Silencios que alertan: por qué la pérdida auditiva en mayores está relacionada con el riesgo de alzhéimer y cómo prevenirlo
Varios expertos aconsejan a los adultos hacerse revisiones periódicas y no esperar a tener problemas graves de comunicación para buscar solución
Una de cada cuatro personas mayores de 60 años vive con una pérdida de audición discapacitante, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las consecuencias pueden ir mucho más allá de las dificultades para seguir una conversación, hablar por teléfono o escuchar el timbre. La pérdida auditiva crónica y no tratada conlleva una amenaza que se gesta en el cerebro: el aumento de riesgo de deterioro cognitivo y demencia.
“La pérdida de audición adquirida en la adultez se asocia con un aumento del riesgo de deterioro cognitivo, demencia y, específicamente, enfermedad de Alzheimer”, explica Javier Camiña, neurólogo y vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia y puede representar entre un 60% y un 70% de los casos, como indica la OMS. Solo en España afecta a más de 800.000 personas. Camiña destaca que la pérdida auditiva puede ir asociada a un riesgo significativamente mayor de padecer esta enfermedad. En cualquier caso, por ahora se trata de una correlación, sin que se haya demostrado que la falta de audición cause la enfermedad neurológica.
Los investigadores intentan cuantificar la relación entre el deterioro cognitivo y la pérdida de audición. Un metanálisis publicado en la revista científica Ageing Research Reviews concluye que cada deterioro de 10 decibelios se asocia con un aumento del 16% en el riesgo de padecer demencia. Este hallazgo adquiere mayor relevancia en un contexto de envejecimiento poblacional y mayor longevidad: un estudio publicado en The Lancet Public Health proyecta que el número de personas con demencia aumentará de 57,4 millones en 2019 a 152,8 millones en 2050 en todo el mundo.
La Comisión Lancet reconoció la pérdida de audición como el principal factor de riesgo modificable para el deterioro cognitivo y la demencia. Hay varios mecanismos que podrían explicar cómo aumenta el deterioro cognitivo. Camiña menciona el aumento de la carga cognitiva: “La pérdida auditiva obliga a dedicar más recursos cognitivos para procesar el habla y los sonidos, lo que reduce la disponibilidad de estos recursos para otras funciones cognitivas como la memoria y la atención”. A ello se suma, según el experto, una atrofia acelerada en ciertas regiones del cerebro. Por ejemplo, aquellas implicadas en el procesamiento auditivo, el lenguaje y la memoria.
Además, la pérdida auditiva a menudo provoca aislamiento social. Algo que, según el neurólogo, disminuye la estimulación cognitiva y aumenta el riesgo de deterioro cognitivo, demencia y depresión. “En personas mayores, incrementa el efecto ‘soledad’ que puede ya padecer la persona y la inseguridad por no percibir los sonidos correctamente”, cuenta Francesc Carreño, responsable de Audiología en una conocida marca de audífonos.
Revisiones anuales a partir de los 60
Escuchar bien es muy importante. Tanto como cuidar la vista, la memoria o la movilidad, según Manuel Mozota Núñez, responsable del Grupo de Trabajo de Otorrinolaringología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). No solo ayuda a reducir el riesgo de deterioro cognitivo, sino que “es fundamental ante alarmas, timbres y bocinas”: “Una buena audición previene accidentes domésticos y accidentes en la calle”.
La pérdida auditiva en personas mayores aparece por una causa muy común que es la presbiacusia —la pérdida progresiva de la audición por desgaste y edad—. Así lo indica Carreño: “Esto hace que la mayoría de personas a partir de los 50 años empecemos a notar que hay ciertos sonidos que no oímos como antes o que empezamos a no entender con la misma fluidez en las conversaciones”.
“La degeneración del oído interno hace que las células ciliadas se vayan dañando y no se regeneren”, añade Mozota, que señala que también pueden producirse alteraciones en el nervio auditivo y en el cerebro. El experto destaca que la exposición prolongada al ruido, ciertos medicamentos ototóxicos y factores de salud como hipertensión o diabetes también pueden afectar a la audición.
“Si algo podemos hacer para ‘envejecer bien’, además de ejercicio físico, es cuidar y tratar nuestra salud auditiva”, explica Paula Sánchez, vicepresidenta de la Asociación Española de Audiología. Todos los expertos consultados aconsejan a los adultos someterse a revisiones auditivas periódicas cada uno o dos años —especialmente a partir de los 50 o 60 años—. “Sería conveniente después de los 60 años incluir la audición en los chequeos de salud igual que se revisan otras patologías”, opina Mozota. Corregir la pérdida auditiva a tiempo, por ejemplo con audífonos, evita que los problemas asociados empeoren.
