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Carol Tavris: “Una mentira se puede identificar. Pero la autojustificación es como una serpiente que se enrosca en tu interior”

La psicóloga social y feminista estadounidense analiza en su libro ‘Se han cometido errores (pero yo no fui)’ cómo los seres humanos justifican “decisiones equivocadas, creencias ridículas y actos daniños”

Carol Tavris, especializada en el pensamiento crítico, la disonancia cognitiva, la ira y el género, escribe junto al psicólogo Elliot Aronson Chelsea Se han cometido errores (pero yo no fui) (Capitán Swing, 2025), un libro en el que analizan cómo el cerebro está preparado para la autojustificación. El texto alude también a la danza de la ambigüedad de la que habla la psicóloga social Deborah Davis, que los psicólogos aseguran beneficia a ambos miembros de la pareja. Sin embargo, mientras que la ambigüedad evita herir los sentimientos, también causa problemas, y es ahí cuando exploran cómo afecta incluso a las violaciones. “La mujer realmente piensa que el hombre debería haber sabido que ella quería que parara, y él realmente piensa que ella dio su consentimiento”, escriben.

¿Sabe un violador que es un violador?

Los violadores, como todos los criminales y villanos, justificarán su comportamiento porque no quieren verse ni identificarse como violadores. ‘Ella quería’, ‘Llevaba una falda corta’, ‘Ella me provocó’... Entra en juego la autojustificación. Obviamente, hay hombres psicópatas que se enorgullecen de violar mujeres, pero en la vida cotidiana, un hombre que coacciona a una mujer no se considera un violador. Ese tipo de autojustificación no difiere psicológicamente de lo que dijo Augusto Pinochet: ‘Puedo dormir por la noche habiendo asesinado a miles de personas porque estoy protegiendo al país del caos y el comunismo. Soy una buena persona, soy un ángel’. Todos nos consideramos ángeles, ¿no? Así que, cuanto mayor sea el crimen que cometemos, mayor será la necesidad de justificar lo que hacemos.

¿Cuál es la diferencia entre la autojustificación y poner excusas?

Poner excusas es lo que hacemos cuando sabemos que hemos hecho algo malo, estúpido, insensato, hiriente o criminal. Inventamos una excusa para evitar un castigo o una sanción, para que nuestra pareja no se enfade, para que nuestro jefe no nos despida… La autojustificación es diferente porque no se trata de mentirle a otra persona, sino a nosotros mismos. Es el mecanismo que nos impide creer que hicimos algo malo, insensato o hiriente. Sirve para evitar que se abofetee nuestra autoestima. La autojustificación es peligrosa porque cuanto más inteligentes, capaces, competentes y amables nos consideramos, más difícil es aceptar que hemos cometido un error. Y por eso estamos más motivados a justificar lo que hacemos que a reconocerlo.

¿Es más peligroso que una mentira explícita?

Una mentira explícita se puede identificar y descubrir. Pero la autojustificación es como una serpiente que se enrosca en tu interior. Al aferrarnos tanto a esas justificaciones, se vuelve muy difícil cambiar de opinión. Es más peligroso cuando una empresa, un profesional, un médico o un experto no pueden aceptar que están equivocados para corregir su postura en un futuro, y es ahí es donde se convierte en un problema grave. Es esencial que seamos capaces de admitir nuestros errores si queremos mejorar.

¿Diría que es más complicado que un hombre acepte sus errores?

Empecemos diciendo que sí. Pero las mujeres pueden ser igual de obstinadas, testarudas y autojustificativas. No es que un sexo sea peor que el otro admitiendo errores. También tiene que ver con nuestro autoconcepto y nuestra identidad. Si le preguntas a una mujer cómo cría a sus hijos, cómo cocina o si fue realmente cruel con su mejor amiga, justificará sus propios errores y deslices cuando le convenga. Así que, lo siento: la autojustificación es universal. Pero es cierto que las posiciones de poder las suelten ocupar ellos y suelen bloquear cualquier insulto a su sentimiento de competencia. Hay un ejemplo famoso de esto. Virginia Apgar, que desarrolló un sistema de evaluación de la salud de los recién nacidos asistió a un cirujano experimentado en una cirugía cuando era médica residente. Pensó que, durante la operación, había pinzado una arteria del paciente y que este había fallecido por ello. Le preguntó al médico si ella era la responsable de la muerte del paciente y él le dijo que se olvidara de lo ocurrido. Pero ella fue a la morgue donde le estaban haciendo la autopsia al paciente y descubrió que efectivamente, había pinzado la arteria por error y que por ende, había causado la muerte del paciente. Aunque fue durísimo, aseguró que tenía que saberlo para no volver a hacerlo. Esa es la diferencia. El cirujano también tendría que haber querido saberlo. Son las personas en la cima, las que por cierto suelen ser las más competentes y hábiles, quienes tienen la mayor necesidad de justificar su error. Pero no confundamos género con poder porque cuando las mujeres ocupan puestos poderosos, cuando dirigen países y cuando dirigen empresas, lamento decir que son igualmente vulnerables a la autojustificación.

Señala que la sociedad es eminentemente egocéntrica. ¿Por eso nos cuesta más asumir los errores?

Depende de cuál sea el error. La distancia cognitiva es universal. Depende de si resulta herida la parte que más nos importa de nuestro ego. Puedes insultar mi paella, porque no forma parte de mi identidad hacer la mejor paella del mundo. Pero si me ganara la vida vendiendo mi paella mundialmente famosa, entonces defendería mi forma de hacerlo, no la de usted. El ego es más o menos importante según lo central que sea el tema.

Explica que el cerebro está diseñado con puntos ciegos y que, sin querer, nos cegamos y pasamos por alto eventos vitales. ¿Es lo que ocurre cuando en una relación tóxica se ignoran las ‘red flags’?

Siempre enfatizo la pirámide de la elección. Lo central de la disonancia cognitiva es el choque de dos creencias que no encajan. Por ejemplo, amo a una persona pero me trata fatal. Cada vez que elegimos sentimos disonancia por la elección que no hicimos. Si compro un coche solo voy a pensar en todo lo bueno que tiene y voy a ignorar a quien me diga que hice una estupidez terrible. Si estás enamorada, vas a ver todo lo bueno en la decisión tomada y vas a ignorar todas esas pequeñas discordancias sobre la persona. Ahora bien, esa es la base de una buena relación: centrarse en lo bueno e ignorar lo malo. Eso es cierto en todas las relaciones. Pero lo que podría suceder con el tiempo, a medida que descendemos en la pirámide, es que si lo malo empeora, no queremos darnos cuenta ni prestar atención a la creciente evidencia de que hicimos algo mal. Es completamente normal y es la razón por la que nos quedamos estancados. Lo curioso es que cuando la gente decide separarse, es como si se invirtiera esa pirámide. Ya no puede ver nada bueno de la que era su pareja. Es normal y universal: se basa en por qué justificamos una decisión que hemos tomado. Significa que todos debemos encontrar el equilibrio y aceptar cosas de la otra persona que quizás no nos gusten tanto, pero que no van a cambiar.

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