Análisis:

Casa de estudios, casa de todos

En la década de 1930, un estudiante toma todos los días un tranvía desde Mixcoac hasta el zócalo la Universidad Nacional Autónoma de México. Lee incansablemente pero sobre todo escribe. Es Octavio Paz, y como él mismo contaría más tarde, durante aquel trayecto ya caminaba entre poemas.

Desde su fundación, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha sabido acompañarse de personalidades que fueron símbolos en todas las áreas del saber y del hacer: científicos, escritores, investigadores, deportistas... De sus nombres, que evocan dignidad y conciencia, supo extraer lo mejor, convi...

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En la década de 1930, un estudiante toma todos los días un tranvía desde Mixcoac hasta el zócalo la Universidad Nacional Autónoma de México. Lee incansablemente pero sobre todo escribe. Es Octavio Paz, y como él mismo contaría más tarde, durante aquel trayecto ya caminaba entre poemas.

Desde su fundación, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha sabido acompañarse de personalidades que fueron símbolos en todas las áreas del saber y del hacer: científicos, escritores, investigadores, deportistas... De sus nombres, que evocan dignidad y conciencia, supo extraer lo mejor, convirtiéndose ella misma en un símbolo también. A día de hoy la UNAM es quizá el mayor emblema intelectual de México.

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Para quienes reducen la oferta universitaria de calidad al ámbito anglosajón, conviene recordar algunas cifras: la UNAM tiene más de 314.000 alumnos, casi 36.000 académicos, 83 carreras y un 86% de postgrados considerados de calidad. Ha acogido al menos a seis premios Nobel y a ocho premios Príncipe de Asturias.

Es la mayor universidad de habla hispana, la más importante de América Latina y una de las más importantes del mundo. Su campus está reconocido como Patrimonio de la Humanidad por combinar respetuosamente tradición y vanguardia arquitectónica, pero sobre todo por impulsar acontecimientos e ideas de progreso que tuvieron un calado universal.

El prestigio de la UNAM se ha labrado a golpe de actitud. Ha acompañado a México y a toda América Latina en sus últimos 100 años convulsos, y lo ha hecho siempre como una universidad solidaria y responsable, consciente de su tiempo y de las necesidades del país, en defensa constante de las libertades y de los derechos de los pueblos.

En el año 2009, la UNAM recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y de Humanidades. La propusieron para el galardón desde el ámbito de los miles de exiliados españoles que recalaron en México tras finalizar la Guerra Civil española, y fue ampliamente respaldada la propuesta por importantes sectores de la sociedad y muy singularmente por la comunidad académica internacional. La UNAM cobijó a muchos convirtiendo su humillación en honra, su destierro en esperanza moral. En México es permanente su tarea a favor de la igualdad y la movilidad social.

Son cien años de contribuciones humanísticas y científicas, porque la UNAM es uno de los centros universitarios que más ha apostado por la I+D+i en toda América Latina, consciente de que no se puede vivir de la Historia sino de la salida al encuentro del futuro. La llaman la "máxima casa de estudios", pero la UNAM es también la casa de todos. Octavio Paz estaría orgulloso de su transitar, de su sensibilidad y coraje estético y ético. Sólo se le pueden decir dos cosas: gracias y adelante.

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