Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

¿Qué se para si se para la Economía Solidaria?

Las empresas bajo este modelo financiero alternativo llevan años trabajando en la brecha de género y en mejorar las políticas de conciliación, desde el firme convencimiento de que el cambio será feminista o no será

Los platos de la vida, resultado de una de las reuniones en ColaBoraBora en 2020.Cedidas por ColaBoraBora

Corría el año 2017 cuando comenzó a gestarse el primer paro internacional feminista a escala mundial, antesala de la que fuera la primera huelga feminista global de 2018. Uno de los lemas centrales de estas primeras convocatorias, así como de otras que le siguieron, era el ya clásico “Si nosotras paramos, se para el mundo”: un llamamiento a las mujeres a detener sus respectivos trabajos en el empleo y de cuidados para visibilizar así la inviabilidad de la vida sin estas labores productivas y reproductivas.

Pero ¿cómo se visibilizan los intentos por superar algunas de las demandas de estas movilizaciones, tales como acabar con la brecha de género o mejorar las políticas de conciliación, los otros 364 días del año? Las empresas de la Economía Solidaria llevan años trabajando en ello, desde el firme convencimiento de que su movimiento “será feminista o no será”. Por ello, la campaña de auditoría social, que evalúa las prácticas de estas empresas conforme a los valores de una carta de principios –espina dorsal de este movimiento y modelo económico alternativo–, desde 2018 incorpora a este análisis una mirada feminista cuyo resultado es un informe anual con perspectiva de género respecto estas prácticas empresariales.

Estas gafas violetas sobre la práctica económica de quienes no buscan en su actividad empresarial el lucro y la acumulación, sino ganarse el pan mirando por el bien común, nos revela que es posible contar con políticas inclusivas. También que el 96% de las empresas use un lenguaje inclusivo o que cerca de un 60% cuente con planes de igualdad y protocolos para prevenir el acoso sexual. Como también nos muestra su alto compromiso con la conciliación y la corresponsabilidad, como confirma que el 76% de las empresas incorpore medidas de conciliación, así como que el 82% genere espacios de atención emocional y cuidados.

Y para muestra, un botón, porque el papel todo lo aguanta y las estadísticas más. Y como esta otra economía busca poner en el centro a las personas, ¿qué mejor que experiencias concretas para ilustrar estas buenas prácticas y hacer, dicho sea de paso, algo más cercano este modelo económico? Al cuestionar de raíz las lógicas sistémicas se nos hace a veces incomprensible dentro de los marcos culturales dominantes.

Tenemos así el ejemplo de Tiebel S. Coop, compañía de iniciativa social para la prestación de servicios de limpieza profesional, formación ocupacional y orientación laboral cuyo objetivo es, en último término, generar empleo, preferentemente para la mujer. Marta Esteban Tolón, una de sus integrantes, nos comentaba en el acto de presentación de la campaña de Auditoría Social de 2022 cómo, gracias a esta herramienta de análisis, detectaron la existencia de brecha salarial. Comprobaron que los hombres, a pesar de tener la categoría de limpiador, estaban disponibles para trabajar en días festivos, por lo que su remuneración se veía incrementada por esos pluses.

Participantes de la II Feria de Economía Feminista en el Matadero de Madrid, en mayo de 2018.REAS Madrid

Este reciente descubrimiento de brecha salarial les ha activado en la búsqueda de fórmulas para combatirla y reforzar otras acciones para el fomento de la corresponsabilidad que llevan años efectuando. Tiebel organiza varias salidas al año del personal laboral con sus parejas y familias. Son encuentros donde, además de actividades deportivas para promover una vida saludable, se realizan actividades para trabajar la igualdad: como algunos juegos con tarjetas donde se fomenta la corresponsabilidad, dinámicas para pintar y visibilizar las tareas que hace cada cual en casa o un Party & Co, un juego de mesa con preguntas y pruebas de mímica sobre cuestiones de igualdad. Según las propias trabajadoras de la cooperativa, todas estas dinámicas han supuesto significativos cambios en sus hogares.

