Por qué las mujeres deberíamos hablar más de dinero

La brecha salarial y las diferentes desigualdades que enfrentan las mujeres en el entorno laboral protagonizan cada vez más denuncias y conversaciones. Se forman redes espontáneas que luchan por romper el tabú y buscar el cambio de forma colectiva.

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“Olvídate de hablar de nuestra vida sexual, la mujer moderna habla de dinero”, escribe Jessica Bennett en The New York Times. Hablar de lo que se cobra por hacer cada trabajo, quejarse de las injusticias salariales, del trabajo que se hace y no se paga, de la desbordante cuota mensual a la que hacen frente muchos autónomos o pedir consejo para negociar salarios se han convertido en temáticas recurrentes entre muchas mujeres. Hablarlo por WhatsApp, en reuniones de amigas, en casa o con otras compañeras a través de redes sociales ya no es tabú. Así lo apunta Bennett en su artículo y lo confirman a S Moda las mujeres entrevistadas a continuación.

El fin de estas conversaciones es muchas veces la mera información: saber cómo está la vida ahí fuera, qué pagan en otros trabajos y qué esperar de cada sector. Otras tantas, como apunta Alejandra de la Fuente, periodista y creadora de la cuenta denuncia de la precariedad laboral Mierda Jobs, es «sobre todo una cuestión de desahogo».

Esas quejas y dudas, a menudo reconvertidas en meme, trascienden también a los medios de comunicación, donde la conversación se abre paso. Anna Pacheco hablando de dinero y clase en Verne. Sara Mesa denunciando La obscenidad de hablar de dinero en el sector cultural o la también escritora Sabina Urraca pidiendo normalidad en los trámites para cobrar lo que es nuestro y hablar de dinero sin eufemismos. Hay publicaciones -principalmente femeninas y anglosajonas- que ya dedican secciones en exclusiva a contar cuánto ganan las mujeres por hacer su trabajo. Money diaries que diseccionan la economía de sus participantes indicando con exactitud sus ingresos y cómo los gastan: cuánto pagan de alquiler, teléfono, comida, libros, ropa o cafés de media mañana. Responden así a una pregunta universal que ronda aún más nuestras cabezas en tiempos precarios: ¿de qué vive la gente?

“Normalizar la conversación sobre dinero y lo que ganamos es difícil, pero sí que creo que ya va dejando de ser un tabú”, señala la periodista de datos Paula Guisado, portavoz de la comunidad de periodistas Chicas Poderosas España. “En el mundo freelance está más normalizado por lo obvio: saber si con las piezas que haces comes. Pero falta cultura de hablarlo con normalidad”. En otros sectores privados también ocurre. Mientras entre autónomos y personas que trabajan por encargo las cifras económicas se intercambian con mayor naturalidad y empatía, dentro de las empresas, tanto por parte de estas como de los trabajadores, la opacidad es la norma. “Entre compañeros de trabajo aún no está tan normalizado hablar de dinero. Parece que hay ese miedo a que sea un juego de suma cero, de que lo que tú ganes lo pierdo yo. Lo normal es que si una persona ya está cobrando una cantidad no se la bajen, sino que igualen la de quien cobra menos. Entiendo el miedo porque las empresas miran por su interés”, cuenta Guisado.

En España, el mercado laboral castiga en mayor medida a las mujeres. Y lo hace de diferentes formas. La brecha salarial es del 22,34% según el INE, las listas del paro se han feminizado en los últimos años (el perfil más común del parado español corresponde, en un 8%, con el de una mujer de entre 35 y 44 años con un alto nivel educativo). Las mujeres ocupan los contratos más precarios: parciales y temporales. Como explica a esta publicación Ana Lucía, portavoz de Las Kellys Lanzarote, el de las camareras de piso es uno de esos empleos más precarios y plenamente feminizados -el salario medio es de entre 1,5 y 2 euros las horas y los contratos han pasado a ser temporales y a través de ETT a raíz de la última reforma laboral-. «Es un trabajo que ocupamos principalmente nosotras porque nos da algo de dinero y y sobre todo tiempo para cumplir con todas esas otras tareas que se nos han asignado por género: cuidar de los niños, de la casa, preparar comida… No hay presencia masculina en este sector”.

Las mujeres, a pesar de estar más cualificadas -el 55% de las personas matriculadas en la universidad son mujeres, que además obtienen mejores resultados académicos-, ocupan los puestos que no lo están: hay casi el doble de mujeres tituladas superiores en situación de subempleo que hombres, según la EPA (394.000 vs 218.100). Alejandra Chacón, directora de estrategia en Havas Media Group y experta en género apunta que la desigualdad y la falta de diversidad son “mucho más profundas de lo que pueda parecer en un primer momento”. A todos esos datos se suma el hecho de que, en el caso de que las mujeres tengan hijos, “empiezan otra serie de diferencias”. Se frena el desarrollo profesional, se tiende a buscar la conciliación (disminuyendo los ingresos) y se dificulta la opción de cambiar de trabajo y las negociaciones en busca de una mejora salarial que puedan derivar de ello. «Y luego están las pensiones». En definitiva, «las mujeres vivimos más, pero con peor salud y un poder adquisitivo más pobre. Es una cuestión de calidad de vida a lo largo de nuestras vidas».

