Dale riqueza a tu trama
Hay un clima mental que da por superada la ambición desmedida y el viejo concepto tan admirado en los primeros dosmiles de las ‘girlboss’
Mi compañera Beatriz Serrano ha escrito una novela llamada El descontento que ha sido un éxito en España y que ahora van a traducir en Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y algún país más. Está feliz. No es que ella no haya vivido antes su propio descontento, algo que en este libro se resume en una vida laboral vacía en la que su protagonista, hastiada de las dinámicas corporativas, se dedica al trabajo pe...
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Mi compañera Beatriz Serrano ha escrito una novela llamada El descontento que ha sido un éxito en España y que ahora van a traducir en Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y algún país más. Está feliz. No es que ella no haya vivido antes su propio descontento, algo que en este libro se resume en una vida laboral vacía en la que su protagonista, hastiada de las dinámicas corporativas, se dedica al trabajo performativo. Jugar a las oficinas, vaya. Marisa, que así se llama la protagonista, no quiere medrar, no quiere trabajar más de lo imprescindible, no quiere ganarse un aumento ni un ascenso en el mundo empresarial. Quiere que el trabajo no contamine su vida.
Hace no mucho se hizo viral en TikTok un vídeo de la genial @rayomcqueer que animaba a archivar los grupos de WhatsApp del trabajo con el argumento de que lo que alguien te quiera decir sobre el trabajo debería decírtelo en el trabajo. El vídeo terminaba así: “Tu tiempo vale oro, yo no quiero que estés en tu casa descansando y estés pensando en el trabajo. Tú necesitas tiempo para ti, para tu desarrollo del personaje, tienes que darle una riqueza a tu trama”.
Son solo dos muestras al azar de un clima mental que da por superada la ambición desmedida y el viejo concepto tan admirado en los primeros dosmiles de las girlboss (mujeres jefas), esas mujeres que levantaron startups con una aparente nueva cultura laboral, con salas de reuniones llamadas Beyoncé y sudaderas rosas con el logo de la empresa bordado, pero que luego se descubrieron igual de tóxicas que la vida corporativa de las compañías de las que se pretendían desvincular. El culto al trabajo y la hiperconexión facilitada por las tecnologías fueron descritos en 2017 por Remedios Zafra en su providencial ensayo El entusiasmo, en el que hablaba de la trampa de la vocación como señuelo de los empleadores para ofrecer peores condiciones, pero también como argumento personal, basado en el ego, para dedicar la mayor parte del tiempo al desarrollo profesional.
Algunos mentecatos, perdón, ilusos, perdón… algunas personas resumen esta corriente de separar la vida privada del trabajo y dedicar a este el tiempo estipulado con un airado “los jóvenes no quieren trabajar”. No es así: el antropólogo Juan Luis Arsuaga (70 años) convirtió en mantra una frase que dijo en EL PAÍS: “La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”.
Esta corriente afecta también al entretenimiento. Es bastante gracioso escuchar a Hugh Grant diciendo que no le gusta trabajar, pero que está obligado a hacerlo porque tiene muchos hijos. La actriz Gaby Hoffmann también dio un gran titular en una entrevista al diario The Guardian: “Me encanta mi trabajo, solo que no quiero hacerlo tan a menudo”.
El concepto de diva del pop adicta al trabajo también está en decadencia. El modelo JLo, Madonna o Beyoncé, que siguen gobernando el mainstream, deja paso a otras formas de entender esa vida. Estamos siguiendo casi en directo la dolce vita despreocupada de Dua Lipa y hasta la propia Taylor Swift ha dicho que se arrepiente de sus comienzos como trabajadora ejemplar. Young Miko, la artista puertorriqueña de 25 años con seis millones de followers en Instagram protagonista de nuestra portada, nos cuenta en su entrevista que se toma su carrera con calma, que necesita descansar, que ya probó a tratar de abarcar demasiado y no va con ella. No se quiere mudar a Los Ángeles ni a Miami, prefiere vivir cerca de sus padres. No necesita un Porsche, aunque pueda comprárselo, prefiere conducir su guagüita. No anhela fiestas, viajes, joyas, arte caro: prefiere, cuenta, “decirle a mi papi que se acabó trabajar”. Lo decimos en el titular de este número, las nuevas estrellas brillan de otra forma.