Robert Waldinger, psiquiatra: “La felicidad depende de lo que nos falta”
El experto es el cuarto director de un estudio de Harvard, que dura ya 85 años, sobre qué da sentido a la vida, y autor del libro ‘Una buena vida’
En casa de Robert Waldinger (Omaha, EE UU, 72 años) no parece haber cuchillos de palo. Como director de uno de los estudios más prolongados jamás realizados sobre qué da sentido, felicidad y salud a nuestras vidas, sabe aplicarse “su propia medicina” y lo demuestra con afabilidad. Ha venido a España para promocionar Una buena vida (Planeta), obra coescrita con Marc Schulz, director asociado de ...
En casa de Robert Waldinger (Omaha, EE UU, 72 años) no parece haber cuchillos de palo. Como director de uno de los estudios más prolongados jamás realizados sobre qué da sentido, felicidad y salud a nuestras vidas, sabe aplicarse “su propia medicina” y lo demuestra con afabilidad. Ha venido a España para promocionar Una buena vida (Planeta), obra coescrita con Marc Schulz, director asociado de The Harvard Study of Adult Development [El Estudio de Harvard sobre el Desarrollo de los Adultos], en la que desentrañan las claves de una investigación que dura ya 85 años y de muchas otras que orientan a lo que ni ellos mismos esperaban. No es el dinero, el éxito profesional o los viajes a paraísos tropicales. Son las relaciones con los demás lo que determina que estemos más o menos satisfechos con nuestra vida y, en buena medida, lo que esta dure.
Sus predecesores partieron en 1939 de dos investigaciones independientes: una en 268 estudiantes de Harvard —entre ellos, un tal John F. Kennedy— y otra en 456 adolescentes de barrios marginales de Boston. Todos varones, todos blancos. Los han visto crecer, morir y, con el tiempo, han incluido a sus parejas y su descendencia. A todos les realizan cuestionarios y visitas periódicas que escarban en sus avatares, sus miedos más profundos, sus alegrías, sus relaciones, así como análisis diversos o resonancias cerebrales.
Como los investigadores envejecen tanto como los sujetos de estudio, Waldinger es ya su cuarto director. Vive en Boston con su mujer, con la que lleva casado 37 años. Aunque ya conocía Madrid porque uno de sus dos hijos dio clases de inglés en Valdemoro, ha aprovechado para visitar el Prado y pasear por el Retiro. Es maestro zen y quiso ser actor, pero la psiquiatría le daba menos disgustos. La entrevista, organizada por la editorial, tiene lugar en un céntrico hotel de la capital. Acostumbrado a charlar sobre su trabajo (su TED Talk va para 45 millones de visualizaciones), es jovial y concreto. Solo toma una larga pausa para responder a la última pregunta.
Pregunta. Siguen a toda la gente que participa en el estudio durante décadas, saben lo que votan, tienen su ADN, ven su cerebro… Parece un Gran Hermano en profundidad.
Respuesta. Muy en profundidad. La mayoría de las investigaciones son instantáneas, solo se mira un punto en el tiempo. De hecho, el 97% de la investigación sobre la vida humana se hace estudiando algo puntual. La investigación longitudinal es una tarea mucho más profunda y complicada. La mayoría de los estudios longitudinales se detienen antes de los 10 años porque se acaba la financiación, los directores se cansan… El hecho de que esto haya durado 85 años es inaudito.
P. Imagino que es complejo tener tantas variables para analizar.
R. Absolutamente. Una cosa que no debemos hacer es lo que llamamos en inglés una expedición de pesca, estrujar un montón de números para ver si se pueden encontrar resultados estadísticamente significativos. Y entonces dices, ¡oh, esto es significativo! Debemos tomar precauciones para asegurar que nuestros resultados no son fruto de la casualidad.
