Sobre qué discutimos cuando discutimos por tapar la pasta de dientes: la regla del tres en las parejas

Las peleas cotidianas motivadas, por ejemplo, por lavar los platos o dejar de mirar el móvil, esconden en muchas ocasiones motivos mucho más profundos

Maria Korneeva (Getty Images)

En la vida en pareja no es extraño que una duda nos inquiete, asalte e incluso desestabilice: la de cómo es posible que el otro esté repitiendo una vez más eso que tanto nos molesta. En realidad, lo que se esconde tras riñas tan comunes como limpiar los platos o pasar demasiado tiempo al teléfono está relacionado con las necesidades, vulnerabilidades y prejuicios que se desencadenan repetidamente. Marion Solomon y Daniel J. Seigel, autores de...

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En la vida en pareja no es extraño que una duda nos inquiete, asalte e incluso desestabilice: la de cómo es posible que el otro esté repitiendo una vez más eso que tanto nos molesta. En realidad, lo que se esconde tras riñas tan comunes como limpiar los platos o pasar demasiado tiempo al teléfono está relacionado con las necesidades, vulnerabilidades y prejuicios que se desencadenan repetidamente. Marion Solomon y Daniel J. Seigel, autores de Healing Trauma (que se podría traducir como ”sanando traumas”), un libro en el que ahondan en cómo afectan las relaciones al cerebro y al estado mental, escriben: “Cuanto mayor es la intimidad con otra persona, más probable es que surjan ciertas emociones y algunos mecanismos de defensa que en ocasiones pueden ser incluso primitivos. Un enfoque terapéutico ayuda a la pareja a reconocer su sensación de vulnerabilidad, descubrir sus raíces, tolerar oleadas de emociones y encontrar formas de abordar el dolor subyacente”.

Esther Perel, terapeuta de parejas, explica que si nos enfada que nuestra pareja no levante la vista de su iPad cuando nos tumbamos a su lado, por ejemplo, no es precisamente esa mirada ausente la que nos incomoda, sino el hecho de que se trate de un patrón. “Si nuestra pareja se toma un tiempo cada semana para jugar al tenis con su amigo, pero no muestra interés en planificar una cita nocturna semanal, puede desencadenar nuestra inseguridad al hacernos pensar que, en realidad, no quiere estar con nosotros o que no somos suficiente para ella. Estos factores desencadenantes actúan como un embudo que desemboca en sentimientos de abandono y fracaso. Cuando estos factores desencadenantes se agravan con el tiempo, se crea una lente a través de la cual vemos cada interacción. Entonces, si pensamos que a nuestra pareja no le importamos, todo lo que haga se interpretará a través de ese prisma. Por el contrario, si pensamos que nuestra pareja quiere nuestro bienestar, interpretaremos la mayor parte de lo que dice y hace desde ese ángulo”, explica la experta en relaciones, que acaba de lanzar un curso de ocho partes llamado Turning Conflict Into Connection, es decir, cómo hacer del conflicto una conexión.

En una sociedad que evade los conflictos y se polariza ante ellos, apenas disponemos de las herramientas necesarias para gestionar las peleas, por lo que Perel nos invita a aprender a gestionarlas y a leer lo que hay tras ellas.

En esta entrevista en el programa más importante de la televisión escandinava explica que cuando las parejas discuten de forma repetida sobre algo, en realidad el porqué lo hacen se reduce siempre a tres aspectos. El poder, el cuidado y el reconocimiento. “En el fondo, la mayoría de las parejas luchan por el poder y el control, por saber la prioridad de cuál de los dos se impone y quién es el que toma las decisiones”, desarrolla Esther Perel en The Cut.

Por su parte, el tipo de peleas vinculadas con el cuidado y la cercanía puede tener que ver con la pregunta de por qué ya no se tienen relaciones sexuales o la incapacidad de apoyar al otro cuando se muestra ansioso y en su lugar, se ponen en duda sus capacidades para enfrentarse a los problemas. Cristina Soria, autora de El libro que salvará tu relación de pareja, dice: “Cuando yo necesito algo de mi pareja y no lo hace, me lleva al enfado y la frustración. Todos deseamos que nuestra pareja sea proactiva. Pero si no lo es, lo más fácil y práctico es pedirlo”. Sonia Encinas, autora de Sexo afectivo, añade: “Sería demasiada exigencia pedirnos a nosotras mismas hacer que nuestra pareja cambie, que nos preste unos cuidados que no nos da o que empatice. Ese trabajo es de la otra persona, que tendrá que hacerse responsable. Si no, es un desgaste tremendo. Eso sí, podemos pedir lo que necesitamos, hacernos responsables de nuestra propia necesidad y expresarla. Pero depende de la otra persona si lo hace o no”.

Por descontado, resulta vital tener en cuenta el contexto de cada pelea y comprender qué problemas subyacen tras estas discusiones repetidas para poder así poner en marcha conversaciones más productivas. Cuando en realidad las peleas están vinculadas al respeto y al reconocimiento, pueden aludir a esos momentos en los que la pareja no ensalza los logros profesionales del otro o no tiene en cuenta el trabajo que desarrolla en las labores del hogar. Cristina Soria afirma: “El respeto es esencial para que sea una relación entre iguales en la que hay unos límites que no se cruzan. La admiración y el reconocimiento, desde mi punto de vista, me hacen valorar lo positivo de la otra persona. Estamos acostumbrados a fijarnos en los fallos del otro, pero ver y reconocer sus talentos nos lleva nuevamente a la admiración. Es importante ver a la otra persona desde su parte más positiva”.

Cómo salir de la espiral

Para salir de este bucle de peleas repetitivas y poder desmantelar dinámicas arraigadas, asegura Perel en su blog, hay que crear nuevos patrones de autoconocimiento mutuo y afirmación del otro para poder mejorar la dinámica relacional. Por su parte, Sonia Encinas señala la importancia de saber detectar nuestras emociones cuando afloran, darles el lugar que les corresponde y aprender a gestionarlas. “Es verdad que en nuestro ámbito más cercano y de confianza, nos expresamos de una manera que en ocasiones, cuando estamos de cara a los demás, y por esa intención de proteger nuestra imagen pública, no mostramos con la misma intensidad, siempre y cuando tengamos la capacidad racional de procesarlo antes de responder. Hay en otras ocasiones en las que ese instinto salta y no somos capaces de controlarlo”, dice la coach, sexóloga y experta en género. No sabemos si quienes se pelean se desean, pero sí estamos convencidos de que quienes lo hacen, si ahondan en los motivos que hay tras cada discusión recurrente, pueden comprenderse más… E incluso mejor.

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