La vuelta a casa de Ana Iris Simón

Un día en Aranjuez con la autora de ‘Feria’, el fenómeno editorial que ha colocado en el debate público las expectativas de los mileniales: “El eje es más entre arriba y abajo que entre izquierda y derecha”

Ana Iris Simón, retratada en su casa de Aranjuez. En vídeo, paseo y charla con la escritora.Vídeo: INMA FLORES / LUIS ALMODÓVAR

En 2011 llevaba media cabeza rapada y lucía pendientes varios, vivía en Aranjuez y trabajaba como guía del edificio Telefónica mientras estudiaba periodismo. Ana Iris Simón (Campo de Criptana, Ciudad Real, 30 años) tenía 19 cuando “subía y bajaba” desde el sur de la Comunidad de Madrid, donde se había criado, hasta la Puerta del Sol para sumarse a las protestas y concentraciones del 15-M. Justo 10 años desp...

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En 2011 llevaba media cabeza rapada y lucía pendientes varios, vivía en Aranjuez y trabajaba como guía del edificio Telefónica mientras estudiaba periodismo. Ana Iris Simón (Campo de Criptana, Ciudad Real, 30 años) tenía 19 cuando “subía y bajaba” desde el sur de la Comunidad de Madrid, donde se había criado, hasta la Puerta del Sol para sumarse a las protestas y concentraciones del 15-M. Justo 10 años después, el pasado mes de mayo, con la melena bien arreglada, una falda de lunares y una blusa blanca, la escritora se acercó otra vez desde Aranjuez a la capital para hablar de política a ras de suelo.

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La cita fue en el Palacio de la Moncloa con motivo de la presentación del plan Pueblos con futuro, un proyecto para reactivar las áreas rurales que forma parte del programa España 2050, y Ana Iris volvió a sacudir las aguas al hablar “muy claro”, como dijo, del impacto real que ella observa que tienen la globalización y la despoblación en la vida de muchos jóvenes de su generación. La escritora, entonces embarazada de casi ocho meses, no se anduvo por las ramas: le daba envidia la vida que llevaban sus padres a su edad, cuando tenían ya una hija y esperaban al segundo, pagaban una hipoteca por la casa donde vivían, eran propietarios de un coche y de una Themormix que su madre había logrado comprar con lo que había ahorrado al dejar de fumar. Simón sintetizó las ideas de las que partió en Feria (Círculo de Tiza), su primer libro. Publicado en octubre de 2020, a medio camino entre las memorias familiares y el ensayo sobre la precariedad que corroe a los jóvenes, ha sido uno de los grandes éxitos editoriales del año, y uno de los títulos que más debate ha generado.

“Hoy veo el 15-M como un movimiento burgués, pero entonces, con el bipartidismo y en plena crisis económica, se trataba de plantear otra forma de hacer las cosas. Creo que el eje es más entre arriba y abajo que entre izquierda y derecha”, reflexionaba una mañana de principios de julio en su casa en el centro de Aranjuez, en un bloque con una preciosa entrada de techos altísimos —”es un segundo que parece un cuarto”— desde el que se ven los tejados y un cielo resplandeciente.

Diego y Sergio, dos de los primos de la autora de 'Feria'. Imagen procedente del álbum familiar de Ana Iris Simón.Picasa

La política nunca le ha sido ajena a Simón, no podía serlo, como tampoco le es ajena la familia, ni el paisaje manchego. Es hija, nieta y bisnieta de comunistas por parte de padre, como escribe en Feria, y, por el lado materno, del “realismo mágico” de su madre, abuela y bisabuela. Ellas son mujeres de una familia de feriantes manchegos, un mundo perfectamente conectado con el descrito por Pedro Almodóvar en películas como Volver o La flor de mi secreto, donde las tumbas se limpian cada año, los besos son sonoros y las vecinas se sientan al fresco sin que eso lleve asociada una etiqueta de “red de cuidados femeninos”, como ironiza la autora.

No es casualidad que en su brazo Simón lleve un tatuaje que dice ‘Made in La Mancha’, que escriba sobre esa abuela que le dijo que cuando muriera se le iba a aparecer y no debía tener miedo, que hable de parientes mayores curtidos en el campo que hablan con sobrinos jóvenes vestidos con camisetas de leopardo con las uñas pintadas o de las gachas que le prepara su abuelo. “Dice Paris que estoy apegada a la tierra como un hobbit”, comentaba ella con voz aniñada y franca. Hasel-Paris Álvarez es su pareja y el padre de su hijo —”Ana Iris y Hasel Paris, menudos nombres que ponían esos padres de los noventa”, bromea—. Mientras ella asegura que hay mucho en su libro que sacó de él, su pareja cuenta que escribe “aunque con menos éxito que mi señora” y no disimula su orgullo al verla posar para las fotos.

