¿De verdad estamos rodeados de narcisistas? Cómo se ha pervertido un término clínico en la era de las redes
Una descripción psicológica ha hecho mella en nuestra sociedad hasta el extremo de que se usa para describir toda una cultura, agigantada por el efecto de internet
Todos conocemos a esa persona que de vez en cuando pregunta: ¿Qué tal estás? Y, sin esperar tu respuesta —spoiler: no le interesa nada—, sigue hablando de lo suyo en su particular cámara de eco. “Basta de hablar de mí, hablemos de ti. ¿Qué piensas de mí?”, así lo resume la psicoanalista Adriana Royo en su cuenta de Instagram.
También solemos coincidir en las redes con contemporáneos que desde su sofá se sienten interpelados por una cita de, digamos, Julio César, político y militar romano del año I a.C: “Nadie es tan valiente que no sea perturbado por algo inesperado”. “¡Ohh! ¡Es ...
Todos conocemos a esa persona que de vez en cuando pregunta: ¿Qué tal estás? Y, sin esperar tu respuesta —spoiler: no le interesa nada—, sigue hablando de lo suyo en su particular cámara de eco. “Basta de hablar de mí, hablemos de ti. ¿Qué piensas de mí?”, así lo resume la psicoanalista Adriana Royo en su cuenta de Instagram.
También solemos coincidir en las redes con contemporáneos que desde su sofá se sienten interpelados por una cita de, digamos, Julio César, político y militar romano del año I a.C: “Nadie es tan valiente que no sea perturbado por algo inesperado”. “¡Ohh! ¡Es tan yo!”, comenta el aludido sin ningún pudor.
No hay nadie más en escena. Solo baila una persona. El resto somos atrezzo. Vivimos convencidos de que tenemos parejas, amigos, padres, jefes o hijos narcisistas. Sin forzar mucho la máquina, todos encajan en el perfil. Probablemente, nosotros también.
En su libro Las personas más raras del mundo (Capitán Swing, 2022), Joseph Henrich, jefe del departamento de Biología Evolutiva de la Universidad de Harvard, describe a las personas WEIRD (raritos, en inglés). Un acrónimo que resulta de juntar estas circunstancias vitales: criados en una sociedad occidental (Western), con estudios (Educated), industrializada (Industrialized), rica (Rich) y democrática (Democratic). Según su teoría, estas personas son “psicológicamente peculiares”. A saber: obsesionados con su propio yo, y orientados a tenerlo todo bajo control. Henrich los describe como individualistas y con unos “niveles benignos de narcisismo”.
El trastorno narcisista es más común en los hombres, suele desarrollarse en la adolescencia y va empeorando con los años
Después de algún tiempo vuelvo a quedar con un amigo. En los primeros 10 minutos me pregunta: “¿Cuándo nos conocimos ya había algo en mí que pudiera indicar que llegaría muy alto en el mundo de la música?“. Tampoco había llegado tan alto, pero le dije que sí. Tragué en seco. Me pedí otra cerveza y no entré en más detalles.
En serio, ¿no estamos rodeados de narcisistas? Según las estadísticas, el trastorno narcisista de la personalidad es más común en los hombres que en las mujeres (entre el 50% y el 75% son varones), suele desarrollarse en la adolescencia o la primera juventud y va empeorando con los años. Se estima que afecta al 1% de la población general, en Estados Unidos algunas investigaciones hablan del 6,2%. Un estudio realizado en Italia mostró que el 17% de los estudiantes de primer año de Medicina tenían rasgos narcisistas en su personalidad
En su libro The Selfishness of Others (El egoísmo de los otros, 2016), Kristin Dombek describe prolijamente la “narcifobia”. “¿Te preocupa excesivamente estar rodeado de gente falsa y vacía que trata de manipularte? ¿Crees que solo debes relacionarte con personas altamente empáticas?” Si uno responde afirmativamente a estas preguntas, padecería narcifobia y vería narcisistas hasta debajo de las piedras. Iría por la vida diagnosticando y etiquetando a todos. “Es un miedo que distorsiona nuestra relación con los demás y nos deja congelados en el victimismo”, dice la autora.
En su opinión, “un término clínico —narcisista— ha hecho metástasis en nuestra sociedad al extremo de servir para describir toda una cultura”. Dombeck no niega la existencia del narcisismo patológico, pero cree que el diagnóstico ha invadido peligrosamente demasiadas esferas de la vida. En su investigación, la escritora se sumergió en el universo de la autoayuda online, un lugar “oscuro” que Dombeck llamó “narcisfera” donde las víctimas de supuestos narcisistas cuentan sus experiencias.