P. ¿Qué se siente al abrir el dosier de una persona y encontrar en un puñado de hojas toda su vida?
R. Sientes que la vida pasa muy rápido, puedes recorrer una vida del principio al final en cinco minutos. Pero también te llena de humildad. Es un gran privilegio ver así cómo se desarrolla una vida, es lo que me atrajo de esta investigación. Mi predecesor, George Vaillant, era el tercer director y me preguntó si quería hacerme cargo del estudio. Yo no estaba seguro porque es muy complicado, pero me dijo “ven a la oficina y lee dos historias vitales”. Cuando lo hice tuve claro que quería dedicarme a ello.
P. ¿Qué es para usted la felicidad?
R. Para mí es participar en actividades llenas de significado y estar conectado con personas que me importan y que se preocupan por mí.
P. ¿Varía la percepción sobre qué es la felicidad entre diferentes personas?
R. Lo que llamamos felicidad depende de qué necesitemos. Si vienes de un entorno muy inestable, quizá para ti la felicidad sea la estabilidad. Si vienes de uno muy aburrido, quizá sea la emoción. En parte depende de lo que nos falta. Pero la investigación sugiere que la felicidad se enmarca en dos grandes categorías. Una es hedónica: ¿me lo estoy pasando bien ahora mismo?, ¿estoy disfrutando este café? La otra es el bienestar eudemónico, que proviene de Aristóteles y tiene que ver con la sensación de que la vida tiene sentido, de que merece la pena.
P. ¿Hay diferencias entre cómo sienten su felicidad los hombres y las mujeres o las personas de distintas edades?
R. No creo que en las mujeres y los hombres sea diferente, ni siquiera entre los grupos de edad. Lo que sabemos es que todo el mundo quiere algo de ambos tipos de felicidad. Todos queremos algo de placer momentáneo y nadie quiere sentir que su vida no tiene sentido. Pero priorizamos un tipo de felicidad u otra dependiendo de cómo nos encontramos y, quizás, del momento de nuestra vida. Se piensa que muchos adolescentes prefieren el bienestar hedónico, pero no estoy seguro. Lo que sí sé es que ambos tipos de bienestar son importantes para la mayoría de las personas, pero en grados diferentes.
P. ¿Sus conclusiones serían diferentes si el estudio hubiera partido de una muestra de población más representativa?
R. Los resultados, las cifras, habrían sido diferentes. Pero lo que pregunta es si las grandes conclusiones serían diferentes. No publicamos algo que podría ser solo idiosincrásico de nuestro estudio. Por ejemplo, el gran hallazgo de que las relaciones nos hacen más felices y nos mantienen más sanos. Si sólo lo hubiéramos encontrado nosotros, nunca habríamos escrito un libro sobre ello. Pero otros equipos han encontrado lo mismo en diferentes investigaciones, en colectivos menos privilegiados, en diversos grupos raciales y culturales en todo el mundo. Como tantos estudios diferentes apuntan en la misma dirección, podemos confiar en nuestros resultados. Dicho esto, siempre hay lugar para las sorpresas, para descubrir que estábamos equivocados.
“Todos queremos algo de placer momentáneo y nadie quiere sentir que su vida no tiene sentido”
P. Inciden en la importancia de las relaciones de pareja, ¿cómo se aplica eso en la era de la soledad y de las relaciones no convencionales?
R. No hace falta estar en pareja o tener una relación romántica para obtener beneficios. Estos parecen provenir de la calidez de la conexión, del sentimiento de pertenencia, de la sensación de interacción positiva. Se obtienen de los encuentros amistosos con quien te sirve el café o quien te entrega el correo. Y, sin duda, de los amigos, de los parientes. Creo que en EE UU el 30% de las personas viven solas, pero muchas son bastante felices. No tienen una pareja romántica, pero tienen relaciones que les proporcionan lo que necesitan.
P. ¿Cree que algunas personas pueden sentirse culpables por no reforzar lazos con amigos o familiares, como recomiendan?
R. Siempre hay lugar para sentirse culpable, ¿verdad? [ríe]. Hay tantas cosas que nos dicen lo que debemos hacer, cómo debemos vivir, qué debemos comer. Hay tantos “debería” flotando en nuestra cultura… Además, algunas personas son tímidas, introvertidas y no necesitan mucha interacción social, así que no deberían relacionarse mucho porque les resulta estresante. Es una cuestión muy individual. Lo que esperamos es concienciar sobre la importancia de las relaciones, más que decir “tienes que hacer esto”. Ayudar a ver que centrarse en ellas puede ser una fuente de bienestar.