En su salón están las estanterías de madera clara, la PlayStation y la planta de costilla de Adán tres imprescindibles de cualquier casa de un treintañero sobre los que la escritora arma su argumento para declarar que esa modernidad por la que apuestan muchos jóvenes, que van cumpliendo años en pisos compartidos y encadenando contratos temporales, tiene algo de estafa. “Yo es que mucho rajar, pero luego...”, dice señalando la Play y la maceta. “De pequeños nos quejábamos de las casas de nuestros abuelos y ahora las de los jóvenes son iguales, podrían estar en Arizona. Hoy nos creemos especiales siendo indistinguibles”.

Imagen del álbum de Simón en la que aparecen su primo Hilario y su tío Diego, en una manifestación del Primero de Mayo.

En La Sede, como llamaban los Simón a la casa del abuelo, había banderas de la Revolución Cubana, de China y de Vietnam. En la suya también hay unas tacitas de Mao y, en un lugar destacado en las baldas, una portada enmarcada del diario Granma con Chávez y Fidel que le trajo su amiga Tamara de un viaje a Cuba. “Es hija de barrenderos y se ha doctorado cum laude. Para nosotras llegar a la universidad era llegar a la Luna. Me siento muy orgullosa de mi casa y de mi instituto, de los profesores que me han inspirado. La educación pública hay que cuidarla”, apunta. En esta misma sala trabaja en su escritorio, estos días entre toma y toma. Está plenamente recuperada del parto y derrocha alegría.

Hace menos de un año que se instaló en Aranjuez, después de mucho tiempo en Madrid, donde encadenó trabajos en revistas. En el primero, en la revista Telva, dice que se quitó un montón de prejuicios escribiendo pies de foto o sobre moda infantil. Simón siente que siempre ha sido una afortunada. “Quizá lo dramático es que alguien que ha pasado por tres ERE sea de alguna manera un privilegiado porque nunca he estado en paro y nunca me ha faltado trabajo”, reflexionaba caminando por las calles del centro de Aranjuez y por los Jardines de la Princesa.

Está contenta en esta ciudad a la que llegó de niña porque sus padres trabajaban de carteros, en una oficina a la vuelta de la esquina de su actual casa. De hecho, su madre, Ana Mari, se ha quedado hoy con el recién nacido aprovechando un paro que hacen todos los días para reclamar mejores condiciones. Ana Mari, ya lo dice Simón en Feria, es guapa y combativa, aficionada a colgar vídeos del grupo Correos en Lucha en Facebook. Aparece con el uniforme de verano de pantalón corto azul y camisa amarilla, empujando el carrito del recién nacido.

Tamara y el resto de sus amigas y primos y tíos y abuelos también salen en Feria. “Me sorprende que muchos lectores hayan cogido tanto cariño a mi familia y que mucha gente se vea representada”, explica. Ha escrito que su padre le transmitió lo mejor que tenía: “La conciencia de clase”. Simón reivindica esa capacidad de identificación que tiene su libro para muchos lectores: en sus páginas no encontrarán un espejismo aspiracional. “La realidad social está ahí si escribes de la vivencia de la hija de un cartero. Se trata de permitir que quien lo lea sienta que su vida merece ser contada”. Simón no optó por algo seguro y una oposición sino por una profesión creativa, algo que entraña, hoy de manera palpable, una precariedad. ¿La hipoteca y el coche y la Thermomix que ella envidia no van con esa seguridad que otorgan ciertos empleos? “Creo que todos tenemos derecho a convertir una vocación en un trabajo y Madrid está lleno de chavales que apuestan por ello”, expone. “Mi padre me decía que estudiara, que si no acabaría siendo la cajera más lista del supermercado, y un día pensé que de qué me había servido estudiar si cobraba o mismo”. El éxito de Feria y su traslado a Aranjuez le han dado un respiro.

Simón, con su desparpajo y calidez, se gana a quien tenga delante. Dice que a sí misma “no se piensa mucho”, y sobrevuela las broncas de las redes. De aspecto menudo y mirada despierta, no teme la discusión política ni el señalamiento, porque para algo ha pasado media vida hablando y discutiendo con su padre de esos temas, e intercambiando artículos y posiciones. En el paseo por el jardín habla de cómo desde el Centro de Investigaciones Marxistas hasta el líder de Vox muchos se han querido apuntar a Feria, “de todos los partidos”, gente de todo el abanico. “No me pueden acusar de nada. Si me dicen fascista se lo están diciendo a mi abuelo. Mira, todo el mundo tiene familia, vote a quien vote, y llora en los funerales”.

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