Tana French: “Las mujeres leen mucho ‘true crime’ porque se ven como víctimas potenciales”
La escritora afincada en Irlanda, que aborda en sus novelas terrores cotidianos, analiza la fascinación por el género
Cuando era niña, Tana French (Vermont, Estados Unidos, 51 años) vivió en medio mundo. El trabajo de su padre, economista especializado en la gestión de recursos en países en desarrollo, la llevó a pasar temporadas en Irán o Malawi. “Fui a muchas escuelas internacionales. Mi padre es estadounidense con antepasados irlandeses, mi madre es mitad rusa mitad italiana, yo crecí en muchos sitios, no era de ninguna parte. Cuando acabé el colegio en Roma sentí que no había ningún lugar al que volver. No tení...
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Cuando era niña, Tana French (Vermont, Estados Unidos, 51 años) vivió en medio mundo. El trabajo de su padre, economista especializado en la gestión de recursos en países en desarrollo, la llevó a pasar temporadas en Irán o Malawi. “Fui a muchas escuelas internacionales. Mi padre es estadounidense con antepasados irlandeses, mi madre es mitad rusa mitad italiana, yo crecí en muchos sitios, no era de ninguna parte. Cuando acabé el colegio en Roma sentí que no había ningún lugar al que volver. No tenía ni idea de dónde estaba mi casa, pero solía pasar los veranos de adolescente en Irlanda y por eso acabé allí”, explica. Llegó a Dublín para estudiar interpretación en el Trinity College, se volcó en el teatro y, cumplidos los 30, empezó a escribir. Sus novelas de misterio, en las que mezcla género negro, gótico y thriller, se han convertido en superventas, merecido elogios de Stephen King y encabezado las listas en The Washington Post o Time. Todas tienen algo en común: Irlanda es un personaje más. Ese lugar es ya inseparable de su obra. Ahora publica El cazador, la segunda parte de un trilogía con aires de wéstern protagonizada por Trey, una adolescente, y Cal, un policía estadounidense retirado, con la que French continúa explorando el terror de lo cotidiano.
¿Por qué empezó a escribir?
Ya cuando tenía seis o siete años quería ser escritora, pero descubrí la interpretación y me distrajo durante un tiempo de la escritura… En el teatro, a no ser que seas una gran estrella, sueles tener tiempo libre entre obras. Decidí que quería trabajar en una excavación arqueológica, el lugar estaba cerca de un bosque y pensé: ¿qué ocurriría si tres niños fueran a jugar ahí y solo regresara uno, sin recuerdos?, ¿y qué ocurriría si se convirtiera en detective y un caso de asesinato lo llevara de nuevo a ese bosque? Me di cuenta de que si quería saber cómo iba a acabar la historia tenía que escribirla yo misma, dejé de actuar para acabar el libro.
Una excavación arqueológica la llevó a la escritura y es seguidora confesa de Mary Renault. ¿Se plantea hacer una novela histórica? En El cazador hay una búsqueda de oro...
Sí, tiene algunos toques históricos, porque me fascina la arqueología, yo quería descubrir Troya... Pero el motivo real por el que no escribo novelas históricas es porque implican investigar mucho. Y soy perezosa. A mí me gusta inventarme cosas, y cuando vas a escribir una novela histórica has de sumergirte a fondo en ese mundo, entenderlo. Por eso me encanta Mary Renault, ella no escribe personajes modernos con ropas antiguas, sino personajes que experimentan el mundo de una forma distinta a como lo hacemos hoy. Y eso es lo que diferencia una buena novela histórica.
¿Qué otros autores la han marcado?
Donna Tartt, Patricia Highsmith, Josephine Tey… Todas ellas son escritoras que no se aferran a las convenciones del género del misterio. Los libros de misterio solían tener unas reglas y límites muy estrictos y a mí me gustan los autores que no creen que esas convenciones impliquen un punto final, sino que las ven como el punto de partida y se preguntan cómo doblegarlas, retorcerlas.
¿Por qué las mujeres son tan buenas escritoras de misterio?
Las mujeres leen muchas novela negra y mucho true crime, y me pregunto si tiene que ver con que son socializadas para creer que son vistas como víctimas potenciales y que es su responsabilidad escapar de ser víctimas, evitar a los depredadores. Pero, además, en general, el misterio es un género muy bueno para explorar una sociedad. En el momento en el que uno se enfrenta a un asesinato se está enfrentando a lo que una sociedad concreta cree crucial, ve cuáles son sus prioridades, sus miedos, sus lugares oscuros.
¿Por eso está viviendo este género, en novelas, ficciones audiovisuales y podcasts, tan buen momento?
Las novelas de misterio siempre han tenido la función de dar certezas. Cuando la gente leía una novela de Agatha Christie sabía que al final todo se resolvería, todo tendría una explicación, el asesino dejaría de ser un peligro... El orden sería restablecido. Durante el primer confinamiento por la covid devoré esas novelas, todo el mundo quería leer esos libros para sentir que algún día la crisis iba a terminar. Pero ahora, a la vez, veo que necesitamos otro tipo de novelas de misterio, en las que no se hallan todas las respuestas, no todo está resuelto y no podemos confiar en que al final se hará justicia… Porque todos vivimos situaciones en las que eso no sucede, donde las fuerzas de seguridad o de la justicia no ofrecen, de hecho, justicia, sino que provocan más sufrimiento o más caos, o quizá el malo escapa y continúa con su vida mientras el bueno sufre. Todos tenemos misterios que no se resuelven.
Dicen que algunos de sus libros son “gótico irlandés”.
Pienso que hoy la gente busca que se juegue con la idea del misterio a más de un nivel. El misterio real no reside en quién mató a una persona, sino en explorar los límites de la realidad, un misterio mayor y más interesante. Me remonto a Shirley Jackson o Stuart Turton, a esos maravillosos misterios góticos que comienzan con un hecho, pero se expanden hasta convertirse en un misterio sobre la naturaleza humana.
¿Que todas sus novelas sean en Irlanda es una rebelión contra su niñez nómada?
Tiene que ser algo así... Todo ese movimiento me hizo muy consciente del poder de los lugares, de cómo crecer y vivir en un sitio moldea tus experiencias. No había WhatsApp, cuando salías de un lugar toda tu vida allí desaparecía de golpe. Yo no tenía ninguna raíz, así que tuve que elegir un lugar donde crearlas.