P. Menciona las pequeñas relaciones cotidianas, pero en España, por ejemplo, los bancos cierran oficinas, reducen sus franjas para atender en persona y fomentan que haya que pedir cita. ¿Qué le diría a quienes gestionan ese tipo de empresas?
R. No sé qué decirles porque sabemos que es menos costoso dejar que la tecnología se encargue de estas interacciones, pero es mucho menos satisfactorio. ¿Ha llamado alguna vez a una línea de atención al cliente? Es dificilísimo hablar con un ser humano. Esta tendencia preocupante de la economía nos está llevando hacia una mayor desconexión. Mucho va a depender de lo que la gente termine exigiendo. En EE UU, todo el mundo compra sus libros en Amazon o compras libros electrónicos que descargas en tu teléfono. Pero ahora hay un resurgimiento de las librerías independientes porque a la gente le gusta ir a ellas, hablar con el propietario, tocar un libro, hacer preguntas sobre él... Puede que, cuando la gente empiece a echar de menos este tipo de interacción, lo demande. En EE UU hay empresas que anuncian que “si nos llama, le atenderá una persona en 30 segundos”. Ese plus podría convertirse en una fuente de ingresos para invertir esta tendencia. Depende mucho de lo que la gente esté dispuesta a pagar.
“En EE UU el 30% de las personas viven solas, pero muchas son bastante felices aunque no tengan una pareja romántica”
P. El libro no menciona nada sobre las profundas relaciones que podemos establecer con animales no humanos, como los gatos o los perros. ¿Por qué?
R. No lo hemos estudiado, antes las mascotas estaban en un segundo plano. Ahora se entiende mejor que son fuentes de bienestar, que nos cuidan tanto como nosotros a ellos. Creo que la próxima vez preguntaremos sobre ello.
P. En contra de la creencia popular, explican que no podemos hacer más de una cosa a la vez y subrayan lo saludable de centrar la atención. ¿Cómo lo hacemos ante la sobreabundancia de estímulos?
R. Hay un buen estudio que demuestra que incluso si el teléfono está apagado o dado la vuelta, pero sobre la mesa, las conversaciones son menos profundas [recoge su móvil y lo guarda en su bolsillo; el entrevistador también lo retira]. El mero hecho de tener una pantalla presente significa que es menos probable que estés totalmente comprometido con otra persona. Creo que se trata de ser conscientes de las cosas que nos alejan del otro. Piense en todas las veces que estamos en restaurantes y ve una mesa entera de gente sentada y todo el mundo está con su teléfono. Especialmente si es gente joven, muchas veces no hablan entre ellos, se están mensajeando. Es como una sustitución completa de la interacción cara a cara. Y estas pantallas no van a desaparecer, así que la cuestión es si podemos ser más más conscientes de sus efectos.
P. ¿Cómo nos influyen?
R. Los programas informáticos están diseñados para captar nuestra atención y retenerla porque cuanto más tiempo centren nuestra atención, más dinero ganan. Les interesa mantenernos cautivos e intentamos concienciar sobre ello. Hay muchas otras personas influyentes que intentan concienciar sobre la necesidad de desengancharse deliberadamente de las pantallas para que podamos prestarnos atención unos a otros. Pero requiere un gran esfuerzo porque cada vez nos sentimos más atraídos a evitarnos, suena deprimente.
P. También destacan que la generosidad, la curiosidad y la flexibilidad para adaptarnos están vinculadas a la felicidad, lo que algunas personas pueden considerar ingenuo.