El 60% de las empresas de la economía solidaria cuentan con planes de igualdad y protocolos para prevenir el acoso sexual

Para promover, asimismo, la plena participación y atender también a necesidades afectivas y emocionales, encontramos iniciativas como la de ColaBoraBora, cooperativa que ha desarrollado un mecanismo llamado Guardianas de la Participación para asegurar una participación distribuida y corresponsable en decisiones y reflexiones internas. Se trata de una serie de reuniones a lo largo del año, organizadas de forma rotativa por cada persona trabajadora –una es la responsable de la organización y otra está de apoyo–, que abordan aspectos tanto productivos como reproductivos, analizándose así cuestiones como: el dinero (cuánto se necesita facturar, los salarios…), las estrategias (para planificar, identificar ámbitos, clientes y alianzas prioritarias), los aprendizajes (qué se ha aprendido y sobre qué gustaría aprender) y la vida (cuestiones más relacionales, emocionales, de cuidados, de aspiraciones...).

En estas reuniones, como comenta Ricardo Antón, uno de sus integrantes, tratan también “de jugar con los formatos y las metodologías” incorporando dinámicas lúdicas, paseos y otras actividades creativas colectivas. “Sobre todo, las reuniones de aprendizajes y vida suelen generar algún tipo de imagen, objeto, tótem o elemento simbólico que pasa a estar presente en el imaginario del espacio de la oficina. Y normalmente terminan con una comida o con un momento más distendido”. Según Antón, estos son los momentos más formales que usan para tratar estos temas, pero si es preciso también se les dedica atención dentro de las asambleas generales de trabajo que se realizan semanalmente.

A partir de esto, y tomando prestada la proclama feminista de paro mundial, nos preguntamos ante este 8M ¿qué pasaría si la Economía Solidaria parara? Aún siendo conscientes del limitado impacto de este modelo económico, que no en vano supone más de un 10% del PIB en el marco del tronco común de la Economía Social, nos preguntamos si no perderíamos importantes referentes para lograr empresas más feministas.

El valor de las cosas –y de esto saben mucho las gentes de la Economía Solidaria y del consumo responsable que promueve–, no es siempre el más evidente ni tampoco se mide solo en términos cuantitativos. No debería medirse al peso la existencia, por ejemplo, de una banca ética y democrática, de cooperativas de energía renovable, de servicios de telefonía conscientes, de supermercados cooperativos y de una amplia lista de servicios y productos cuyas proveedoras no solamente se declaran feministas, sino que abogan por la justicia social y la sostenibilidad más allá del greenwashing. Al contrario, el mero hecho de existir y demostrar que es posible hacerlo bajo esos valores ya supone una valiosa fuente de inspiración cuya estela no solo deberíamos seguir, sino reconocer y apoyar, por el impacto cualitativo del ejemplo que supone.

Y queda camino por hacer, claro está. Hay muchos retos aún en el horizonte; desde la mera escalabilidad del modelo a la profundización de estos análisis y sus mejoras derivadas para hacer las empresas de la Economía Solidaria aún más habitables. Como recoge el propio informe de género de la Auditoría Social, necesitamos seguir trabajando por la equidad de género e incrementar, entre otras cuestiones, el número de mujeres trabajadoras en cargos societarios o de responsabilidad (actualmente superior a los de la economía convencional, pero mejorable desde nuestro punto de vista y objetivos de equidad de género).

Como también queda mucho para permear y tejer alianzas con grupos y sectores que están siendo punta de lanza de algunas de las luchas laborales y feministas de referencia, como las kellys, las envasadoras hortofrutícolas y las trabajadoras de hogar. Quede cuanto menos este reconocimiento como tímido paso para ello.

Quienes nos reconocemos como activistas de lo económico, esto es, quienes creemos que el modelo y nuestro papel como productoras y/o consumidoras es determinante para construir otros marcos, no solo financiero, sino también políticos y sociales, más justos y sostenibles, creemos que nos es posible escindir nuestras proclamas, en este caso feministas, del sistema que nos cobija (o explota más bien…). Por ello, es quizás momento de visibilizar también estas otras realidades que en lo económico, pero con voluntad completa de transformación social, están trabajando a diario bajo las premisas de los feminismos, haciéndolas suyas, nutriéndose de ellas. Porque es en esta unión y este sentimiento común de quienes estamos aquí y allá aportando nuestro granito, feminista, ecologistas, social y solidario, cuando sin duda podemos decir que si queremos, cambiamos el mundo.

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