Jade Gross, de trabajar como abogada de derechos humanos en la ONU a crear vinos únicos en La Rioja
Aprendiendo día a día, Jade Gross se ha posicionado como una de las viñadoras más estimulantes del panorama actual.
Jade Gross (Hong Kong, 36 años) es pequeña y de sonrisa fácil. Su origen asiático la delata, más si cabe en el interior de La Rioja, donde vive, entre Labastida y San Vicente de la Sonsierra. “Aquí compré una hectárea y comencé a hacer vino”, comenta. Gross es una viñadora atípica, ha llegado hasta el mundo del vino sin ser enóloga ni tener un árbol genealógico que la vincule a los viñedos. “Para mí, todos los días son un aprendizaje”, confiesa, mientras señala que junio ha sido un mes algo raro. “Nos está cayendo mucha lluvia”. Escucharla, con su voz cauta y tímida, permite que uno se haga a ...
Jade Gross (Hong Kong, 36 años) es pequeña y de sonrisa fácil. Su origen asiático la delata, más si cabe en el interior de La Rioja, donde vive, entre Labastida y San Vicente de la Sonsierra. “Aquí compré una hectárea y comencé a hacer vino”, comenta. Gross es una viñadora atípica, ha llegado hasta el mundo del vino sin ser enóloga ni tener un árbol genealógico que la vincule a los viñedos. “Para mí, todos los días son un aprendizaje”, confiesa, mientras señala que junio ha sido un mes algo raro. “Nos está cayendo mucha lluvia”. Escucharla, con su voz cauta y tímida, permite que uno se haga a la idea de lo que ha debido suponer aterrizar en un paraje como este. “Hablo mucho con los viticultores de la zona, también les compro uva”.
Gross vino a España en 2011. Detrás tenía una mochila llena de experiencias. Primero como abogada de derechos humanos en la ONU y luego como cocinera en alguno de los restaurantes más reputados de Francia. “Vi que mi idea de salvar al mundo no funcionaba, por eso decidí apuntarme a una escuela de cocina”. Con ese bagaje aterrizó en el Celler de Can Roca, donde hizo unas prácticas. “Y luego ya en Mugaritz, donde he estado siete años. Siempre en la cocina”, apunta.
Sin amedrentarse, con mucha curiosidad y una gran inquietud, decidió dejar el mandil y comenzar a hacer vino. Al principio tuvo a su lado a Abel Mendoza y Maite Fernández, pareja de viticultores riojanos que despunta en la región. “Y en 2019 empiezo con este proyecto”, cuenta. En poco más de tres años ha pasado de 800 botellas a 5.000, todas cotizadas en el mercado nacional e internacional. “Sigo considerándome una forastera, pero me gusta ir a cuidar las viñas y tratar con los lugareños, aprendo mucho”, resalta. Sus vinos son limpios, con algo de fruta y una leve crianza. Representan el lugar donde han sido hechos, pero con ese punto aventurado y travieso de Gross.