickshaws (triciclos del subcontinente) y colas frente al súper. “Ya lo hemos vivido”, dice Ashok, en referencia a los grupos que enfilaban los cajeros en 2016, cuando el Gobierno retiró billetes en circulación para sanear la economía.
Hoy, trazos de tiza en el suelo delimitan el metro de distancia social. Un placer que no tienen en la tienda de ultramarinos; donde los clientes se agolpan desde el amanecer, sorprendidos de que abran durante todo el día en contra de lo que leyeron en WhatsApp. Y un lujo de clase alta para los que moran las hacinadas infraviviendas de la ciudad, adonde no llega ni comida ni metálico. Abunda la escasez, las aglomeraciones y las fake news en los primeros días del encierro impuesto a 1.300 millones de personas para detener al coronavirus en India, donde ha causado 700 infecciones y 16 muertes.
Por teléfono, Avinash Dharmadikari, adjunto de la Policía de Bombay, confirma que no hay límites horarios para la compra de bienes de primera necesidad. Otras ciudades indias, sin embargo, han impuesto horarios para su venta después de que multitud de ciudadanos saliesen a vaciar tiendas el pasado lunes por la noche, a raíz de la imposición de cuarentena por parte del primer ministro. El propio Narendra Modi, acto seguido, pedía la calma en Twitter añadiendo los detalles del confinamiento hasta el 15 de abril. Al cierre de escuelas, zonas de recreo y transporte público, se une la prohibición de ir a lugares de culto y la reunión de personas, salvo en funerales.
Junto a farmacias y centros médicos, siguen activos los sectores de producción de bienes esenciales, tiendas de alimentación, bancos, empresas de comunicación y servicios de comida a domicilio. Pero el desconcierto seguía reinando este miércoles en las fronteras entre algunos Estados del país. Aunque se anunció que todo vehículo que transporte bienes esenciales debía estar identificado, muchos fueron retenidos durante horas por falta de coordinación administrativa.
Este caos, de prolongarse, amenaza la subdesarrollada India rural, donde vive más del 60% de la población del país, unos 750 millones de personas, en condiciones de difícil acceso. Las fronteras interestatales también se han convertido en cruce de caminos para miles de familias que regresan a su localidad de origen a pie, mientras otros cientos siguen varados en estaciones tras el cierre del sistema ferroviario para pasajeros. El fin de semana pasado, cientos de miles de vendedores ambulantes, trabajadores de la construcción o asistentes domésticos volvieron de su éxodo rural en megaciudades indias, como Bombay, constituyendo un riesgo para la salud pública por el hacinamiento en vías y vagones.
“Quedarnos en casa no es una opción”
“Tenemos miedo a que se acaben los víveres o el metálico que tenemos. El trabajo en la construcción se ha parado y no hay ingresos”, dice por teléfono Govind Rathod, desde el chamizo de 3,5 metros cuadrados en el que vive con otras cuatro personas en la barriada de Ambedkar Nagar, al sur del viejo Bombay.
Salvo la incertidumbre, el coronavirus poco ha cambiado la rutina de este enjambre de callejas y casas sin ventanas en el que se amontonan 8.000 familias jornaleras en la superficie de un estadio de fútbol. Entre las 10 y las 12 de la mañana, hora del suministro de agua, las mujeres esquivan los meandros de desechos con sus cántaros a la cabeza mientras otros se apelotonan en los 20 urinarios públicos que hay. “Estamos intentando seguir las medidas de higiene. Pero quedarnos en casa no es una opción. No podemos vivir si no es en las calles”, asegura Govind, que le contesta a la policía local cuando les mandan a casa a golpes.
Las fuerzas de seguridad descargan sus lathis (varas de madera) contra quienes merodean por las calles sin motivo aparente. Este miércoles, el líder del Estado central de Telangana incluso lanzó un ultimatum: “Si no obedecen, se dará el toque de queda y la orden de ‘disparar en el acto”. Pero quedarse en casa es inviable para los miles de personas sin hogar de Bombay y los 6,5 millones que viven en chabolas en la decimosegunda ciudad más rica del mundo y capital de sus slums (infraviviendas). Así como para el millón y medio de indigentes y los más de 64 millones que malviven en barriadas de toda India. “Hemos pedido a las autoridades de Bombay usar el interior de las estaciones de tren desiertas para acomodar a los sin techo”, cuenta por teléfono Deepak Singh, miembro de Robin Hood Army, colectivo dedicado a preparar y enviar comida a indigentes. El grupo tiene listos a medio millar de voluntarios para actuar bajo supervisión policial hasta que llegue la anunciada ayuda del Gobierno.
20.600 millones de euros para los pobres
Dos días después de anunciar el confinamiento de sus 1.300 millones de habitantes, el Gobierno de India ha confirmado este jueves la partida de 20.600 millones de euros en dos paquetes de ayudas para los más necesitados: alimentos y dinero en metálico. La dotación de alimentos para los 800 millones de personas con cartillas de racionamiento se duplicará durante los próximos tres meses, complementada por un kilo de legumbres por cabeza desde el Gobierno local. Junto a esta medida, la ministra de Economía, Nirmala Sitharaman, también anunció un plan de seguros individuales de más de 60.500 euros para cada uno de los dos millones de trabajadores de la salud que tratan de contener el colapso de la sanidad nacional por el coronavirus. India responde así, con apenas el 1% de su PIB, a la que probablemente sea la mayor crisis sanitaria de su historia reciente.
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