Retinismos

Europa: la nueva caída Imperio Romano

La envejecida Europa (de España ni hablamos) está ausente en la industria 4.0, lo que significa que será irrelevante a medio plazo.

Grabado de sobre la caída de Constantinopla, conquistada por el Imperio Otomano el 29 de mayo de 1453Getty Images

Roma fue dueña del mundo y nos ha hecho como somos. Pero tras alcanzar la gloria y conquistar el mundo conocido, sus políticos y soldados se dejaron llevar por la pereza: los ciudadanos engordaron, se acomodaron, y la natalidad se desplomó. Los bárbaros que llevaban siglos tocando a la puerta entraron y se quedaron los despojos. 

Europa es digna heredera de aquel Imperio Romano en decadencia. Fuimos dueños (ilegítimos) del mundo. Nos sangramos una y otra vez en guerras fratricidas. Tras la última de ellas decidimos que ya estaba b...

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Roma fue dueña del mundo y nos ha hecho como somos. Pero tras alcanzar la gloria y conquistar el mundo conocido, sus políticos y soldados se dejaron llevar por la pereza: los ciudadanos engordaron, se acomodaron, y la natalidad se desplomó. Los bárbaros que llevaban siglos tocando a la puerta entraron y se quedaron los despojos. 

Europa es digna heredera de aquel Imperio Romano en decadencia. Fuimos dueños (ilegítimos) del mundo. Nos sangramos una y otra vez en guerras fratricidas. Tras la última de ellas decidimos que ya estaba bien de matarnos y experimentamos las mieles del bienestar y el placer de la democracia. Nos acostumbramos a la buena vida (y quién no). Y, como el Imperio Romano, hemos hundido la natalidad y vivimos de las rentas.

Y, mientras tanto, es el que llamábamos tercer mundo – que vienen a ser los bárbaros actuales– el que procrea, el que invierte, el que innova, el que crece… Es China, con todas sus alargadas sombras en derechos humanos, quien lidera la carrera por la inteligencia artificial. O quien en 2017 instaló más de la mitad de la capacidad mundial de energía solar

La envejecida Europa (de España ni hablamos) está ausente en la industria 4.0, lo que significa que será irrelevante a medio plazo. Nuestra sola respuesta, la misma de los romanos hace seis siglos: cerrar fronteras, sacar las banderitas (cuantas más, mejor), defender el fuerte. Y confiar en un improbable milagro que evite la caída de Constantinopla.

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