R. Se ha demostrado en experimentos rigurosos que la generosidad hace más feliz a la gente. Además, todas las tradiciones de sabiduría o religiosas —yo practico el zen y el budismo— hablan constantemente de bondad y generosidad. Durante siglos la gente ha comprendido que en realidad funciona así. No es ingenuo, es como funcionan las cosas. Y la gente que es más egocéntrica es menos feliz. Hay una cita del Dalai Lama que me encanta: “El sabio egoísta cuida de los demás”. Significa que preocuparse por otras personas te trae alegría, bienestar. Y puedes entrenarte para ello. La curiosidad y la amabilidad hacia los demás también nos hacen felices.
“En EE UU hay empresas que anuncian que le atenderá una persona en 30 segundos. Ese plus podría convertirse en una fuente de ingresos "
P. ¿Y la espiritualidad o las creencias religiosas?
R. En estudios de este tipo o en nuestra investigación, cuando comparamos a personas con creencias religiosas o espirituales con quienes no las tenían, un grupo no resulta más feliz que otro. Las personas que sí las tenían, las encontraban reconfortantes en tiempos difíciles, pero no eran más felices en promedio. Puedes encontrar estudios que muestren cierto aumento de la felicidad o el bienestar de las personas religiosas, pero también otros que no.
P. Declaró a The Guardian que quería ser actor, pero que lo dejó porque no podría soportar los rechazos. ¿Cómo afecta a nuestra felicidad perseguir un sueño o abandonarlo por el motivo que sea?, ¿cuál es la elección sabia?
R. Es una buena pregunta. A mí me encantaba hacer teatro, lo disfrutaba mucho. Actué y dirigí cuando era estudiante. Pero cada vez que recibíamos una mala crítica, cuando al crítico no le gustaba la obra o no le gustaba yo como actor, me sentía tan mal que pensaba, “me va a doler una y otra vez, no sé si alguna vez me voy a acostumbrar”. Tenía un sueño, pero pensaba “probablemente no va a ser bueno para mi bienestar, voy a sufrir mucho”, y encontré otras cosas que realmente disfruto, como este trabajo. Un amigo director de teatro les dice a los actores jóvenes: no ejerzáis esta profesión a menos que no haya otra cosa que podáis hacer. Ya sabes, abandona el sueño si puedes encontrar otro y creo que la mayoría de nosotros puede. Si no, si esto es lo único que puedes hacer con tu vida, tienes que hacerlo.
“Los programas informáticos están diseñados para captar nuestra atención. Les interesa mantenernos cautivos”
P. ¿Cómo le ha influido dirigir este estudio?
R. Me ha hecho prestar más atención a mis propias relaciones. Soy profesor universitario, podría trabajar todo el tiempo, leyendo, escribiendo, enviando correos electrónicos. Cuando mis hijos crecieron, se marcharon y no venían a decirme “ven, haz esto conmigo” o “llévame a este sitio”, me di cuenta de que podría trabajar sin parar y que mis relaciones no irían bien. Empecé a prestar más atención a contactar con mis amigos, a sacar tiempo, incluso durante la pandemia, para salir a pasear. Así que eso es lo primero que hago y luego, cuando tengo tiempo, reviso el correo electrónico, edito un artículo... He intentado, como decimos en inglés, tomar mi propia medicina, practicar lo que predico.
“La curiosidad y la amabilidad hacia los demás también nos hacen felices”
P. ¿Qué le diría al próximo director del estudio?
R. Le diría… sigue abriéndote a que te sorprendan. Se pueden hacer investigaciones casi sabiendo lo que vas a encontrar, haciendo preguntas con respuestas predecibles y publicarlas. Pero algunos de nuestros descubrimientos más interesantes se han dado porque nos sorprendieron. De hecho, este hallazgo sobre las relaciones no lo creíamos al principio. Sabíamos que las buenas relaciones podían hacernos más felices, pero ¿cómo podían reducir tus probabilidades de sufrir enfermedad coronaria? Así que empezamos a hacer mediciones más exhaustivas del funcionamiento del corazón y estudios de los fenómenos epigenéticos relacionados con el estrés. Intentamos seguir jugando con la forma en que hacemos la ciencia.
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