Nadie escapa al efecto Chalamet: por qué el actor es el icono de la nueva masculinidad
Thimothée Chalamet vuelve a los cines con ‘Día de lluvia en Nueva York’ (Woody Allen), primera parada de una intensa temporada de estrenos a la vista. Consagrado como actor del momento, su sensibilidad y una imagen liberada de etiquetas han sumado hasta convertirlo en icono para ‘centennials’ y ‘millennials’.
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La etiqueta de chico de moda se le ha quedado corta. Thimotée Chalamet ya ha tenido tiempo de sobra para demostrar que lo suyo ha trascendido al fenómeno Call Me By Your Name (2017), la película de Luca Guadagnino que le valió una histórica nominación al Oscar como mejor actor a los 21. Dos años y cuatro estrenos después (Lady Bird, Beautiful Boy y las recientes Día de lluvia en Nueva York y The King), en Hollywood se da por sentada su consagración. Más allá de su talento, su cúmulo de buenas elecciones, con papeles cuidadosamente elegidos apostando por lo independiente y entrevistas con discursos certeros sobre la diversidad, han servido para enmarcar a Chalamet entre los representantes del relevo generacional. Capaz de personificar la nueva sensibilidad centennial –más fluida, menos prejuiciosa–, mientras levanta el aplauso y apela a los anhelos de tantos millennials que no temen a la hora de declararse fans.
El último deleite para estos llega con Día de lluvia en Nueva York, de Woody Allen, que se acaba de estrenar en España y donde Thimotée Chalamet comparte protagonismo con Selena Gómez, Elle Fanning y Liev Schreiber. Un estreno en la sombra que llega un año después de la fecha prevista, cuya cancelación por parte de Amazon respondió a la denuncia de abuso sexual que Dylan Farrow, hija adoptiva del director, hizo pública entonces. Chalamet no se ha vuelto a pronunciar públicamente sobre su participación desde que se posicionara en 2018 con una publicación en Instagram explicando que el dinero íntegro de su interpretación en el filme iría destinado a tres asociaciones con fines benéficos: Time’s Up, The LGTB Center de Nueva York y RAINN, que ayudan a mujeres, niños y personas LGTBI víctimas de abusos sexuales, violaciones e incesto. «He aprendido que un buen papel no es el único criterio para aceptar un trabajo, esto lo he visto mucho más claro en los últimos meses, habiendo presenciado el nacimiento de un poderoso movimiento que persigue poner fin a la injusticia, a la desigualdad y, sobre todo, al silencio», escribía.
Con más pompa y en cuestión de una semana llegará también a las pantallas The King. Una producción de Netflix que dirige David Michôd basada en las obras de Shakespeare Enrique IV y Enrique V que el actor franco-estadounidense protagoniza y que ya se ha estrenado en los festivales de cine de Venecia, de Busan (Corea del Sur) y de Londres. En ellos sí, Thimotée Chalamet ha ejercido de celebridad, acaparando flashes y atención y posando de buena gana con las incansables seguidoras que le reclamaban selfies conjuntos al otro lado de la alfombra. También ha sido la primera vez que le hemos visto posar (en grupo) junto a su pareja, la actriz Lily-Rose Depp, hija de Vanesa Paradis y Johnny Depp, a quien conoció en pleno rodaje.
Hasta el 25 de diciembre habrá que esperar para la que promete ser la cita definitiva para los Chalametmaníacos. En forma de regalo navideño, podremos ver el remake de Mujercitas, donde Thimotée coincide de nuevo con Saoirse Ronan bajo la dirección de Greta Gerwig para dar vida a Laurie, el vecino de las hermanas March. Un cúmulo de eventos que garantiza los suspiros y delirios de internet de aquí a que acabe el año.
La locura, de hecho, ya se ha desatado. La aparición de Thimotée en Busan acaparaba titulares (una vez más) por su estilismo. Un mono y camisa vaqueros y botas de goma blancas obra del artista Sterling Ruby, que forma parte de su primera colección como diseñador, con la que el actor sigue su línea de experimentación y ruptura de la monotonía del estilo masculino que impera en las alfombras rojas. Tampoco ha escapado a comentarios la sudadera con la que desafiaba los códigos de un evento así. Con capucha y lentejuelas, acompañaba su look para presentar la película de Michôd en Londres. Lo firmaba Virgil Abloh para Louis Vuitton.
Estampados, botines y la ausencia del miedo a los brillos y al color definen ese estilo propio de Chalamet, con la influencia de su diseñador de cabecera, Haider Ackermann. A través de sus elecciones, el actor rehuye el estereotipo de género y abre paso a la imagen de lo que él mismo entiende como una nueva masculinidad. En una entrevista para I-D Vice que le hacía el músico Harry Styles, otro disidente de las alfombras rojas, ambos (de 23 y 25 años) reflexionaban sobre la importancia de crear nuevos modelos que puedan influir a los demás a sentirse bien consigo mismos. En palabras de Chalamet: «No hay una noción específica, ni una talla de vaqueros, ni un tipo de camisetas, tamaño de cejas o consumo de drogas en el que tengas que participar para ser masculino. Es emocionante. Es un mundo nuevo y valiente. Tal vez sea por las redes sociales, tal vez sea por quién carajo sabe qué, pero hay un verdadero sentimiento en nuestra generación por hacer las cosas de una nueva forma».
Sentimiento y necesidad de cambio -al que también apelan activistas jóvenes como Greta Thunberg o artistas como Millie Bobby Brown– y una imagen personal alejada del chico cachas, engominado y de gesto duro e insensible que tradicionalmente ha reflejado la masculinidad hegemónica. Los adolescentes han abrazado este nuevo referente: no fueron pocas las pancartas de «la Tierra está más caliente que Thimothée Chalamet» que se vieron el 27 de septiembre en las manifestaciones por la crisis climática. En un artículo de The Cut que descubría cómo el corte del actor ha llegado incluso a convertirse en una nueva inspiración capilar para un público muy diverso, una de las chicas que lo llevaban justificaba su elección: «Timothée Chalamet no es un tipo hipermasculino, así que creo que este es un corte de pelo que se puede adaptar. Tiene ese punto andrógino».
Esa comunión con la fluidez de la generación Z y la fantasía por unos ídolos menos tóxicos y más sensibles con los que muchas millennials que vuelven la vista atrás en plena era post #MeToo y post #Cuéntalo aseguran que habrían preferido forrar sus carpetas, lo convierten en el perfecto ídolo intergeneracional.
Chalamet, a diferencia de la mayoría de sus compañero famosos, no comparte demasiado en redes sociales. Mientras las fotos de Justin Bieber y Hailey Baldwin han dado la vuelta a internet,Thimotée y Lily-Rose no dejan rastro de su relación, lo que convierte a cada imagen robada de la pareja más estilosa del momento en un acontecimiento internetero susceptible de mutar a meme, a fotograma o de pasar a los anales de historia de la cultura pop. ¿Queda alguien por ver esas fotos en las que se besan como si nadie les mirara en un yate en Capri o esas otras paseando por Nueva York bajo la lluvia -sí, como en la película de Allen-, que recuerdan a esas parejas icónicas de los 90 que revisamos sin parar? Las suyas son publicaciones más puntuales para promocionar su trabajo, fotos poco contextualizadas y recuerdos de momentos familiares con su hermana, la también actriz Pauline Chalamet, y su madre, que le ha acompañado en la alfombra roja en más de una ocasión. Aunque todo suma cuando se trata de descifrar (y seguir adorando) al protagonista de Call Me by Your Name.