A la hora de hablar de nuestras prioridades cuando buscamos trabajo se blanquean falacias como la del salario emocional, asegurando que se anteponen condiciones como el teletrabajo, la conciliación o las vacaciones por delante del salario. Cuando estas, como apuntaba Alejandra de la Fuente en Tremending, forman parte de nuestros derechos y condiciones laborales como trabajadores. Y se alimenta, como explicaba Héctor G Barnés con un artículo en El Confidencial, la idea de que el trabajo nos identifica y ha de ser vocacional convirtiéndonos en (el lujo de ser) consumidores de empleo. Todo para acabar relegando los derechos laborales y el salario a un segundo plano, como si fuera algo a lo que no dar demasiada importancia, algo de lo que además está feo hablar. Los expertos en comunicación laboral aconsejan incluso no preguntar lo que vamos a ganar en una primera entrevista de trabajo, a pesar de que la empresa rara vez da esta información de entrada para que los candidatos puedan valorar si quieren o no el trabajo y ahorrar la pérdida de tiempo.

Pero el sentido crítico y la denuncia crecen al respecto: según apunta Rosario Sierra, jefa de ventas de empresas de LinkedIn Iberia con información a partir de un estudio de la plataforma de empleo, “la principal prioridad de los trabajadores españoles a la hora de aceptar un trabajo es ya en un 59% el salario”. También para las mujeres que, explica, “tradicionalmente han valorado en primer lugar la conciliación” -ahora regulada por Ley para todas y todos los trabajadores-. Hablarlo desligándose del tabú tan arraigado en la cultura española va siendo más normal. Como ironiza Marta, community manager, que cuenta a S Moda su caso y lo que motiva su búsqueda de nuevo empleo: «Me pagan mal. Y yo tengo la mala costumbre de trabajar por dinero».

Colectivizar el problema. «Hay cosas que te pasan y no eres consciente de que no te pasan a ti por ser tú, sino que nos pasan a muchas mujeres. Cuando empiezas a hablar de ellas te das cuenta de que nos afectan a todas», señala Paula Guisado, de Chicas Poderosas España. El silencio, la opacidad salarial en las empresas y el hecho de que las negociaciones se hayan individualizado y los sindicatos hayan perdido fuerza -como recuerda Ana Lucía de Las Kellys Lanzarote- da lugar a desigualdades más grandes que además benefician a la propia empresa y ensanchan la brecha. 

«Creo que necesitamos aprender unas de otras para saber qué es razonable, qué es posible y tener información para tomar decisiones fundamentadas”, apunta una de las entrevistadas en Te digo mi salario si tú me dices el tuyo“Tener la información sobre la mesa sería un buen punto de partida para el cambio. Es importantísimo porque nos da referencias. Ahora mismo todos somos bastante ciegos y ciegas respecto a lo que ganan las personas con las que trabajamos”, dice Alejandra Chacón. “En España este sistema es muy relativo. En muchas empresas americanas el salario es fijo por el puesto que una persona desempeña. Aquí la conversación salarial tiene variables infinitas y esto lo complica”. (El Real Decreto Ley sobre igualdad laboral que se aprobó en marzo de 2019 pretende garantizar el acceso de los trabajadores a esta información).

Las entrevistadas coinciden en que sobre las mujeres, a la hora de hablar de dinero y negociar salarios, pesa el síndrome de la impostora. Ese por el cual muchas mujeres tienden a sentirse un fraude, menos capacitadas o menos legitimadas que un hombre a desarrollar determinado trabajo o a pedir determinada cifra.

«Entre mis amigas más cercanas está muy presente la conversación sobre dinero. Tratamos de ayudarnos unas a otras con información y experiencia», cuenta a S Moda Isabel del Fresno, diseñadora de moda y mitad de La 23 Taller. Con el trabajo creativo y cultural, como defendía la escritora Sara Mesa, existe además «un imaginario falsamente romántico fundado en la imagen del artista que se desentiende del beneficio económico», llegando a percibirse la retribución económica incluso como algo «corrupto».

En ese sentido, del Fresno asegura que compartir estas ideas con otras amigas creativas y hablar de cuánto deben pedir por su trabajo le ayuda no solo a romper con ese síndrome de la impostora sino a sentirte «apoyada, con ganas y fuerzas de luchar por lo que crees que te mereces». Y a reafirmarse en que «todos aquellos trabajos en los que no quieren pagar lo que tú crees que merece tu tiempo, esfuerzo, creatividad y experiencia, no hay que hacerlos». «Tengo mucha suerte porque mi socia en el taller de diseño tiene muy claro lo que vale nuestro trabajo y no deja que la inseguridad le haga aceptar un encargo mal pagado. Me ayuda mucho sobretodo a la hora de dar presupuestos y estar feliz con ello», explica la diseñadora.

«Lo que no se cuenta y no se nombra, no existe. Es fundamental tener información y tenerla al alcance de todo el mundo», apunta Alejandra de la Fuente. «Poner el foco en un problema real. Al conocer los salarios que tienen (en este caso) las mujeres, podemos saber que estas personas con un determinado nivel de calificación están cobrando una cantidad equis y esto te da pistas para pedir un aumento o saber en qué rango deberías moverte -aunque luego sea tan habitual que las empresas se salten estos convenios…-«.

Recuperando las palabras de la escritora y periodista Jessica Bennett del principio de este texto, Paula Guisado suscribe que la verdadera revolución ya no es hablar de sexo, sino de dinero. “Gracias al satisfayer, en los últimos meses hemos hablado más que nunca de masturbación femenina, se ha roto el tabú. Con el dinero puede pasar igual, cada vez lo hablaremos con más normalidad. Esta es una buena cosa y está pasando”.

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