Lorena López, actriz de ‘Custodia repartida’: “La serie retrata el impacto emocional de una separación. Quieres hacerlo bien, pero lo haces como puedes”
Lleva más de dos décadas en la profesión, pero solo en los últimos seis ha empezado a creérselo. En 2024 estrenó ‘La casa’, ‘Las largas sombras’ y ahora la primera serie de Javier Fesser, ‘Custodia repartida’, como protagonista, es el colofón a una nueva etapa
“¡Cómo mola la gente buena!”, exclama Javier Fesser a propósito de la pareja protagonista de la primera serie que dirige, Custodia repartida (en Disney+ desde el 24 de enero). Hablaba de Lorena López y Ricard Farré, dos actores quizá no muy conocidos para el gran público, pero de mucho oficio. “Son el gran acierto de la serie. Cuando los vi a los dos interactuando en las pruebas de casting, pensé: ‘Ya tenemos serie, solo falta rodarla’. Pero, aparte de ser excelentes intérpretes y de no ser estereotipos de nada, ambos transmiten nítidamente lo que de verdad son: dos magníficas personas, seres con un corazón enorme”, continúa Fesser. Lorena López confirma las buenas sensaciones, esa pequeña familia que formaron en el set contagiados por la historia que venían a contar: la de una pareja, Cris y Diego, que ha decidido separarse amistosamente, pero la precariedad de la vida les obliga a mudarse a casa de sus respectivos padres, una familia humilde la de ella, una familia acomodada la de él, y cada semana se irán turnando a su hija, Chloe.
En esa nueva rutina irán apareciendo todos los dobleces de una separación que no puede ser amistosa, ni aunque se lo propongan, ni esforzándose como gente buena, porque el mundo no está hecho para madres y padres solteros, porque los abuelos también están cansados, porque la sociedad aún no entiende que las mujeres quieran también anteponer su carrera y los hombres, los cuidados. Desde la comedia y la empatía, Custodia repartida habla de mucho y para muchos y puede ser el trampolín definitivo para esta actriz, Lorena López (Valencia, 43 años), con dos décadas de trabajo a sus espaldas. Para ella, esta serie es el colofón a un año en el que se han visto más algunos de sus últimos trabajos: Las largas sombras, La casa, La mitad de Ana… Pasito a pasito y creyéndoselo, ha podido y puede vivir de esta profesión.
¿Qué le gustó de Cris, su personaje en Custodia repartida?
Me gustó lo perseverante que es. Es una tía muy buena en lo que hace, en su trabajo. Y también me recordaba un poco a mi familia. Mis padres se han dedicado a la hostelería, igual que los padres de Cris, y me recordaba mucho a mi manera de ver la vida: el esfuerzo, el trabajo. Hay que esforzarse un montón para conseguir los objetivos y lo que quieres. Me tocó mucho esa parte personal. La serie está muy bien escrita por Juanjo Moscardó y María Mínguez, es superrealista y te emociona y te ríes. Creo que retrata muy bien el impacto emocional de una separación. Son dos personas que quieren hacerlo bien, pero lo hacen como pueden al final.
Retrata la realidad de muchas mujeres que intentan conciliar una vida profesional de éxito con la maternidad, la culpa que sienten y que les hace sentir la sociedad.
Es una parte que Cris arrastra mucho, ella no afronta los cuidados como estamos acostumbrados, que una mujer tiene que cuidar a los niños. Refleja mucho a la sociedad actual, esa idea de que las mujeres, nuestras madres y abuelas, solo se dedicaban a la crianza y a la casa, y ahora todo eso ha cambiado. Pero, además, Cris tiene un puesto de trabajo que le encanta, que es un puesto con responsabilidad, y le gusta mucho. Es muy absorbente y a ella también le cuesta poner límites en el trabajo y le come esa culpa de no llegar a todo. Está sobrepasada.
Parece que la castigan por su ambición profesional, por querer tener más responsabilidad, aunque eso sea sacrificar horas con su hija, y también en el trabajo por querer estar más presente con su hija.
Es esta cosa de no poder disfrutar de los momentos de gloria que le van aconteciendo a nivel laboral. Siempre hay culpa porque le vayan bien las cosas a nivel profesional. Es muy difícil poder llevarlo y quitarnos esa culpa. A veces digo: “Jolín, ¿por qué no nos podemos relajar y celebrarnos?”. Celebrarnos cuando las cosas van bien. Siempre estás pensando en los demás, en cómo te ven los demás.
Es lo que le pasa en su caso, en su carrera, ¿cree que la ambición en esta profesión está muy castigada? ¿Cómo se lleva con ella?
Yo me relaciono regular. A mí me cuesta celebrar. Me contengo un poco. Porque también cuando las cosas te van bien a ti, pero a tu alrededor no les va también… en esta profesión lidiamos un poco con eso. Entre la precariedad y el éxito. A veces te contienes de celebrar más por no hacer sentir mal a los demás. O tú misma no te permites decir que esto es guay. Pero yo siempre tengo los pies en la tierra. Ahora es una época muy buena, pero siempre me digo: “Lorena, acuérdate de tus inicios, de dónde vienes”. Conozco todas las partes de esta profesión. Y lo mismo puedes estar trabajando muchísimo que al año siguiente no trabajas nada. Eso yo creo que es importante recordárnoslo. Que esto es una carrera de fondo y que a veces te puede ir muy bien y otras veces te puede ir regular. Y también decirme: “Lorena, celebra las cosas que son buenas y está bien”. Pero es que yo siempre he tenido un poco también, sobre todo al empezar, como síndrome de la impostora, porque yo no vengo de la interpretación. Yo era bailarina, yo estudié en el conservatorio profesional de danza. Y esto me vino de rebote. Me ha costado muchos años decir que soy actriz.
