“Eres bisexual. Estás enfadada”: cómo la cantante Ani DiFranco desafió a la industria musical con un septum en la nariz y mucha ira dentro
Con solo 19 años creó su propia discográfica, Righteous Babe, y se convirtió en un icono feminista. Nunca ha dejado de actuar ni el activismo y la cineasta Dana Flor lo cuenta en el documental ‘1-800-On-Her-Own’, presentado en el Festival In-Edit
“I am not a pretty girl / That is not what I do / I ain’t no damsel in distress / And I don’t need to be rescued” (”No soy una chica guapa / Eso no es lo que hago / No soy una dama en apuros / Y no necesito ser rescatada”), cantaba Ani DiFranco en 1995. Entonces tenía 25 años y acababa de sacar su sexto álbum de estudio, titulado precisamente como esa canción, Not a pretty girl, que ella arrancaba con guitarra y voz suave y poco a poco iba ganando en intensidad y rabia. En esa época ya se había convertido en un icono feminista, era la cantante folk con rastas que había revolucionado la industria al crear su propio sello con 19 años y no querer firmar por una major. Hoy, a los 54, DiFranco sigue actuando y también continúa al frente de Righteous Babe, su discográfica independiente. Todo, según sus normas. Esa es la historia que ha querido narrar la cineasta Dana Flor en su documental 1-800-On-Her-Own, presentado en el Festival In-Edit Barcelona. “Ani es un personaje fascinante y complejo cuya increíble historia, sorprendentemente, no había sido contada”, explica la directora por correo electrónico, “me atrajo la forma en la que ella influyó y cambió tantas vidas con su música y activismo, particularmente las vidas de muchas mujeres”.
Todo empieza con una mujer y una guitarra. Sobre el escenario. El documental arranca con la Ani DiFranco actual; suenan unos acordes y el rostro cambia, se vuelve más joven, con un septum en la nariz, a los 20, a los 30, con la cabeza rapada, con el pelo trenzado de colores. “Eres feminista. Eres bisexual. Estás enfadada”, dice la voz de un locutor en una antigua grabación. Dana Flor ha rescatado muchas imágenes y audios de archivo, porque la artista le dio acceso total para grabar el documental a un montón de cajas llenas de recuerdos: fotos, casettes, cuadernos escritos, cedés, cintas VHS... Le envió un furgón lleno de información y documentos. “Me encontré con muchísimas películas caseras que capturaban la alegre juventud de Ani y la magia de estar de gira”, explica. Pero no se quiso quedar en esa imagen. El documental habla de ser artista y girar siendo una mujer de más de 50 años, de tener la menopausia, de mantener una familia con dos hijos pequeños, de querer hacer nueva música, de feminismo, de capitalismo, de contradicciones, de activismo político. “Rodamos la película en medio de la anulación del caso Roe vs. Wade, que quitó el derecho constitucional de las mujeres al aborto. Terminamos justo cuando Estados Unidos se disponía, rezamos por ello, a elegir a nuestra primera mujer presidenta. No ha habido ningún momento en el que los problemas de las mujeres estadounidenses hayan sido más importantes que ahora y Ani DiFranco es un icono feminista cuya historia realmente resuena en este momento”, subraya Flor.
El documental toma su título del número de teléfono fijo de la discográfica creada por DiFranco, que no dejaba de sonar en los noventa. Y con “on her own” alude a la independencia de la artista, que siempre se presentó sola frente al mundo. Su carrera, relata la cineasta, arrancó cuando era una adolescente. En ese momento se fue de casa y empezó a tocar en bares. “Mi madre tenía mucha rabia, mucha indignación feminista, desde los nueve años yo estuve por mi cuenta. Empecé a vivir sola a los 15″, cuenta DiFranco en el documental. “Era un juego peligroso, sin protección, sin cobijo, pero descubrí un poder secreto: podía cuidar de mí misma, enfrentarme a cualquier cosa y resolverla”, añade. Había nacido en Búfalo, al norte del estado de Nueva York, en 1970; sus padres eran “muy progresistas”, se habían conocido en el MIT, y la ciudad estaba marcada por la crisis económica. Las ideas de su hogar forjaron el activismo de la cantante, que convirtió su música, y su aspecto, en un discurso político.
