Un estudio revela los primeros indicios de que los nanoplásticos dañan la salud de los humanos
Los pacientes con plásticos microscópicos en sus arterias multiplican por 4,5 su riesgo de infarto, ictus y muerte
En los últimos años, se ha visto que los nanoplásticos pueden llegar a la leche materna y a la placenta, al plasma sanguíneo o acumularse en el interior de las células. Aunque algunos estudios en animales apuntaban a que estas partículas omnipresentes podían tener efectos en la salud, faltaban análisis en humanos que hubiesen observado ese vínculo. Esto ha cambiado después de la publicación de ...
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En los últimos años, se ha visto que los nanoplásticos pueden llegar a la leche materna y a la placenta, al plasma sanguíneo o acumularse en el interior de las células. Aunque algunos estudios en animales apuntaban a que estas partículas omnipresentes podían tener efectos en la salud, faltaban análisis en humanos que hubiesen observado ese vínculo. Esto ha cambiado después de la publicación de un artículo de esta semana de la revista médica New England Journal of Medicine.
Un equipo liderado por Raffaele Marfella, de la Universidad de Campania, en Italia, explica en su estudio cómo han analizado a 257 pacientes que fueron a tres hospitales de la región de Nápoles a someterse a un procedimiento quirúrgico para tratar la acumulación de placa aterosclerótica en la arteria carótida, en el cuello. Esta acumulación puede provocar la obstrucción de las arterias, lo que incrementa el riesgo de problemas cardiovasculares. Los responsables del estudio tomaron muestras de estas placas y analizaron la presencia de micro y nanoplásticos. Sus resultados muestran que el 58% de los pacientes tenían restos de estas partículas de plástico y, después de realizar un seguimiento a los que tenían y a los que no, observaron que, en los que había plástico, el riesgo acumulado de morir por cualquier causa, infarto e ictus se multiplicaba por 4,5.
“Es un resultado contundente y abre una nueva visión sobre los contaminantes a los que estamos expuestos y no vemos”, opina Jaume Marrugat, investigador del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas de Barcelona, que no ha participado en el estudio. Aunque los resultados no permiten establecer un vínculo de causa y efecto, hay factores claros que apuntan en esa dirección. Los marcadores de inflamación, que muestran la respuesta del organismo ante lo que considera una amenaza y que aumenta el riesgo de dolencias cardiacas, eran más elevados en las personas con nanoplásticos en la carótida. “Este estudio resalta la importancia de la inflamación en la arteriosclerosis, porque estamos acostumbrados a pensar en el colesterol o la hipertensión como factores de riesgo que producen ese deterioro, pero son todo procesos inflamatorios, como el que se ve que producen los nanoplásticos”, apunta Enrique Gutiérrez, cardiólogo del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid. Además, “la carótida es una arteria y el corazón también está irrigado por arterias, las coronarias, así que podemos extrapolar que lo que pasa en la carótida va a pasar también en la coronaria”, concluye Marrugat.
Otros estudios habían observado que las personas que trabajan expuestas a contaminación por plásticos tienen mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. En modelos animales, se había visto también cómo los nanoplásticos, después de ser ingeridos o inhalados, se distribuyen con facilidad por todo el cuerpo a través del torrente sanguíneo y se acumulan en órganos bien irrigados, incluido el corazón.
Es un estudio con un número relativamente pequeño de pacientes y los propios autores reconocen la posibilidad de que haya riesgo de contaminación en las muestras utilizadas. Pero, si se confirman, los resultados son preocupantes. Todos los años se producen cerca de 400 millones toneladas de plásticos al año que se utilizan en productos que están por todas partes. Un estudio reciente publicado en la revista PNAS mostró que en cada botella de plástico de un litro se podían encontrar alrededor de un cuarto de millón de nanopartículas de plástico. Las partículas que se desprenden de una botella de agua cuando se calienta o al abrir y cerrar el tapón pueden además seguir dividiéndose hasta casi el infinito. El equipo liderado por Marfella observó que la mayor parte de las partículas detectadas estaba por debajo de los 200 nanómetros y que cuanto menor es el tamaño mayor la facilidad para colonizar órganos o incluso células.
En un campo de estudio relativamente nuevo, aún hay incógnitas importantes. Los investigadores no vieron diferencias en la presencia de nanoplásticos en los pacientes que vivían en distintas regiones. “No tenemos ninguna hipótesis por ahora [sobre por qué unos pacientes acumulan nanoplásticos en sus placas de ateroma y otros no], pero estamos preparando estudios de mayor tamaño para explorar la asociación entre la exposición a plásticos y la acumulación de micro y nanoplásticos en los tejidos”, afirma Francesco Prattichizzo, investigador de IRCCS MultiMedica y coautor del estudio.
Estos estudios futuros servirán también para entender el peso de los nanoplásticos en comparación con otros factores de riesgo. Como comentan los autores del estudio, durante las últimas décadas, en un tiempo en que la exposición de la población a los plásticos se ha incrementado mucho, la prevalencia de las enfermedades cardiovasculares ha descendido.
Las nuevas técnicas de análisis han permitido empezar a detectar la presencia de plásticos en lugares donde antes era impensable que estuviesen y ahora es posible identificar los distintos tipos de partículas que se pueden acumular en el organismo. De esa forma, será posible saber desde dónde llegan, los distintos riesgos que supone cada tipo de partícula y qué medidas preventivas se pueden establecer ante lo que puede ser un problema de salud global, de confirmarse resultados como los publicados por el equipo italiano. Si los microplásticos y nanoplásticos suponen un problema importante para la salud, se deberá reevaluar el uso de un material que puede permanecer en el medioambiente durante siglos, que, en la mayoría de los casos, tiene un solo uso y que solo se recicla en un 9%.
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