Dombeck escuchó calificar como narcisistas comportamientos que a ella le parecían bastante normales, y aprendió términos específicos como love bombing (los fuegos artificiales con los que el narcisista te hace sentir especial), “ser descartado” (cuando el narcisista pierde interés y pone su atención en otra víctima), o “combustible narcisista” (todo lo que alimenta su conducta).
Como vivimos en el desconcierto de quien puede ser o no narcisista, acudimos al DSM5, el manual de la Sociedad Americana de Psiquiatría que clasifica los trastornos mentales. Allí se describe a las personas con trastorno de la personalidad narcisista como un individuo con “sentimientos de grandeza y prepotencia, absorto en sus fantasías de éxito, poder, brillantez, belleza (…). Cree ser especial y único, y solo pueden comprenderle o solo puede relacionarse con personas especiales o de alto estatus. Tiene una necesidad excesiva de admiración y muestra un sentimiento de privilegio. Explota las relaciones interpersonales (es decir, se aprovecha de los demás para sus propios fines). Carece de empatía. Con frecuencia envidia a los demás o cree que estos sienten envidia de él. Muestra comportamientos o actitudes arrogantes, de superioridad”.
“Si ponemos a varios terapeutas a evaluar a un presunto narcisista, cada uno verá una cosa diferente, de acuerdo con los autores y estudios que haya leído”, asegura Marta Carmona, psiquiatra y coautora, junto a Javier Padilla, de Malestamos (Capitán Swing, 2022). Carmona explica que este concepto no está hecho para etiquetar personas, sino para entender el contexto de toda una psicopatología. “En salud mental, los diagnósticos son clasificaciones y todo es muy variable. No hay una realidad material a examinar como sí sucede con una neumonía en un pulmón, las clasificaciones son una pura ilusión de diagnóstico, y cuando todo esto salta al mainstream se empobrece y se convierte en una etiqueta”, añade.
Carmona se remite al foro Reddit. “Allí cualquier rasgo de maldad, antipatía o inconveniencia se identifica como narcisismo y eso lo explica todo. Fin de la discusión. Es un comodín como hace unos años fue el término tóxico”.
“Si ponemos a varios terapeutas a evaluar a un presunto narcisista, cada uno verá una cosa diferente, de acuerdo con los autores y estudios que haya leído”Marta Carmona, psiquiatra
Mariela Michelena es terapeuta y psicoanalista. Para ella el narcisismo no es un trastorno. “Hay un narcisismo primario que regala la madre cuando le dice al bebé que es lo mejor de la familia. Da seguridad, un lugar en el mundo, y protege de ser un narcisista (secundario) en la vida adulta. Ese sujeto que parece que va sobrado, pero que necesita constantemente el aplauso y la validación externa. Si eres una persona segura puedes dejar espacio a los demás y no tienes que estar en permanente campaña publicitaria”.
Pero ¿estar en constante campaña no es justamente lo que nos pide el mercado? ¿No nos apuntamos a cursos de marca personal para ser finos maestros del autobombo? “Por supuesto que tendremos que vendernos millones de veces, crearse una marca personal es algo utilitario, una herramienta, pero una cosa es que le vendas la moto a los demás y otra que tú también la compres”, dice Michelena.
Puede que algo de razón tengan los que dicen que todos sufrimos un narcisismo de bajo perfil, adaptativo a las circunstancias que nos han tocado. El psiquiatra británico Sami Tamimi habla de un contexto social que premia los valores narcisistas y la fascinación por uno mismo. “Una sociedad que anima y forma a los individuos para crearse refuerzos positivos que le ayuden a venderse, que loa el individualismo y penaliza la interdependencia porque es un signo de fragilidad. Eso sería un narcisismo adaptativo en el contexto del capitalismo tardío. ¿Es sano? Yo diría que no”, tercia Carmona.
El perverso narcisista, ególatra, malvado y manipulador existe, pero no está a la vuelta de cada esquina ni detrás de uno de cada tres perfiles de Tinder. Fue registrado en 1986 por Paul-Claude Racamier, que describió como un conjunto de síntomas que no han conseguido consenso en la comunidad científica. Marta Carmona cree que conocer estos rasgos extremos puede ser útil para identificar patrones de abuso. “Pero tampoco estamos rodeados de perversos narcisistas”, avisa.
A los expertos consultados les gusta más hablar de relaciones narcisistas. “Puede que una persona haya cometido abusos narcisistas en una relación, pero con otra persona desarrolle otras dinámicas. No se puede estar diagnosticando a la gente a la ligera”, señala Carmona, y añade que lo más útil que podemos sacar de esta “moda” es aprender a detectar patrones de abuso narcisista coyuntural. “Deberíamos mirar con lupa las dinámicas de una relación, en lugar de etiquetar a las personas”, sostiene. Nuestro narcisista de garrafón quizás sea empático y maravilloso con otra persona y en otras circunstancias.
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