En la portada de su primer álbum —llamado como ella—, de 1990, aparece con la cabeza rapada. Se afeitó la melena por primera vez con 18 años, para expresar una rebelión, como había hecho otro icono musical inconformista, Sinnead O’Connor, en 1987, por una razón similar, según relató en varias ocasiones: no quería ser solo otra chica guapa en la industria musical. “Estamos luchando contra el patriarcado y esta lucha está lejos de acabar”, recalca la directora, que en la película se ha querido centrar en “la identidad de Ani como feminista porque siempre ha sido la esencia de quién es ella, lo que la ha guiado en todo lo que ha hecho en su vida, su música y su activismo”. Ese activismo la ha llevado a apoyar a Planned Parenthood (tiene un tema llamado Baby Roe), a movilizarse para pedir el voto para los demócratas o a participar en las Marchas de las mujeres en Washington. Y también a analizar sus ideas y las contradicciones en su discurso —en 2013 se disculpó porque iba a organizar un retiro en una antigua plantación esclavista de Luisiana que finalmente canceló y hubo polémica cuando dijo que entendía las posturas de ambas partes en un festival feminista celebrado en Michigan que excluía a las mujeres trans— en sus memorias, No Walls and the Recurring Dream: A Memoir (Penguin, 2019).
“Ser independiente siempre ha sido lo que Ani es como mujer, activista y artista. Esto le ha permitido crear música brillante, provocadora y sin censura”, destaca Flor, “pero también ha sido una carga muy pesada para ella y no ha sido fácil. Pero si Ani no hubiera elegido ser independiente, su política y su arte no habrían podido florecer”. La directora ha querido mostrar el coste que ha supuesto esa independencia. En 1989, el mismo año en el que Nirvana publicaba Bleach con Sub Pop en Seattle, DiFranco creó en Búfalo Righteous Babe junto a Scot Fisher, un sello propio para que su música y su creatividad no dependieran de otros. La compañía funcionó bien, hasta que llegó internet y comenzaron los problemas de ventas, y de inversiones, porque habían comprado como sede una gran iglesia en Búfalo que reconstruyeron. En 2017, DiFranco despidió a Fisher y se fue a vivir a Nueva Orleans. “Fue una relación tóxica que gobernó mi vida durante años”, explica en la película sobre su relación con su exsocio, “le di la iglesia, que es donde se había ido todo mi dinero, y yo me quedé la discográfica, que era una montaña de deudas”.
Flor presenta a una DiFranco admirada por Prince —que grabó con ella y en un vídeo recuperado en el documental cuenta que quería conocerla porque le había inspirado “por su aproximación a la vida y al negocio de la música”— pero con los pies en la tierra, que habla de sus preocupaciones económicas actuales, de pagar facturas. Y que se sigue rapando la cabeza de vez en cuando. En el documental se ve su proceso creativo, cómo colabora con Justin Vernon (Bon Iver) o con Aaron Dessner (The National), pero también cómo fue pasar el confinamiento con sus hijos, Petah (nacida en 2008) y Dante (2013); su marido desde 2009, el productor musical Mike Napolitano, y su perro, Poncho. “Para mí el centro de la historia es quién es Ani ahora. Me fascina su lucha como música de mediana edad que va de gira y tiene dos niños y un marido en casa y quería explorar contradicciones con las que creo que muchos nos podemos identificar”, señala Flor, “¿cómo se trabaja a tiempo completo y se es madre a tiempo completo? ¿Cómo se crea arte y una familia? ¿Qué significa ser una estrella de rock menopáusica? A medida que Ani evoluciona musical y personalmente, nosotros también. Ani, a sus 54 años, es más subversiva e inspiradora que cuando tenía 20 y 30 años. Mi frase favorita de la película es cuando dice: ‘Creo que será genial ser una anciana y que me importe una mierda. Acabo de llegar a la menopausia. Ahí es cuando las mujeres dejan de hacer tonterías’. Esta es la esencia de Ani, malhablada, divertida y diciendo en voz alta lo que tantas mujeres piensan”.