Sánchez recomienda someterse a la primera revisión con un otorrinolaringólogo. Una vez hecha y siempre que no aparezcan nuevos síntomas ni problemas de salud relacionados con el oído, señala que los controles posteriores pueden realizarse también en centros o gabinetes especializados en audiología. Basta con hacer una búsqueda en Google para encontrar centros que ofrecen revisiones auditivas gratuitas.
Hay personas mayores que asumen como “normal” su pérdida de audición al haber alcanzado una determinada edad, según Sánchez. Pero ni es “normal” ni hay que esperar a tener problemas graves de comunicación para buscar solución. Los audioprotesistas suelen atender a personas de 60 años o mayores con pérdida auditiva avanzada. “Después de hacerles preguntas para conocer su caso, nos damos cuenta de que llevan tiempo con este problema y que han esperado a tener verdaderos problemas de comunicación para mirarlo”, explica Carreño.
A quienes usan audífonos o han tenido anteriormente alguna patología auditiva, Mozota les aconseja hacerse una revisión con más frecuencia —cada seis a 12 meses— para controlar la evolución. “Si aparecen acúfenos, dificultad para oír conversaciones, dolor, secreción por el conducto auditivo externo o mareos, debemos pedir cita con el médico de atención primaria o el otorrinolaringólogo”, añade.
Limitar la exposición al ruido
Para prevenir la pérdida auditiva, también es importante limitar la exposición al ruido. “Es poco probable que niveles de sonido inferiores a 80 dB causen daños auditivos. A medida que aumenta la intensidad del sonido, también aumenta la posibilidad de dañar tus oídos”, indica la OMS. Rubén Polo, presidente de la comisión de Otología de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC), señala que la exposición prolongada —ocho horas o más— a ruidos por encima de 85 decibelios puede producir daño auditivo.
Mozota da algunos datos para ponerlo en perspectiva: “Una conversación normal emite sonidos de unos 60 dB, mientras que un concierto en vivo o la música de una discoteca supera habitualmente los 100 decibelios”. La música alta con auriculares “suele rondar entre 95 y 105 decibelios, una sirena de ambulancia alcanza entre 110 y 120, el motor de un avión entre 130 y 140 y un disparo o petardo puede sobrepasar los 150 decibelios”. En entornos con ruido fuerte o prolongado, como eventos deportivos, conciertos o al utilizar herramientas, Sánchez recomienda usar tapones para los oídos. También aconseja no usar auriculares más de una hora al día y mantener el volumen por debajo del 60%.
Tapones de cera y limpieza del oído
Los episodios transitorios de pérdida auditiva causados por tapones de cera no aumentan el riesgo de pérdida auditiva permanente ni de deterioro cognitivo, siempre que sean identificados y tratados a tiempo. Así lo indica Camiña, que reconoce que en casos excepcionales, si la obstrucción persiste sin tratamiento durante mucho tiempo, pueden surgir complicaciones.
Para cuidar la salud auditiva y evitar infecciones, es importante mantener una buena higiene. “No hay que lavar los oídos en casa”, explica Sánchez. Como explica la experta, el oído se “autogestiona”. O lo que es lo mismo, “nuestro conducto auditivo expulsa la suciedad hacia fuera”, explica Carreño. Es decir, la limpieza debe limitarse a la oreja: no hay que meter nada dentro del oído. Sánchez explica que basta con secar la oreja usando una toalla o incluso bastoncillos: “Están diseñados para limpiar los recovecos de nuestras orejas, no para meterlos en el conducto auditivo”.
Además de los bastoncillos, Mozota aconseja evitar introducir en el conducto auditivo horquillas, llaves o dedos: “Solo empujan el cerumen hacia dentro y pueden dañar el tímpano”. Tampoco recomienda aplicar aceite, alcohol ni ningún remedio casero. “Y no hagas nunca un lavado si tienes dolor”, añade. Si se acumula mucha cera, Mozota señala que se pueden usar gotas o sprays específicos para la higiene del oído, aplicándolos con la cabeza inclinada. Pero advierte que no conviene abusar de ellos. Si alguien necesita limpiar este conducto, debería acudir al centro de salud o a un otorrinolaringólogo.