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Así son las 6 candidatas demócratas (entre 16 hombres) que quieren derrotar a Donald Trump

Mientras que en el Partido Republicano solo tiene a un adversario, las candidatas demócratas hacen historia por la cantidad de...

Kamala Harris, Oakland, California (1964) La senadora por California tiene mucho en común con Barack Obama. Ambos comenzaron su carrera al mismo tiempo y ella es la primera candidata negra en lanzarse a la carrera hacia la Casa Blanca. Como senadora ha apoyado la sanidad universal, la legalización de la marihuana recreativa, la reducción de impuestos a la clase media y un aumento de los mismos a las empresas y al 1% más rico, percentil al que ella misma pertenece, como demuestra su declaración de la renta de 2018, que presentó el pasado domingo junto con las declaraciones de los últimos 15 años, al igual que han hecho el resto de candidatos del su partido. Entre sus grandes éxitos políticos figura haberse enfrentado a los grandes bancos durante la crisis hipotecaria y haber conseguido un acuerdo histórico para las familias trabajadoras de California. Pero también ha recibido críticas del ala más a la izquierda del partido por su bajo perfil progresista. En su época como fiscal general, Harris apoyó legislación estatal que afectaba de manera desproporcionada a personas negras con bajos ingresos, y en 2014, cuando un juez federal dictaminó que la pena de muerte era inconstitucional, Harris apeló su decisión. Poco antes de presentarse como candidata, publicó The Truths We Hold, unas memorias al uso en las que desgrana los momentos más difíciles de su carrera y los victorias más memorables, entre detalles de su vida familiar, como que a su marido, el abogado Douglas Emhoff, le encantaría que Bradley Cooper le encarnara en un posible biopic. Quién sabe. De momento, Kamala Harris tiene más posibilidades de mudarse a Washington que sus otras contrincantes femeninas.NOAH BERGER (AFP/Getty Images)
Kirsten Gillibrand, Albany, Nueva York (1966) La senadora por Nueva York desde 2009 posee una de las voces más liberales de la cámara alta de Estados Unidos. Entre sus propuestas destacan la sanidad universal, la educación pública y las políticas de igualdad de género, postura que la alinea con movimiento #MeToo. Anunció su candidatura a la Casa Blanca el 15 de enero en el Late Show de Stephen Colbert. La periodista Ana Fernández Abad trazó un perfil de la candidata en S Moda a los pocos días de presentar su candidatura.Alex Wong (Getty Images)
Marianne Williamson, Houston, Texas (1952) Acallados los rumores sobre las posibles candidaturas de Angelina Jolie u Oprah Winfrey, la de Marianne Williamson es quizás la más inopinada de todas las que engrosan la lista de las primarias del Partido Demócrata. Aunque en la política estadounidense no han faltado perfiles independientes con poco o nulo callo en el oficio –desde la drag queen Terence Smith hasta Jello Biafra, líder de la banda punk californiana Dead Kennedys— la figura del gurú new age no había hecho aún acto de presencia en un menester tan terrenal como la política. Marianne Williamson saltó a la fama en 1992 con su primer libro de autoayuda, Volver al amor, una guía espiritual para enmendar una vida rota por las falsas expectativas. Oprah Winfrey, hada madrina del showbiz estadounidense, ensalzó la obra en su programa y fue directa a encabezar la lista de súperventas del The New York Times. De ahí pasó a convertirse en consejera espiritual de la presentadora. Todo lo cual ayuda a explicar el apoyo que recibe de no pocas celebridades. Fue la encargada de oficiar la octava y última boda de Elizabeth Taylor y ha recibido fondos por parte de Kim Kardashian, Nicole Richie o Alanis Morrisette, quien además compuso la canción de su primera campaña política, cuando en 2013 se postuló, sin éxito, para ocupar un sillón en la Cámara de Representantes por el estado de California. Williamson ha sido muy activa socialmente. Entre sus proyectos destaca el Project Angel Food, un programa de voluntarios creado en 1989 para llevar comida a personas con SIDA postradas en cama que después se expandió para ayudar a cualquier enfermo crítico. Pero, sobre todo, se la conoce por los 12 libros que ha escrito, ocho de los cuáles se han convertido en superventas. Este mes publica, muy oportunamente, el decimotercero, titulado A Politics of Love: A Handbook for a New American Revolution (La política del amor. Manual para una nueva revolución americana). En una entrevista con ABC, Williamson reconoció que la decisión de lanzarse a la carrera presidencial vino motivada por una epifanía. En su página web, admite que “la política estadounidense está desconectada del corazón”, idea que insufla a todos sus mensajes, dirigidos a despertar moral y espiritualmente a sus votantes progresistas. Apoya el Green New Deal, la sanidad universal, el control de armas y la educación pública, y quiere destinar 100 mil millones de dólares a reparar los efectos de la esclavitud.Steven Ferdman (Getty Images)
