Ni te hace más fuerte ni te ofrece enseñanzas: maquillar la realidad con positividad tóxica que daña la salud mental

Quien lo pone en marcha no pretende devaluar o deshumanizar la experiencia del otro, pero sin quererlo termina provocando que se sienta silenciado e incomprendido

Westend61 (Getty Images/Westend61)

Whitney Goodman comienza su libro Positividad tóxica invitando al lector a imaginar que al comentarle a un amigo que acaba de perder su trabajo, se encuentra con una respuesta tan buenrollista como dañina: “¡Al menos ahora tienes todo el tiempo libre del mundo! Podría ser peor. Piensa en lo mucho que vas a aprender de esto”. En ese momento, asegura la autora, la positividad tóxica ha hech...

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Whitney Goodman comienza su libro Positividad tóxica invitando al lector a imaginar que al comentarle a un amigo que acaba de perder su trabajo, se encuentra con una respuesta tan buenrollista como dañina: “¡Al menos ahora tienes todo el tiempo libre del mundo! Podría ser peor. Piensa en lo mucho que vas a aprender de esto”. En ese momento, asegura la autora, la positividad tóxica ha hecho su entrada.

Hablamos de ese consejo que aunque en teoría nos convendría integrar en nuestra vida, somos incapaces de asimilar en ese momento. Por si fuera poco, lo habitual es que este intento de bañar de luz lo negativo nos haga sentir silenciados, juzgados e incomprendidos. Al fenómeno de pasar una experiencia negativa por un filtro de optimismo y vitalidad se le conoce en inglés como whitelighting. Aunque quien lo pone en marcha no pretende devaluar o deshumanizar la experiencia del otro, paradójicamente eso es precisamente lo que ocurre cuando alguien intenta dar un toque positivo a los sentimientos y experiencias negativos o traumáticos del interlocutor.

Ana Ibáñez, autora de Sorprende a tu mente, explica que, en ocasiones, nos cuesta conectar con el sufrimiento de los demás y sostenerlo, por lo que podemos sentirnos tentados de intentar sacarlos de ahí lo más rápido posible, en lugar de abrazarlos o acompañarlos. “Hay muchos intentos bienintencionados de ayudar que se saltan un paso importante, que es decirle al otro: ‘Te entiendo: entiendo lo que sientes y entiendo que es difícil’. Aquí hay que hacer una pausa y darle tiempo al otro. Quizás nos responda o quizás no, pero seguro que estas palabras ayudan. Más tarde, quizás podamos dar ideas, pero tengamos cuidado de no dar consejos gratuitos. Es fácil darlos desde fuera, pero si fuese tan sencillo, es probable que la persona por sí sola ya hubiese encontrado una solución”, explica.

Whitney Goodman, psicoterapeuta propietaria del Collaborative Counseling Center, un centro privado de terapia en Miami, asegura que ser sincero y auténtico en momentos de crisis o de dolor es importante, y subraya que cuando alguien se muestra de manera auténtica, en lugar de usar la positividad tóxica, está validando que lo que la otra persona está experimentando es real. De esta forma, empatiza y ni endulza ni niega su experiencia. De hecho, el peligro de negar lo que el otro siente no es nimio, pues el estudio ¿Puede la positividad ser contraproducente cuando se sufre abuso doméstico? señala que una mirada positiva tóxica podría hacer que las personas abusadas, al subestimarse la gravedad de lo acontecido, permanezcan en relaciones abusivas. “Todos tenemos cierta aversión a sentirnos mal y nos incomoda escuchar aspectos negativos. Cerebralmente, recibimos una llamada que nos lleva a intentar solucionar lo que no va bien, y ese llamamiento es aún más intenso si la persona que está viviendo algo negativo nos importa y tenemos conexión emocional con ella, porque eso enciende mecanismos cerebrales de protección hacia los seres queridos. Es decir, la intención no es mala, es de protección, pero parece no ser lo óptimo para ayudar de verdad”, asegura Anabel González, autora de ¿Por dónde se sale? Cómo deshacer el miedo, aliviar el malestar psicológico y adquirir un apego seguro. “Lo que nos pasa no es siempre positivo y al intentar ver solo el lado bueno, estamos anulando la posibilidad de que las cosas no salgan como queramos y caigamos en frustración. Lo más sano es saber movernos entre aspectos positivos y negativos, sabiendo que ninguno de ellos es permanente y cómo no, aprender herramientas mentales que nos ayuden a no quedarnos por mucho tiempo anclados en los negativos, porque lógicamente es más sano vivir dentro de aspectos positivos”, añade.

La luz del lado oscuro de las cosas

La filosofía New Age nos invita a cambiar nuestra percepción para navegar por la realidad, pero esta guía de ruta puede en ocasiones alejarnos de las experiencias vividas y hacer que nos desconectemos de nuestros sentimientos, instintos y en definitiva, incluso de nosotros mismos. Como dice la neurocientífica Ana Ibáñez, “para funcionar bien, necesitamos aprender a navegar por las tempestades. Pensar en positivo de forma radical no nos permite entrenarnos en manejar el malestar, algo fundamental para poder gestionar los problemas que inevitablemente la vida nos trae. No se trata de torturarnos con ellos, ni de darles vueltas y vueltas en la misma dirección, pero los problemas hay que mirarlos de frente. De lo contrario, se acaban complicando. Los mensajes positivos suenan muy bien, y generan seguidores en redes sociales, pero su efecto es muy breve”, explica a S Moda.

Incluso a lo largo de la historia de la filosofía, la tendencia ha sido creer que la vida ha de ser buena y que el sufrimiento debe ser evitado por encima de todas las cosas, pues figuras como Aristóteles han formulado teorías de “la buena vida” que siempre defienden la importancia de luchar por lograr lo mejor. Aunque por descontado hemos de intentarlo, cuando nos topamos con tropiezos por el camino, es importante no minimizar ni esconder la tristeza que sentimos. “El pensamiento positivo a menudo resulta tan efectivo como una tirita sobre una herida de bala. En lugar de ayudar, produce una supresión emocional que es destructiva para nuestros cuerpos, mentes, relaciones y sociedad. La evidencia indica claramente que la supresión emocional es ineficaz y agotadora en el proceso de adaptación. Lleva a empeorar el estado de ánimo, aumenta los sentimientos negativos sobre las interacciones sociales, alimenta las emociones negativas continuas, e incluso disminuye las emociones positivas que pudiera haber presentes”, escribe Whitney Goodman en Positividad tóxica.

Cada vez es más habitual que los libros que intentan guiar al lector hacia la felicidad aborden ahora el lado negativo de la positividad, advirtiendo no solo de que mirar el lado bueno de las cosas no conduce necesariamente hacia la felicidad y que en un giro inesperado, puede terminar dañándonos.

Al final, abrazar durante un momento o incluso durante un periodo determinado y limitado la tristeza puede ser, como asegura Sara Ahmed en La promesa de la felicidad, una forma de acción política, pues señalar lo negativo como un presente en marcha siempre afirma algo. Como dice la autora, debemos y podemos arruinar la fiesta. Si en It’s My Party Lesley Gore defendió el derecho de llorar en su fiesta, ¿acaso no tenemos los demás derecho de llorar o quejarnos en nuestra vida?

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