¿Cuándo empezó a decirlo?
Yo empecé en la interpretación en el 2004, me cogieron para una compañía de teatro en la que querían una bailarina. Pensaba que iba a bailar y de repente me dan un montón de textos. Y yo me agobié muchísimo. Pero a raíz de ese montaje conocí a Marta Belenguer, que es mi amiga, hermana, mi madrina en esto y que ahora tenemos también un negocio juntas (el Merinas Bar en Madrid). Ella fue la que me animó a presentarme a la Resad. No me cogieron porque tenía un problema en las cuerdas vocales, pero me dieron un papelito para que me presentara el año siguiente, ya rehabilitada. Y me enfadé muchísimo porque al año siguiente no me cogieron… Y total, que al final me puse a hacer cursos con personas que me interesaban. Y hasta ahora. Pero yo creo que igual, me atrevo a decir que soy actriz hace, pues yo qué sé, ¿seis años? ¿Cuánto llevó? Me costó 10 añitos, a lo mejor, decir: “Vale, pues sí, esta es mi profesión”.
¿Y cómo sucedió ese cambio?
Por ver que estaba trabajando, que la gente me llamaba para trabajar. Pensaba: “Bueno, si me llaman para trabajar supongo que lo estaré haciendo bien, ¿no?”. O por lo menos habrá algo que les interese de mí como actriz, ¿no? Poco a poco vas ganando confianza. Pero bueno, esto es un aprendizaje contigo. Y eso es lo bonito de nuestra profesión también.
Y ahora, desde fuera, da la sensación de que ha subido un escalón más, con películas y series y papeles más importantes…
En 2023 rodé La casa, que ha tenido más visibilidad, y Las largas sombras, con actrices muy conocidas y muy buenas [Elena Anaya, Irene Escolar, Belén Cuesta]. Ha sido una puerta para mí. Todo el mundo me decía: “Qué buen año el 2024”. Y en realidad es porque se ha estrenado todo, porque el año pasado he trabajado poquito. Algunos cortometrajes y eso.
¿Pero cree que hay un cambio en su carrera, más interés, más llamadas?
Bueno, sí, he ido haciendo castings, pero por ahora no estoy notando mucha diferencia. Estoy haciendo pruebas y eso está muy bien, pero no siempre me cogen. Todavía hay que esperar y ver, ojalá que sí y que siga trabajando.
Y por si acaso… ¿por eso el bar como plan B?
Sí, total. Lo del bar fue un poco plan B, ¿no? Vamos a ver qué hacemos. Además, fue después de la pandemia, unos tiempos muy convulsos, de no saber qué iba a pasar con la producción. Se paraban rodajes… y decidimos meternos en un bar que lo sufrieron muchísimo [risas]. O sea, que estábamos un poco locas. Pero bueno, al final las cervezas se las toma todo el mundo. Y es verdad que tengo la suerte de que mis socias son amigas y las tres somos tres actrices [Marta Belenguer y Lisi Linder], estamos las tres en lo mismo en la vida, nos vamos cubriendo mucho, si una tiene rodaje, está más pendiente la otra. Pero normalmente estamos trabajando las tres todo el año fuera de la barra. Al principio sí trabajábamos de camareras a la vez que hacíamos teatro u otros proyectos, pero no podíamos, y ahora tenemos un equipo maravilloso de todo mujeres.
¿Y cómo está yendo la experiencia?
Muy bien, sí, como en el barrio no había nada así, la verdad que se ha metido mucho en Merinas. Es un punto de encuentro muy bonito. A ver… Pero nosotras ya tenemos espacio para hacer lo que queremos, que es nuestra profesión, que es ser actrices… y luego veremos, no sabemos qué nos va a pasar y el bar está ahí.
Viene de familia hostelera, ¿qué le dijeron cuando lo abrió?
Cuando les dije a mis padres que iba a abrir un bar se quedaron mudos. No me preguntaban nada. Yo en un momento les dije: “¿Por qué no me preguntáis nada del bar?“. Y me dijeron: “Lorena, porque estamos preocupados. Porque un bar es mucha responsabilidad, es mucho trabajo, es mucho esfuerzo. Y tú eres actriz, por favor, no cambies el objetivo”. Y yo les tranquilicé, les dije que no era lo mismo, que no era el bar de menú diario que tenían ellos y ahí se relajaron. Pero estaban asustados porque ellos ya están jubilados, pero han trabajado toda la vida y han trabajado mucho y muy duro.
Usted también lleva 20 años trabajando duro en la interpretación, ¿ha podido vivir de ella o ha tenido que buscar otros trabajos?
He vivido de la interpretación. He tenido momentitos, algún momento de “madre, o me sale algo ya o tengo que buscar lo que sea”. Eso de tener la cuenta temblando. Porque, además, nuestro hándicap es que si no trabajas, no cobras. Y los trabajos que tenía antes también eran más precarios. Era más subsistir que poder vivir un poco más tranquila. Pero bueno, llevo años ya viviendo de mi profesión. Y eso, la verdad, yo creo que es uno de los éxitos más grandes que puede tener una actriz o un actor: vivir de tu trabajo.
Y que le llegue una mayor visibilidad pasados los 40, ¿da más vértigo o más tranquilidad por todo lo recorrido?
Yo, la verdad, que tengo suerte de que a mi edad esté trabajando más. Se sigue diciendo que para las actrices hay menos papeles a partir de los 40, los 50, porque sí hay menos. Cuando creo que la mujer de los 40 para arriba somos personajes con mucho que contar. Creo y confío y espero que haya más personajes para nosotras gracias a todas estas directoras que hay ahora con una visión propia de la mujer. Eso es una maravilla.