Tulsi Gabbard, Leloaloa, Samoa Americana (1981) Pese a su relativa corta edad, Tulsi Gabbard ha recorrido buena parte el arco ideológico. Cuando a los 21 años ganó un asiento en la Cámara de Representantes de Hawai, su perfil conservador la posicionó en contra del aborto y del matrimonio homosexual. Sin embargo, a día de hoy, se sitúa en el lado más progresista del partido, sobre todo tras abandonar a Hillary Clinton para apoyar a Bernie Sanders. Poco antes de presentar su candidatura a mediados de enero, subió un vídeo en su canal YouTube en el que se arrepentía de su pasado homófobo, postura probablemente fomentada por su pasado en el ejército y su experiencia en una unidad médica en zona de combate iraquí. Pero también por su padre, el senador republicano Mike Gabbard, fundador de la asociación sin ánimo de lucro Alliance For Traditional Marriage y quien, según The New Yorker, llegó a viajar hasta Carolina de Norte en 1999 para manifestarse cuando se supo que unos de los actores de la serie Dawson Creek había salido del armario. “Mis puntos de vista han cambiado significativamente desde entonces", afirma en el vídeo, “y mi historial en el Congreso en los últimos seis años refleja lo que siento: un compromiso fuerte a la hora de luchar por los derechos de la comunidad L.G.B.T.Q.”. Gabbard proyecta una imagen muy progresista. Surfera y vegetariana, es la primera hindú (tomó juramente sobre el Bhagavad Gita) y la primera samoana americana en ser elegida para la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Sin embargo, se acusa cierta ambigüedad en sus posturas políticas. Progresista en lo social y en lo económico, no convence en política exterior, precisamente uno de los ejes de su campaña. Gabbard está en contra del intervencionismo militar, pero chirrían algunas de sus declaraciones e iniciativas. Llegó a autodenominarse una “halcón” contra el terrorismo, se unió a los republicanos para exigir a Obama el uso del término “Islamismo radical” y en 2017 viajó a Siria para reunirse con Bashar al-Assad, de quien duda que sea responsable de usar armas químicas contra civiles y a quien apoya más de lo que gustaría a muchos de sus colegas de partido.Aaron P. Bernstein (Getty Images)
Amy Klobuchar, Plymouth, Minessota (1960) Amy Klobuchar es, junto a Elizabeth Warren, la candidata con mayor experiencia en política. Desde 2007, ocupa un asiento en el Senado, cargo que ejerce con notorio pragmatismo, sin enredarse demasiado en conflictos bipartidistas. De ahí que su historial sea relativamente moderado, comprensible teniendo en cuenta que Minnesota es un estado púrpura, es decir, sin un clara mayoría democrática o republicana. En este sentido, y en unas primarias en las el Partido Demócrata ha virado significativamente a la izquierda como respuesta al uberconservadurismo de Trump, Klobuchar puede que no tenga toda la suerte que espera. Entre sus propuestas destacan volver al Acuerdo de París sobre el clima que Trump abandonó, ampliar la cobertura de Medicare hasta los 55 años –en lugar de abogar por la sanidad universal como hacen muchos de sus oponentes en estas primarias— o facilitar la ciudadanía a la mayoría de inmigrantes indocumentados, sin que eso signifique apoyar abolición de los Centros de Detección para Inmigrantes (ICE en sus siglas en inglés). Su carácter campechano y accesible, según ella misma se autodefine, contrasta con las acusaciones de alguno de sus empleados, quienes le han atribuido un comportamiento abusivo. Klobuchar se ha defendido admitiendo que a veces puede ser una jefa muy exigente: “Sí, puedo ser dura y presionar a la gente. Mi expectativas para conmigo misma son altas y también lo son para con las personas que trabajan conmigo porque tengo grandes expectativas para este país”. En su defensa han surgido voces que detectan cierto sexismo en la acusaciones, ya que la agresividad no es una cualidad que se considere negativa en un hombre, más bien al contrario. Pero cuando presentas la mayor rotación de empleados del Senado, resulta fácil llamar la atención más allá de cuestiones de género.Alex Wong (Getty Images)