Cómo construir una relación sana cuando uno es fiestero y el otro hogareño
Las parejas ‘party-gap’ tienen estilos de vida y necesidades diferentes. ¿Es posible tener una relación duradera disfrutando del tiempo de ocio por separado?
“Soy supersociable y necesito estar con mis amigos. En el caso de mi pareja, es todo lo contrario, cada encuentro social supone para él estar tres días con las pilas descargadas”. Así comienza Estela Cebrián, cronista social y periodista de tendencias, a explicar cómo afecta a su relación el hecho de que su marido sea “un introvertido de libro”, mientras que ella disfruta de la fiesta entre amigos. “Lo que es necesario para mí, para él es casi un sacrificio, y evidentemente si quieres a alguien, no quieres forzarlo a estar en situaciones incómodas. Con el tiempo hemos llegado a un pacto silencioso de no obligarnos a nada. Ni yo me quedo en casa si lo que me apetece es salir con mis amigos, ni él viene conmigo cuando yo quiero salir”, asegura, antes de confesar que, en realidad, son las relaciones amistosas las que generalmente se ven más afectadas a causa de ese ejercicio consciente de equilibrar estilos de vida diferentes. Cebrián es una de las muchas personas que tienen relaciones party-gap, que son aquellas en las que una parte disfruta saliendo, mientras que la otra prefiere el clásico “sofá y manta”. En TikTok, la red social que siempre refleja las tendencias relacionales, se habla cuando se aborda esta temática del “swag gap”, una señal de que estas diferencias en pareja son más habituales de lo que pudiera parecer.
“Todo sería muy sencillo si habláramos solo de amor. Conozco muchas parejas que se quieren muchísimo, pero que no funcionan debido a los condicionantes externos”, dice Mariona Gabarra, psicóloga clínica y sexóloga. “Si una pareja tiene estilos de vida diferentes, siendo una parte más casera y la otra, más fiestera, hay que trabajar mucho la comunicación. Ambas partes pueden ser muy diferentes y tener necesidades distintas, pero hay que comunicarlas y no dar por hecho que nuestra pareja ya las conoce”, advierte.
Mireia Muñoz, psicóloga, sexóloga y terapeuta de parejas especializada en autoestima, ansiedad y gestión emocional, coincide. “Una relación en la que los tiempos no coinciden no está necesariamente condenada al fracaso. Requiere más consciencia, intención, comunicación y trabajar ese aspecto juntos. Es importante que la pareja se siente a hablar no solo de logística, sino también de cómo cada uno se siente respecto a la disponibilidad del otro y de proponer juntos alternativas. A veces, encontrar pequeños rituales compartidos (como un desayuno juntos, una videollamada antes de dormir, o una cita semanal) puede marcar una gran diferencia en el vínculo”, dice. En consulta suele hacer una pregunta: cómo está siendo el tiempo que se pasa junto a la pareja y si este es realmente de calidad. “Si hay horarios distintos y se coincide poco, puede que se produzca mayor desconexión. Si además coincidimos poco, va a ser más difícil porque quizás el tiempo que pasemos juntos, estemos cansados y haya menos motivación. Se corre el riesgo de que cada uno empiece a vivir su rutina como una vida paralela a la del otro”, explica.
Para Muñoz esta situación puede generar sensación de vacío o de soledad dentro de la relación o incluso resentimiento, especialmente si una de las partes siente que siempre está “esperando” al otro. Cuando la pareja empieza a vivir en paralelo, Cecilia Martín Sánchez, co-directora de Psicode y autora del libro Amor orgásmico (Vergara, 2024), explica que uno se activa cuando el otro se apaga, y el tiempo compartido se vuelve escaso y forzado. “Uno inicia el día mientras el otro apenas termina el suyo, y esa falta de sincronía reduce los momentos de intimidad y conexión. A largo plazo, el riesgo es que la pareja se convierta en una convivencia funcional, pero sin presencia emocional. Depende de cómo se interprete, puede generar sensación de incomprensión o incluso de abandono, aunque exista amor. Muchas parejas tienen conflictos por esto y acuden a terapia de pareja para aprender a gestionarlo emocionalmente porque se quieren y quieren seguir juntos”, dice a S Moda.
Aunque la mayoría de las fuentes consultadas no considera que lo oportuno sea “ceder” Adrián Chico, autor de Tu camino hacia el amor (Bruguera, 2025), piensa que el problema real aparece cuando la cesión se convierte en patrón: cuando uno se adapta siempre más que el otro y nace la frustración de sentir que amar al otro implica dejar de ser quien realmente es y vivir obligado y en sacrificio. “Lo ideal es que ambas partes cedan un poco, pero sin dejar de escucharse: que cada gesto sea una elección libre, no una forma de mantener la paz a costa del propio bienestar. Ceder puede ser sano si se hace por elección, no por obligación”, dice. “La clave está en la reciprocidad: que ambos se muevan, en momentos distintos, hacia el terreno del otro, sin convertirlo en una norma ni en una deuda. Si cada uno siente que puede ser fiel a sí mismo dentro de la relación, el equilibrio es posible. Con empatía, compensación y flexibilidad se consigue”, añade Mireia Muñoz.
Para Marina Marta García Fuentes, psicóloga y directora del Instituto de Psicología Psicode, es más fácil llevar estas desigualdades cuando la pareja se conoció con esas diferencias, pues el origen fue en ese contexto y cada uno aprendió a lidiar con esa diferencia desde el principio. “Sin embargo, en parejas donde uno de los dos tiene un giro de 180 grados y cambia su estilo de ocio, conlleva que se descoloque el puzzle que habían montado, por lo que habrá que reajustar nuevas dinámicas para crear un nuevo tablero. Todos tenemos derechos a cambiar, el reto está en saber evolucionar juntos y adaptarnos”, explica.
Cecilia Martín Sánchez indica que para que haya compatibilidad, tiene que haber madurez emocional y no juzgar ni criticar las diferencias. “El que necesita calma puede percibir al otro como superficial o inmaduro, y el más activo puede ver al primero como apático o aburrido. Ninguno tiene razón; simplemente, sus mecanismos de autorregulación son distintos”, comenta. “Otra forma errónea de interpretar estas diferencias es como falta de interés o de afinidad. Las parejas más equilibradas son las que reconocen esas diferencias sin intentar modificarlas: buscan puntos de encuentro realistas: a veces el plan es salir, otras es quedarse. Entender que el descanso y la estimulación pueden coexistir y es lo que permite que ambos se sientan escuchados y respetados. La pareja madura no busca la fusión total, sino la complementariedad”, asegura. Y es entonces cuando Estela Cebrián habla de la importancia del tiempo de ocio por separado en pareja. “Nunca he entendido las parejas-gallifantes, que van a todas partes juntos, lo hacen todo juntos y tienen el mismo círculo. Me parece una cosa aburridísima. Por no hablar del hecho de que te acabas diluyendo como persona, nunca sabes dónde acabas tú y dónde empieza el otro. Es imprescindible tener tu propio espacio, tus bromas privadas con otros, que tus recuerdos y experiencias no estén protagonizados por una única persona”, dice antes de hablar del elefante rosa de la habitación. “La resaca intensifica el desequilibrio. Yo estoy en el sofá con gana literalmente de morirme y él está superfresco, con ganas de hacer cosas y aprovechar el día”, asegura para terminar. Y para eso no hay suficiente Ibuprofeno…