Minivestidos, libros y mucha artesanía en el primer desfile de Teresa Helbig en París
La diseñadora catalana presentó una colección inspirada en ‘Los miserables’ de Victor Hugo. En una galería del barrio de Le Marais y como colofón a la semana de la moda
En lo que a primera vista no se ve, en los tejidos de calidad, en la artesanía y en la obsesión por los detalles: ahí está la belleza de una creación de moda como las que propone Teresa Helbig (Barcelona, 60 años). Este es el incesante aprendizaje y motor de trabajo de la diseñadora, una lección heredada de su madre, la costurera Teresa Blasco, con quién ha levantado una firma de moda que no pasa desapercibida. Una que el pasado jueves llegó a París, cuna de la moda, en un avión junto a sus clientes más fieles y seguidore...
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En lo que a primera vista no se ve, en los tejidos de calidad, en la artesanía y en la obsesión por los detalles: ahí está la belleza de una creación de moda como las que propone Teresa Helbig (Barcelona, 60 años). Este es el incesante aprendizaje y motor de trabajo de la diseñadora, una lección heredada de su madre, la costurera Teresa Blasco, con quién ha levantado una firma de moda que no pasa desapercibida. Una que el pasado jueves llegó a París, cuna de la moda, en un avión junto a sus clientes más fieles y seguidores. Como colofón a la semana de la moda, aunque fuera del calendario oficial, París volvió a ser una fiesta, y Teresa Helbig la vistió.
Sus creaciones tienen parecidos razonables con la Torre Eiffel, el icono de la capital francesa. Si el monumento más visitado del mundo desprende un efecto magnético a lo lejos, la cercanía no hace más que corroborar que se trata de una obra de ingeniería, donde cada detalle cuenta, igual que en los diseños de la catalana. Y si esta joya arquitectónica fue pensada para conmemorar el centenario de la Revolución Francesa (1789), a ese espíritu histórico recurrió Teresa Helbig para presentar su nueva colección en París.
Inspirada en Los miserables, de Victor Hugo, la colección de Helbig retrocede al ambiente de lucha por la justicia y por el progreso de aquella época que convirtió al país en referente de los derechos sociales. Con el mismo espíritu combativo, forjado con una carrera de más de treinta años fiel a su estilo, Teresa Helbig montó una barricada, de blanco inmaculado, en el centro de la Galerie Joseph, en el barrio de Le Marais. Allí desfilaron hasta sesenta modelos con la colección 1832 Sur Mer. Los invitados se encontraron un ejemplar de la célebre novela en su asiento, en un evento que también homenajeaba a la cultura.
Después de semanas de nervios a flor de piel, Teresa Helbig se sentía tranquila y feliz justo antes de mostrar su particular batalla. “Hemos trabajado mucho para llegar hasta aquí”, decía satisfecha en el vestidor. Poco después, en un gran patio con dos pisos y una escalera de caracol, empezó a sonar un inquietante tema instrumental, cuando irrumpió la actriz Intissar El Meskine con minishorts blancos y una capa vaporosa de color crudo, que dejaba sus pechos al aire, en lo que se podía leer como un guiño a La libertad guiando el pueblo de Delacroix.
El espíritu de batalla enlazó todo el desfile: “Quería representar el espíritu de lucha por la supervivencia y la justicia”, contaba Teresa Helbig más tarde en un remanso de paz en el cóctel posterior. “Son treinta años de lucha por una visión de la moda”, añadía, incluyendo en el discurso a su madre y a su equipo. La catalana siempre recalca que sin ellos no es nada. El nivel de detalles y acabados de la colección otoño-invierno 2024/25 no deja dudas de que detrás de cada diseño hay muchas manos trabajando.
Como declaración de intenciones, la primera pieza fue un minivestido elaborado completamente con cintas de gorgorán -conocidas también como grosgrain (punto grueso)- sobre un tejido de base, en los mismos tonos de la bandera francesa, crudo, rojo y azul marino. Una compleja obra de artesanía que se trenza en un taller de Galicia, pieza a pieza, explicaba Helbig. El resultado es una prenda de apariencia geométrica, en la que las cintas van dando forma a un estampado geométrico. Usa la misma técnica para un conjunto de top y shorts o una minifalda con top tipo banda.
“Igual que Coco Chanel creó su propio tweed” para convertirlo en su enseña, dice, “nosotros hemos utilizado el grosgrain, de un modo complicado porque las tiras tienen medidas distintas, y creamos un entramado que juega con los tonos”. Aunque puede recordar de alguna manera a las cuadrículas de Mondrian, que Yves Saint Lauren convirtió en vestidos, Teresa Helbig no los tenía en la cabeza cuando se puso a trabajar con esta idea.
Lo que es seguro es que comparte la pasión de Mondrian por la geometría, que es uno de los fundamentos de su estilo. “Mi padre era albañil, siempre dibujaba, y la geometría siempre me ha inspirado”, reconoce la diseñadora, que la aplica en numerosos conjuntos. Es el caso del vestido de tul color arena, con unas cintas de terciopelo en azul marino que crean unas líneas que cruzan la tela de arriba abajo, más juntas en el cuerpo y que van abriéndose a medida que bajan por la falda, terminada en vuelo.
También ha querido incluir en su propuesta el color amarillo, el mismo que está presente en los uniformes que ha diseñado para los trabajadores de la compañía Iberia. El programa de esta, Talento a bordo, ha hecho posible el sueño de Helbig de montar un desfile en París. En un tono pálido se ha confeccionado un vestido transparente, que sigue la tendencia naked dress, que también tiene su versión en rojo. El primero se completa con una cazadora corta tipo bomber con capucha, que le da el toque “canalla” que reivindican los diseños Helbig; y el segundo, con una torera embellecida con múltiples bolsillos y cremalleras.
Remataron el universo Helbig otros diseños como un minivestido con su inconfundible estampado de rombos, que también lucía una cazadora de charol; los vestidos vaporosos en tonos crudo, rojo y azul; trajes de piel con apliques joya, abrigos largos hasta los pies, en raya diplomática sobre rojo o azul marino, además de looks marineros, como la clásica camiseta de rayas, elevando el grado de sofisticación con lentejuelas. El punto final al desfile llegó con una exclusiva pieza: un vestido hecho con una colcha de origen chino del siglo XVIII, rescatada de un anticuario, con una larga cola que dejaba ver su tradicional dibujo bordado a mano.
Aunque ya sea principios de 2024, puede decirse que Teresa Helbig culmina así un 2023 de ensueño, en el que ha puesto un pie en Nueva York con una pop up, ha fortalecido su showroom de Los Ángeles y el de Madrid, mientras que ha sido reconocida con el Premio Nacional de Moda 2023, un premio que inauguró Manuel Pertegaz en 2009. Eso sí, su base sigue estando en Barcelona, en su atelier del barrio del Eixample, situado en un edificio modernista donde también tiene su refugio vital. Los grandes creadores no suelen separar la obra de la vida. La Helbig tampoco.